sábado, 13 de diciembre de 2025

Inciso musical: séptimo concierto de abono de la temporada 25-26 de la Orquesta de Castilla y León. Obras de Gubaidúlina, Chopin y Stravinski.

  Ayer la OSCyL no estuvo dirigida por Elim Chan, como anuncia el programa de mano, sino por el macaense Lio Kuokman; el solista invitado fue el pianista Javier Perianes.
 El concierto abrió con una obra de la recientemente finada Sofiya Gubaidúlina, inspirada en un cuento infantil del checo Milos Macourek, El trocito de tiza. El relato gira en torno a un trozo de tiza escolar que, tras un uso intensivo, queda relegada en el bolsillo de un niño; pero cuando cree que todo ha acabado, el niño la usa para trazar en el suelo un bello dibujo infantil. Así, la obra de Gubaidúlina, Poema de cuento de hadas, trata de reflejar esos sentimientos de la tiza, el de satisfacción inicial por su función, el de tristeza por el abandono y el de felicidad suprema final. Digo que "trata" porque, a menos a un servidor, no le ha transmitido sentimiento alguno. De nuevo, se trata, en mi humilde opinión, de una obra de "música clásica contemporánea" que malgasta el potencial humano y artístico de toda una orquesta sinfónica. Es evidente el desempeño de los intérpretes y del propio director, a los que aplaudo sin reparo, pero no a la obra de la compositora, que no consigo comprender plenamente.
 Porque, claro, uno acabaría con complejo de zote al escuchar a compositoras como Gubaidúlina, si no fuera porque, al continuar el concierto, se escucha a Chopin y a Stravinski. Todo cambia, o sea, que uno no debe ser tan torpe e ignorante cuando se consigue emocionar hasta poner el vello de punta con el polaco o el ruso.
 De Chopin, la OSCyL interpretó el Concierto para piano nº1, obra sublime estrenada en 1830, cuando el genial compositor contaba veinte años de edad. Eso lo convierte en una obra de relativa juventud (teniendo en cuenta que Chopin fallecería de tuberculosis con sólo treinta y nueve años), por lo que, según los musicólogos no se aprecia la maestría que alcanzaría en sus últimos años. Lo cierto es que servidor sí identificaría esta obra como propia de Chopin en cuestión de minutos, especialmente por el segundo movimiento (Romanze - larghetto) que tiene uno de esos solos de piano que lo llevan a uno a un estado de melancolía y nostalgia carentes de pena que pocos compositores saben lograr. En ese movimiento (al igual que en los otros dos, claro) Perianes logra transmitir de una forma excelsa lo que la partitura propone. Para el bis, el gran pianista onubense eligió otra pieza de Chopin, llevando al auditorio a un entusiasmo que se materializó en una ovación en pie que duró varios minutos.
 Para después del descanso se programó una obra de Stravinski, Petrushka, que también tuvo la aprobación general de público. Con todo, tuve la misma sensación que cuando se interpretó, semanas atrás, La consagración de la primavera, que, al ser obras escénicas, pensadas para ser acompañadas por un ballet, la genial música queda un poco carente de fuerza, concretamente de la fuerza que dan las imágenes de la danza. Por supuesto, Petrushka es una obra de digestión mucho más sencilla que La consagración de la primavera, que para aquellos que no estén familiarizados  con su argumento puede parecer discordante en exceso; para aquellos familiarizados, por el contrario, entenderán que se está describiendo un ritual pagano que incluye sacrificios humanos, de ahí esas melodías tan estridentes. Pero no, Petrushka no es tan cruda como la anterior, es, en realidad, un triángulo amoroso entre marionetas, con lo que las melodías son mucho más amables, más convencionales e incluso populares, ya que Stravinski trata de describir una verbena en la semana del carnaval. De nuevo, sigo echando de menos el acompañamiento visual del ballet para el que esta obra fue compuesta.
 En fin, otro concierto contrastante (¡caray, cómo repito esto!), tanto en estilos como en calidad.

"Las Dos Sicilias", de Alexander Lernet-Holenia.

