sábado, 23 de agosto de 2025

"El ceremonial. Antología de relatos de Folk Horror". Parte tercera: "El corazón del bosque".

  La tercera parte de los relatos de Folk Horror contenidos en El ceremonial tienen que ver con bosques y, en general, la naturaleza indómita, recurrente ambientación para narraciones de terror. Y es que el ser humano no ha perdido totalmente el instinto de animal que se sabe presa además de depredador. El bosque, especialmente de noche, se nos antoja como un medio hostil lleno de criaturas amenazantes capaces de poner en peligro nuestra existencia. Son innumerables los relatos y leyendas terroríficas que presentan al bosque como un lugar peligroso; en nuestras latitudes y longitudes los aquelarres, por ejemplo, siempre se celebraban en el medio natural, ya fueran grutas o impenetrables forestas. 
 La editorial Valdemar ha seleccionado relatos de M. R. James, Saki, Mark Samuels y Algernon Blackwood, este último en dos ocasiones.
 Luces antiguas es el primer texto de esta parte, de Algernon Blackwood. Un agrimensor va a reconocer un bosque cuyo propietario quiere talar. Pero es un bosque encantado que lucha por su vida, rechaza, hostiga y acaba expulsando al anonadado agrimensor.
 A continuación le toca el turno a otro británico, M. R. James, con su Los mojones de una propiedad vecina. Montague Rhodes James fue un anticuario y medievalista más que escritor, aunque su forma de "ganarse la vida" fuera la de profesor en la prestigiosa y elitista universidad de Eton. Digo esto porque esa condición de medievalista y anticuario marcan sus relatos inconfundiblemente. Este relato está ambientado en bosque con fantasma, el de una difunta propietaria que, en vida, actuó con gran malicia y perversidad.
 Los sauces también es de Algernon Blackwood, un cuento ambientado en el Danubio, por el que los protagonistas navegan en una piragua. Llegan a un islote fluvial poblado por raquíticos sauces que no pasan de la categoría de arbustos. De forma precaria, los dos excursionistas pasan unas noches en ese islote, protegidos del omnipresente viento y del nivel creciente del agua por una mísera tienda de campaña. A medida que el tiempo pasa, el islote va menguando. Las alucinaciones se alternan entre los dos personajes, que creen ver luminiscencias amenazantes sobre los sauces. Acaban por concluir que el río o los sauces o una fuerza de la naturaleza quiere sacrificarlos. Todo acabará cuando el cadáver de un campesino aparezca en el islote fluvial. Este es, sin duda, la mejor narración de esta parte del volumen.
 El relato de Saki es La música de la colina, que presenta la ironía característica de Hector Hugh Munro, nombre de pila del autor. Una pareja londinense se muda al campo. Se encuentran con que los locales todavía adoran al primitivo dios griego Pan, hasta el punto de hacer pequeñas ofrendas de fruta. Ella, escéptica, retira una de esas ofrendas y, en consecuencia, el dios Pan se venga utilizando a una de sus criaturas, un ciervo.
 Por último está el relato de Mark Samuels, el único contemporáneo de los presentados, titulado Una infestación elemental. Aquí un bosque de tejos impide que se construya una carretera a su través. En ese bosque se encontró un cuerpo momificado con dos mil años de antigüedad. Un funcionario municipal, un tal Havelock, encargado de investigar la demora en la construcción de esa carretera, será sacrificado para evitar la destrucción de los tejos.
 En fin, cuatro relatos de calidad desigual (mucho mejores los de Blackwood y Saki) que ilustran ese miedo cerval que el hombre tiene a lo desconocido, al bosque, a sus criaturas, a su incapacidad para luchar contra ellos...