Otra historia de Corto Maltés, escrita y dibujada por su creador, Hugo Pratt. Este cómic, la última entrega de Corto (escrita y dibujada por Pratt), se publicó en 1988, y contiene tanto las habituales virtudes como los defectos frecuentes en, por otra parte, uno de los mejores historietistas de toda época. Está ambientada en las Antillas, pero, como también es normal en Pratt, mezcla un montón de cosas: la Atlántida, la civilización maya, la búsqueda de la fuente de la eterna juventud, los viajes colombinos, los supuestos pero nunca demostrados viajes hacia América de expediciones precolombinas... Un totum revolutum que deja al lector cultivado un tanto perplejo, pues parece que Pratt, al igual que los personajes del tebeo, hubiera consumido hongos alucinógenos antes de idear la historieta. Pero, para ser justos, las virtudes de este cómic están en las altísimas calidades de sus dibujos, muchos de los cuales podrían formar láminas artísticas por sí solos. En el mundo de la historieta hay de todo: desde artistas que descuidan los dibujos y se centran en el argumento, hasta grandes dibujantes que no son buenos escritores, como Pratt. Estudiando con esmero sus dibujos, da la sensación de que Pratt fuera más un dibujante dado al diseño de moda, por ejemplo, que a la confección de tebeos. El hecho de que su técnica mixta combine la línea clara (a su manera, no en sentido estricto) con la acuarela para las viñetas grandes y alguna técnica más (como el uso de la plumilla) lo convierte en un dibujante único, irrepetible (por mucho que, a su muerte, se hayan creado más historietas de Corto Maltés). Es lo que siempre se dice: en los historietistas que son escritores y dibujantes a la vez, siempre son mejores en algo y peores en lo otro. En el caso de Pratt no hay duda de que es un excelente dibujante y un mediocre escritor.
Por otro lado, MU. El misterio del continente perdido es una de las historias más flojas de Corto Maltés. El argumento es muy mediocre y los diálogos perfectamente olvidables. La edición de Norma que tengo en las manos tiene ya veinticuatro años, pero sigue siendo una publicación excelente que explica los intereses del autor, su cosmovisión, el porqué de la obra... Sin esos prólogos de casi cien páginas, el cómic tendría peor interpretación por parte del lector. Así, Norma editorial incluye en ese prefacio las teorías un tanto desnortadas sobre viajes hacia América por parte, no ya de vikingos, que según los historiadores fueron posibles y aun probables, sino por las casi imposibles expediciones de monjes irlandeses anteriores a aquéllos, e incluso griegos que atravesaran todo el Mediterráneo y llegaran al Caribe. Sin esas explicaciones (citadas casi en plan ensayístico, con autores y bibliografía) el lector del cómic no entendería que pinta un monje irlandés en unas ruinas mayas... Ésa es otra: la también delirante teoría histórica (pero hubo autores supuestamente serios que apostaban por ella) según la cual la ya de por sí hipotética Atlántida no fue sino una cultura maya desaparecida tras la explosión de un isla volcánica. En fin, notable esfuerzo el de la editorial para aclarar todo esto, pero, al menos si lo lee un lector adulto, se tiene la sensación, como antes decía de que Pratt había consumido algún alucinógeno durante la creación del cómic.
Porque, aparte de la mezcolanza de teorías indemostrables, el guion es débil: no se sabe a ciencia cierta por qué está Corto Maltés en las Antillas, ni cómo ha llegado. Sí se insinúa que Rasputín va, como es normal en este personaje, tras un supuesto tesoro sumergido, pero poco más. Igualmente, la historia acaba sin estar totalmente justificado su final, da la impresión de no estar bien rematada.
En fin, me siento un poco como un blasfemo que defenestra a uno de los mayores dibujantes de cómic de la Historia; como un iconoclasta capaz de criticar nada menos que a Corto Maltés, personaje precisamente icónico de los tebeos... Pero así lo siento, creo que los dibujos de Hugo Pratt son extraordinarios, pero sus argumentos flojos y poco desarrollados, y a mis cincuenta y tantos años ya he leído unos cuantos cientos de cómics como para poder decir esto sin sonrojo.