  Es una verdadera pena sentir el terrible bajón de calidad que se ha producido en la producción literaria en los últimos decenios. Si comparamos la basura de Premios Planeta que se ha entregado en estos últimos tiempos (presentadoras, tertulianos y demás ágrafos con ínfulas de escritor) con autores como Lernet-Holenia y los excelsos autores de aquella Austria-Hungría finiquitada tras la Primera Guerra Mundial (Perutz, Werfel, Zweig, Roth, Von Horváth...) por no hablar ya de los victorianos (Dickens, Trollope, Hardy, Austen, Brönte, Thackeray...) el panorama actual es desalentador. Y lo más terrible de todo es que, mientras las librerías están atestadas de los bodrios de esos escritorzuelos recientes de tres al cuarto, los grandes autores no son reeditados y sus obras están descatalogadas. Eso me ha pasado precisamente con Lernet-Holenia, para leer al cual he tenido que recurrir a librerías de viejo a través del portal iberlibro.com. Porque también ocurre que en las propias bibliotecas, aun cuando estén tan bien surtidas como la Biblioteca de Castilla y León, tienen pocas obras y la mayoría ya en depósito. ¡Y pensar que buena pare de la población se idiotiza con esa narrativa actual! ¡Y ésos son los que leen! ¡Poco nos pasa! Cuando alguien introvertido, tímido y volcado en el disfrute intelectual de la alta literatura y la música culta echa un vistazo afuera, especialmente a la "clase gobernante", no siente sino una profunda vergüenza ajena y unas enormes ganas de no volver a salir más a "ese mundo". 
 En fin, vamos a lo nuestro: Las Dos Sicilias es, aparentemente, una novela policíaca, pero en realidad es una profunda reflexión metafísica sobre la vida, la muerte y la identidad personal. El nombre de la novela hace referencia al ficticio Regimiento de las Dos Sicilias, perteneciente al Imperio Austro-húngaro que ha sido destruido por completo en la Primera Guerra Mundial. Tanto es así, que sólo sobreviven un coronel, Rochonville, cinco oficiales y un suboficial. En una fiesta, en Viena, el coronel charla con un tal von Putendorf, quien comparte su pensamiento sobre la vida y la muerte, especialmente en el ámbito militar. Considera este ruso de origen alemán que el destino de todo soldado es la muerte en el campo de batalla, que todo lo demás es una anomalía sin sentido. La extraña charla no cae en el olvido, esa misma noche muere uno de los oficiales supervivientes del regimiento de las Dos Sicilias. En las semanas siguientes seguirán cayendo uno a uno el resto de militares. 
 Cada vez que se produce un deceso o una desaparición (pues uno de ellos, Fonseca, desaparece misteriosamente sin dejar rastro) hay la consecuente meditación acerca del significado de la vida y la muerte. En una de ellas, el coronel Rochonville reflexiona: "En el fondo, tal vez nunca debiéramos preguntar a nadie de dónde viene y adónde va, porque, ¿de dónde viene verdaderamente cada uno de nosotros? De la nada. ¿Y adónde va? Pues, igualmente, a la nada".
 El encargado de investigar las muertes y desapariciones es el detective Gordon, quien al principio es presentado como un tipo romo y sin inteligencia, pero que, en las postrimerías de la novela, se revela como agudo y perspicaz, entrando el mismo en esas reflexiones metafísicas.
 El resultado es una novela interesante en dos planos, uno superficial, el de la novela policíaca, que ya por sí solo merece la pena; y otro más elaborado y profundo, el de la consideración metafísica que da un interés añadido sin hacer la novela farragosa o pesada.
 En fin, otra gran novela de un intelectual dedicado a pergeñar textos interesantes que enriquecen al lector en cada página. ¡Qué diferencia con lo actual!

domingo, 7 de diciembre de 2025

"Diario de un desesperado", de Friedrich Reck-Malleczewen.

  Este es el texto más conocido de Friedrich Reck (lo llamaré así en adelante, pues parece que la segunda parte del supuesto apellido compuesto hace referencia sólo a su localidad de nacimiento y origen, y lo añadió él mismo para darse prestigio) junto con Historia de una demencia colectiva que ya reseñé en este humilde blog. Llamo texto a lo que voy a comentar a continuación pues, aunque lleve el título de diario, tiene enjundia suficiente para ser considerado ensayo, aunque no tenga la estructura necesaria y carezca de la bibliografía obligatoria. En cualquier caso, las fechas de este diario abarcan desde mayo de 1936 hasta el 14 de octubre de 1944, pocos meses antes de su muerte. Es un diario en el que critica acerbamente la Alemania del Tercer Reich y sus dirigentes, sin escatimar epítetos insultantes, muchos de los cuales le acarrearon la prisión. El texto en sí mismo, al igual que ocurría con Historia de una demencia colectiva es una prosa cuidada, pulcra y de gran riqueza léxica; al tener forma de diario no llega a ser nunca farragoso ni pesado, al contrario, es directo y rápido, pero siempre erudito. 
 Capítulo aparte merece la verosimilitud de lo contado. Friedrich Reck ha pasado a la Historia como un enemigo acérrimo del nazismo, que acabó matándolo (vía tifus exantemático) en el Campo de concentración de Dachau. Eso sí, no era en absoluto un revolucionario, ni defendía a los millones de inocentes asesinados por el Tercer Reich, sino que abogaba por una visión de Alemania y Europa más cercana al Antiguo Régimen que al siglo XX, ahora lo explico. Pero volviendo a la verosimilitud, Reck también fue conocido por, digamos, tener una imaginación muy viva o, diríamos hoy, adornar en exceso su curriculum vitae. En este sentido, es de gran ayuda el posfacio firmado por Christine Zeile, escritora y periodista que arroja luz sobre datos biográficos del autor, desmintiendo ciertos datos que él da por ciertos.
 Como decía, se trata de un diario en el que va desgranando su odio hacia el nazismo y sus líderes, que se va acentuando a medida que avanza el tiempo. Friedrich Reck se presenta como un "Junker", antigua nobleza baja de Prusia oriental y Pomerania, poseedores de grandes terrenos; su padre, ciertamente, era terrateniente en esa zona, aunque parece que conseguidos recientemente. Estos Junker eran un colectivo claramente arcaizante de la sociedad alemana, adheridos a viejos privilegios ya periclitados en el siglo XX, mantenían un monarquismo a prueba de bombas (aunque, luego explicitaré, el monarquismo de Reck era hacia la casa real bávara). Bien, desde esa hipotética visión Junker, el nacionalsocialismo era una suerte de revolución de obreros, de plebeyos, de chusma, en definitiva. Así trata Reck a los gerifaltes nazis. Para Friedrich Reck, la sociedad perfecta es la del Antiguo Régimen, con diferenciación de estamentos sociales impermeables, origen divino de la monarquía y unión entre Iglesia y Estado.
 Reck trata a Hitler de mediocre y vulgar, e incluso lamenta no haberlo asesinado cuando, en un evento oficial lo tuvo a pocos metros suyo, teniendo una pistola cargada en el bolsillo. Pero si el desprecio a los líderes nazis es patente, es más acentuado el rechazo a la sociedad que sigue el nazismo, a los que llama "hombre masa" (el mismo término, por cierto, que acuñara Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, filósofo español citado en un par de ocasiones por Reck). Estos hombres masa constituyen el sustento social del nazismo; son  la mediocridad intelectual personificada,  pronos a la vulgarización y adocenamiento.
 Entre las contradicciones de Reck, muestra un terrible desprecio hacia todo los prusianos, llegando incluso a usar un insulto estereotipado, "caras de patata". Él se siente más cercano a los bávaros y austriacos y sus supuestos refinamientos, frente a la vulgaridad de los prusianos, que sólo saben cumplir órdenes, promover el militarismo y ahorrar dinero. Algo sorprendente, pues aunque Reck vivía en Baviera, era prusiano de origen, nacimiento y crianza.
 Compara a Hitler (al que llama "el gran eunuco"), vegetariano y frugal, con Bismarck, canciller alemán conocido como un Pantagruel  capaz de comer como cuatro o fumar tres puros a la vez con una boquilla especial fabricada a tal efecto. Cree que el régimen está indefectiblemente unido a la condición física de su líder, por lo que no duda de que el Tercer Reich será de corta duración.
 El diario termina con los días de su encarcelamiento en Dachau; las razones del mismo, según Reck, son que nunca saludó con un "¡Heil, Hitler!", que no colabora con el régimen, que lo critica abiertamente ante distintas personas... Él mismo augura su fin cuando lo encierran en lóbregos calabozos llenos de piojos y pulgas donde antes se aislaba a enfermos de tifus. Efectivamente, moriría de tifus exantemático poco tiempo después.
 Hasta aquí el texto de Reck, como decía furibundamente antinazi, pero por defender sus supuestos privilegios de clase, no por las barbaridades que el Tercer Reich cometió contra sus propios ciudadanos y el resto de europeos. En todo caso, como decía antes, la escritora Christine Zeile firma un posfacio en el que se hace eco de distintas informaciones sobre Friedrich Reck, tanto de su época como posteriores, y que ponen en un brete las afirmaciones del autor. Tanto es así, que trata de aclarar sus mentiras, que, básicamente son estas: en primer lugar, aunque Reck se presente como Junker, ya lo dije antes, no lo era, puesto que su padre sí era terrateniente en Prusia oriental, pero no de origen noble; en segundo lugar, Reck nunca combatió en la Primera Guerra Mundial, aunque en el texto narra anécdotas y experiencias de su vida como alférez, lo cierto es que fue declarado "no apto" para el servicio por su diabetes; en tercer lugar, más que una mentira, es una inexactitud decir que fue detenido y encarcelado por no saludar con sus "¡Heil, Hitler!" correspondientes o por ser crítico con el régimen, puesto que la razón última de su encarcelamiento fue su negativa a alistarse forzosamente cuando fue llamado a filas (aunque ya contaba cincuenta y muchos años). Estas mentiras e inexactitudes pueden ser consideradas delirios de grandeza o simples simulaciones, pero lo cierto es que devalúan notablemente el valor testimonial de sus escritos. Esto, por cierto no es exclusivo de Friedrich Reck, todo un Premio Nobel de Literatura, Günter Grass negaba por activa y por pasiva haber pertenecido al ejército nazi, hasta que le demostraron fehacientemente que incluso formó parte (a edad muy temprana y en puestos subalternos, eso sí) de las Waffen-SS.
 En fin, a pesar de esas simulaciones, inexactitudes y claras mentiras, la obra de Reck merece ser leída. Es difícil, por no decir imposible, compartir desde el siglo XXI su arrobo por el Antiguo Régimen y sus brutales desigualdades, pero, como antes decía, la calidad prosística del prusiano es muy alta, y sus reflexiones son interesantes y, en muchos casos, acertadas.

sábado, 6 de diciembre de 2025

Inciso musical: sexto concierto de abono de la temporada 25-26 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Obras de Unsuk Chin, Mozart y Brahms.

   Ayer, la OSCyL estuvo dirigida por el batuta alemán Marc Albrecht, quien se compenetró perfectamente con la orquesta; el solista invitado fue el trompista croata Radovan Vlatkovic, que dio una agradable sorpresa a la sala, ahora cuento.
 Uno de las expresiones más manidas entre los musicólogos y programadores de conciertos a la hora de dar información en un programa de mano es la de "concierto contrastante", en el sentido, claro, de obras muy diversas entre sí. Les gusta mucho. Y, claro, en realidad es fácil conseguir que contrasten tres obras entre sí. Lo difícil (aquello en lo que fallan una y otra vez) es conseguir que esas obras contrastantes sean de la más alta calidad posible. Por ejemplo, en el concierto de ayer había notable contraste musical entre la obra de Mozart, el Concierto para trompa nº2, y la de Brahms, la Sinfonía nº1, pues el primero es la esencia del clasicismo mientras que el segundo lo es del Romanticismo. Hasta aquí todo perfecto, ya que las obras de Mozart y Brahms, como la totalidad de sus repertorios, son de una calidad excelsa, y, además, contrastan mucho entre sí. Objetivo cumplido. Ahora bien, ayer también hubo contraste no sólo por estilo musical, sino también de calidad. Me refiero a la obra de la compositora surcoreana Unsuk Chin, cuya obra, Frontispiece, estaba a años luz de cualquier obra de Mozart o Brahms. Vamos, dicho sin circunloquios, que Frontispiece es un auténtico bodrio.
 No quiero ser injusto, es posible que si se escucha la obra de Unsuk Chin de forma aislada, sin escuchar a continuación a Mozart, tal vez (digo sólo "tal vez", que nadie vaya más allá) se pueda encontrar alguna virtud en esa obra carente de melodía y ritmo. Pero es que, amigos míos, la música es la combinación armoniosa de melodía y ritmo, si carece de estos elementos no es sino ruido. Y, para mí, no se ofenda nadie, esa pieza era ruido tocado por excelentes músicos con sus instrumentos profesionales y guiados por un notable director, pero ruido al fin y al cabo. Así que sí, efectivamente, hubo mucho contraste (pero del malo) entre Unsuk Chin, Mozart y Brahms.
 En fin, tras el mal trago, se interpretó el Concierto para trompa nº2 de Mozart. Y, claro, todo cambió. A mí, particularmente, cuando estaba escuchando ayer me venía a la cabeza cómo un genio que sólo vivió treinta y cinco años en este atribulado mundo y que pasó por todo tipo de miserias y problemas pudiera componer obras tan solemnemente complacientes. Me explico: no es cuestión de Mozart sino del Clasicismo musical en general, con sus frases musicales claras y sencillas, sin el exceso del periodo anterior, el Barroco; el ritmo armónico más lento y cadencioso que en el Barroco; el predominio del modo mayor, mucho más optimista, sobre el modo menor, idóneo para expresar estados anímicos decaídos. La combinación de esas tres características (y la genialidad sin igual de Mozart, por supuesto) hace que sus obras sean un canto a la resiliencia, a seguir adelante pase lo que pase. Pero, cuidado, no es optimista como tantas obras del Romanticismo (estoy pensando en la Sexta sinfonía de Beethoven) que te elevan el ánimo en cuanto se escuchan los primeros acordes. No, las obras mozartianas, y por extensión todas las clásicas, no te animan, simplemente manifiestan que todo sigue adelante, en un equilibrio natural que lleva milenios funcionando. Para un servidor escuchar a Mozart es darse cuenta de la irrelevancia de los acontecimientos cotidianos, es como olvidarse de todo lo que ocurre a mi alrededor para volver a la perfección musical que me acuna y protege; no es, como en el caso de muchas obras románticas que dicen: "¡vamos, ánimo, lucha contra el desaliento, que no te venzan las dificultades!". No, escuchar a Mozart es como si te dijeran: "la cotidianeidad es intrascendente, ignórala". En muchos sentidos escuchar a Mozart es una experiencia religiosa, ya que te aísla del mundo, de sus miserias y sufrimiento. Igual que un místico centra su existencia en lo espiritual, escuchar a Mozart te permite prescindir del aplastantemente mediocre día a día. 
 Bueno, después de esta pequeña reflexión, diré que el Concierto para trompa nº2 cumple perfectamente con esos principios, incluso siendo la trompa un instrumento tan poco frecuente como solista. Estamos acostumbrados a disfrutar de las trompas como acompañantes, especialmente cuando se requiere melodías épicas (todos pensamos en Wagner cuando se habla de trompas). Así, las trompas parecen instrumentos muy burdos como para denotar sensibilidad. Bueno, ayer Radovan Vlatkovic demostró, con ayuda de Mozart, claro, que eso no es correcto, que la trompa también puede transmitir refinamiento y delicadeza. Por cierto, la pequeña y agradable sorpresa que Vlatkovic nos regaló fue un bis navideño, en el que los seis trompistas de la OSCyL y él mismo interpretaron un popurrí de villancicos, ataviados los intérpretes con el inevitable gorrito de Papá Noel. Una delicia.
 Después del descanso tocó la Sinfonía nº1 de Johannes Brahms, una de las típicas sinfonías románticas. En primer lugar, la potencia de la sinfonía romántica lleva al mayor desarrollo de la orquesta, con todos sus músicos en escena, perfectamente sincronizados por Marc Albrecht; en segundo lugar, la sensibilidad y el sentimiento del Romanticismo regala frases musicales emotivas, con las que es muy difícil no dejarse arrastrar y empezar a mover cabeza, manos o pies. Como decía antes, contrasta con Mozart, es diferente, ni mejor ni peor, simplemente diverso. Dicen los musicólogos que Brahms tardó más de catorce años(de 1855 a 1874) en concluir esta sinfonía, en parte por el perfeccionismo del compositor alemán, en parte por la inmensa influencia de la Novena sinfonía de Beethoven (escrita en 1824). Parece ser que la  última sinfonía del sordo genial provocó tal terremoto en todos los compositores del momento que muchos tuvieron que reinterpretar sus obras para que no quedaran arrumbadas ante la brillantez sin igual de la Novena. La Sinfonía nº1 de Brahms está estructurada en los típicos cuatro movimientos, que difieren notablemente en los tempi, en los ritmos: el primero, Un poco sostenuto - Allegro tiene un compás 6/8 que consiste en un único tema que es interpretado en distintas variantes según familias de instrumentos; el segundo movimiento, Andante sostenuto, está en compás 3/4, con un carácter lírico y movido; el tercero, Un poco allegretto e grazioso, está en tempo 2/4 e incluye la melodía más reconocible de toda la sinfonía, liderada por el clarinete y el oboe con el sustento de toda la cuerda; por último, el cuarto movimiento, Adagio - Più andante - Allegro non tropo, ma con brio, está en compás 4/4 con un Finale también muy reconocible. Es, en definitiva, una obra monumental, que da para estudiarla días movimiento a movimiento. El desempeño de la OSCyL, una vez más, de matrícula de honor. 

miércoles, 3 de diciembre de 2025

"Siempre un poco más lejos", historietas de Corto Maltés, por Hugo Pratt.

  Siempre un poco más lejos contiene cinco historietas protagonizadas por Corto Maltés y ambientadas en América, principalmente el Caribe y el río Orinoco. Son cómics no continuos, pudiéndose leer pues de forma independiente. Al igual que ocurre con el resto de la obra de Pratt, los mediocres argumentos no están a la altura de los excelentes dibujos, ejemplo de arte menor con aspiraciones a arte a secas. La edición que he disfrutado es de Norma editorial, en  blanco y negro, publicada en 2019 en tapa dura y papel de buena calidad. Los más puristas disfrutan del cómic en blanco y negro, que da una sensación más dramática, menos comercial al tebeo. Pratt lo escribió en 1970, pero está ambientado en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, incluyendo varios personajes rebotados de aquella carnicería. Protagonistas habituales, aparte de Corto, como Leví Columbia y Steiner aparecen en las narraciones. La esmerada edición de Norma incluye un prólogo de Ana Merino, así como unos dibujos coloreados de Pratt, con técnica mixta, plumilla y acuarela.
  Cabezas y hongos sitúa a Corto en Maracaibo (Venezuela) con Leví Columbia y Steiner. El anticuario quiere ir en busca del mítico "Eldorado" y planea una expedición por el Orinoco. Consiguen hongos alucinógenos y pretenden ir a territorio de los jíbaros, los reductores de cabezas.
 La conga de las bananas es otra historia enrevesada y poco interesante pero con excelentes dibujos. Corto está en Mosquito (quizá la Costa de Mosquitos, actual Honduras). Matan a un tipo ante sus ojos para robarle el maletín que porta. Corto se queda con el maletín por el que varios individuos son tiroteados y muertos. Se descubre finalmente que el dichoso maletín tan solo contiene recortes de papel de periódico.
 Vudú por el presidente está ambientado en Barbados, a donde llega Corto con Steiner. Allí unos pocos locales tienen atemorizado a toda la población con la momia del antiguo presidente. Corto conseguirá convencer a la gente para que se levante en armas contra los tiranos.
 En La laguna de los hermosos sueños aparece un nuevo personaje, un joven oficial británico que delira a la orilla de una laguna del Orinoco. Los indios caribeños lo dejan morir entre sueños de victorias militares, idilios románticos y triunfos personales.
  En Abuelos y leyendas contratan a Corto Maltés para que encuentre a un niño mestizo, hijo de india jíbara y de europeo. Lo encuentran con la ayuda de su abuelo materno, que iba de incógnito como guía. Finalmente, el abuelo paterno permite que la criatura mestiza se quede en la jungla sudamericana.
 Otro cómic típico de Pratt, pues, extraordinarios dibujos, regulares tramas.

"Mientras dan las nueve", de Leo Perutz.

  Sexta novela que leo del autor praguense, y cambio de tercio. Las cinco anteriores podrían ser calificadas como "novelas históricas" en el sentido de que Perutz idea una trama en un periodo histórico perfectamente reconocible, en el que alterna personajes reales con otros inventados. Mientras dan las nueve, sin embargo, no tiene referencia histórica alguna; se trata de una obra de ficción por completo, con personajes totalmente ficticios. Por supuesto sí hay una línea literaria común con las otras, especialmente con un sentido del absurdo, que  identifiqué más claramente en ¿Adónde vas, manzanita?, y es un argumento un tanto desquiciante que hace que el personaje protagonista se choque una y otra vez contra situaciones absurdas y angustiosas que lo retrotraen a momentos ya vividos. Vamos, lo que hoy conocemos como "kafkiano". Y es que, al igual que los personajes de Franz Kafka en El proceso o El castillo, el protagonista de Mientras dan las nueve está atrapado en una suerte de círculos viciosos de los que no puede salir. La sensación de absurdidad, sinsentido y opresiva realidad domina a Stanislaus Demba hasta su muerte. Tal vez no tenga la fuerza de La metamorfosis, en la que Kafka retrata genialmente la vida alienante y perturbadora de un ciudadano de a pie, pero sí comparte con ella la existencia monótona, cíclica y sin salida del hombre moderno.
 En esencia, el argumento gira en torno a Stanislaus Demba, un estudiante universitario que se mantiene económicamente a duras penas dando clases particulares a niños y con alguna traducción. Demba está enamorado de una tal Sonja, que no lo corresponde, ya que ella bebe los vientos por un tal Weiner, que planea llevarla a Venecia. Muerto de celos, Stanislaus intenta por todos los medios conseguir el dinero necesario para ese viaje, pensando que así Sonja se fijará en él. Y en ese afán, el de conseguir dinero, trascurre toda la novela. Cada vez que está a punto de conseguir el vil metal, alguna circunstancia ridícula se interpone e impide el ansiado fin. Así, trata de cobrar por adelantado las clases particulares a los niños de una acomodada familia, y cuando ya tiene el dinero a su alcance quema accidentalmente la alfombra de la casa con la ceniza de un puro y, por vergüenza sale corriendo de la casa, dejando el dinero atrás. En otra ocasión, trata de vender unos costosos libros que ha "tomado prestados" de un anticuario; el comprador sospecha el robo y llama a la policía, que acaba esposando a Demba; aun maniatado, consigue huir de los policías. A partir de entonces, Stanislaus llevará las manos esposadas, teniendo que usar una vieja capa para disimular los grilletes. Siguiendo con la búsqueda del dinero, juega en una casa de apuestas, consiguiendo una alta suma, suficiente para su viaje, pero los organizadores de la timba sospechan que ha robado un reloj (algo que no es cierto) y, para no ser denunciado a la policía, tiene que salir huyendo sin el dinero. Otra vez consigue el dinero, pero se le cae el sobre en el que lo lleva, cuando se da cuenta un policía lo ha recogido y se lo va a devolver; él, temeroso de que vea que, bajo la capa, lleva las manos esposadas, dice que el dinero no es suyo y el policía se lo entrega a otro transeúnte. En fin, un ciclo vicioso impide que se haga con el dinero. La novela acaba con la muerte, inexplicada, de Stanislaus Demba.
Leo Perutz. Imagen tomada del sitio www.goethe.de
 La opresiva sensación final tras leer la novela no difiere mucho de lo que se siente con las novelas de Kafka. De puro absurdo, la vida de Stanislaus Demba no puede ser más verosímil. La semejanza con el autor de La metamorfosis es patente. Sin embargo, Mientras dan las nueve fue publicada en 1918, entre El proceso (1915) y El castillo (1922). Kafka tuvo el boom editorial y de público ya a mediados de la década de los 60, con lo que es muy improbable que Perutz y él se hubieran conocido, aun siendo ambos coetáneos y praguenses. Es más verosímil contar con una coincidencia de estilos y temas por la influencia social y política de la Europa central de finales del XIX y principios del XX.

domingo, 30 de noviembre de 2025

Adventus Domini.

Fra Angelico. (1425-1426). La Anunciación [temple sobre tabla]. Madrid: Museo del Prado.
Imagen tomada del sitio www.museodelprado.es

viernes, 28 de noviembre de 2025

"El Consejo de Egipto", de Leonardo Siascia.

  Según parece, Leonardo Sciascia fue profesor de educación primaria la mayor parte de su vida profesional; ya pasados los cincuenta, gracias a publicaciones en diarios y a las propias novelas que iba sacando con aceptable éxito de público y crítica, pudo jubilarse de la profesión docente y dedicarse en exclusiva a la literatura. Quiero decir con esto que Sciascia fue casi veinte años (murió a los sesenta y ocho) un escritor profesional. Esto implica que ya no vale con escribir lo que uno piensa y siente (probablemente, el siciliano escribiría "para sí mismo" durante la mayor parte de su vida) sino que uno está obligado a presentar un escrito con una periodicidad determinada por exigencia de la editorial. Esta exigencia contractual lleva a los autores a bajar necesariamente su calidad literaria (no en todos, claro) y, sobre todo, a cultivar todo tipo de subgéneros literarios que, tal vez, no eran los propios del escritor. Uno de esos subgéneros literarios muy recurridos son las llamadas "novelas históricas", en las que el autor, que ya no tiene imaginación para pergeñar argumentos propios, reinterpreta una época pasada de un determinado país o región. Esto, quizá, sea aplicable a Sciascia. En todo caso, seamos compasivos, las características del autor, esas que nos hacen valorarlo y leerlo, permanecen.
 El Consejo de Egipto  es, efectivamente, una novela histórica. Al menos está ambientada en Sicilia (indefectiblemente en Sciascia) en 1782, es decir, en el Reino de Sicilia bajo dominación borbónica. Aquel periodo de finales del siglo XVIII fue tiempo de revoluciones antimonárquicas en toda Europa; la más importante, obviamente, la Revolución Francesa, que tuvo lugar en 1789. Pero incluso en la periférica y tradicionalista Sicilia también hubo revolucionarios antimonárquicos que veían en la forma republicana el camino más sensato y moderno para que los pueblos se autogobernaran. El revolucionario de Sicilia fue el abogado Francesco Paolo Di Blasi, personaje secundario de esta novela, que llegó incluso a tramar el asesinato del arzobispo de Palermo y virrey de Sicilia, Filippo Lopez y Royo. La confabulación antimonárquica fracasará y Di Blasi será decapitado. Por otro lado, un monje maltés, Giuseppe Vella, personaje central de la novela, fue un falsificador de códigos y un tipo con una caradura impresionante. Fue capaz de hacer creer a sus superiores, principalmente al arzobispo, que había traducido un código que contenía correspondencia de los emires de Sicilia con los príncipes árabes del Norte de África, cuando en realidad contenía una biografía de Mahoma, ése era el Código de Sicilia. Pero fue más allá cuando se inventó el Consejo de Egipto, que, según el tal Vella, relacionaba a los nobles normandos con la entonces actual nobleza Siciliana. Por supuesto, todo era falso. La impostura la descubrió un conocido arabista de origen austriaco, Joseph Hager, lo cual acaba llevando a Vella a la cárcel.
 Bueno, pues todos esos hechos históricos los novela Sciascia con esa ironía que caracteriza al italiano. Tanto es así, que el gran impostor, Vella, es retratado más como un tipo genial capaz de burlarse de todo y de todos. Es, en buena medida, el carácter siciliano, ácrata y burlesco ante toda autoridad y con la creatividad que da el mediodía. Es probable que los hechos fueran mucho más sórdidos e incluso brutales (especialmente la tortura y ejecución de Di Blasi, claro), pero, pasados ya dos siglos, se reinterpreta más jocosamente.
 En fin, una de las características de Siascia, quizá la principal, es la búsqueda de la "sicilianidad" en sus personajes, en buscar comportamientos que son comunes a todos y que son explicables por la forma de ser insular. Esto vale tanto para finales del XVIII como para finales del XX, cuando escribe novelas en las que la mafia (principalmente, la Cosa nostra) es la protagonista principal. En esta novela no hay mafia en Sicilia, de momento, pero Sciascia describe unos comportamientos de abuso de unos ciudadanos sobre otros que no es sino una variedad local del feudalismo; también la ausencia de una policía eficaz llevó en esos tiempos a que todo el mundo se tomase la justicia por su mano, que no eran sino las famosas vendettas que, más organizadas se producirán después. En todo caso, Giuseppe Vella no era siciliano, sino maltés, pero ese carácter irreverente y de desafecto a la autoridad es tomado como ejemplo claro del estereotipo siciliano.
 Una novela muy interesante, que mantiene el rigor histórico para que pueda llamarse propiamente "novela histórica", pero que fabula suficientemente para que sea amena y entretenida.

sábado, 22 de noviembre de 2025

"Stuck Indoors Reading", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the website www.incidentalcomics.com

"Una boda en Lyon", de Stefan Zweig.

  Otro pequeño tomito de Stefan Zweig editado por Acantilado, con cuatro relatos, de los menos conocidos del vienés, pero con su habitual prosa reposada, adjetivada y culta. Aun a riesgo de propasarme, recomendaré al lector que lea este libro en época cercana a la Navidad, pues los temas tratados en sus relatos encajan perfectamente con un tiempo en el que muchos nos sentimos llamados a una nueva conversión, la enésima, para ser mejor persona y crear entre todos una mejor sociedad. Suena ñoño y cursi, lo sé, pero si el lector de este humilde blog ha leído los relatos lo entenderá inmediatamente. Al margen de los temas, como antes decía, la prosa de Zweig es inconfundible; teniendo en cuenta que esto fue escrito en el primer cuarto del siglo XX, podría decirse que es una prosa anacrónica, arcaica. La cantidad de frases subordinadas que incluye, la profusa adjetivación (muchas veces, redundante) o la utilización de numerosas perífrasis provoca esa lectura lenta y despaciosa  que tanto disfrutamos.
 Una boda en Lyon es el primer relato y el que da título al volumen. Es una defensa cerrada del amor y la cordura en tiempos de violencia y locura. En los tiempos más salvajes de El Terror en la Revolución Francesa, unos novios ya en capilla son detenidos y separados. Por casualidad acaban en el mismo calabozo esperando su cruel destino. Cuando sus compañeros de infortunio se enteran de su terrible historia convencen a un sacerdote, también condenado, para que los case, e incluso consiguen que pasen una noche de bodas en total intimidad, durmiendo todos los demás en el patio de la prisión. Al día siguiente, son fusilados. Es un relato emocionante, esperanzador e ilusionante, el triunfo del amor sobre la muerte.
 La caminata es un hermoso relato cristiano (lo sé sobradamente, Zweig era judío, pero el espíritu y el texto es cristiano, léalo quien no me crea) en el que un peregrino que busca a Jesús en Jerusalén el día en que es crucificado. El cansancio y las distracciones (una mujer que lo seduce) lo retrasan. Llega ya cuando el Redentor está crucificado. Y sigue buscándolo.
 Un ser humano inolvidable. Una vivencia es el retrato de un hombre que vive al día, sin profesión ni oficio, ayudando a los demás y recibiendo su agradecimiento. Vive sin ambiciones, sin miedo ni obligaciones. Es alguien querido por su bondad, que no pide nada a cambio, que no acepta más de lo que necesita para pasar el día. Es un ser puro, sencillo, sin mácula.
 Dos solitarios es un bellísimo relato de dos seres maltratados por todos, incomprendidos, feos por fuera pero hermosos por dentro, que se unen en el dolor y encuentran comprensión el uno en el otro.
 Leyendo esta brevísima recensión se entenderá por qué es un libro para época navideña, o, al menos, para todos aquellos que quieran poner un poco de buena voluntad y esperanza en este matadero que llamamos sociedad.