martes, 26 de agosto de 2025

"Los oscuros años luz", de Brian Aldiss.

  Hay novelas que, según uno las va leyendo, va pensando: "¡qué mal está aprovechando el autor la idea original!" Porque, y eso me ha pasado con Los oscuros años luz, se encuentra uno con excelentes ideas, argumentos a priori interesantísimos y temas igualmente sugestivos, pero, sin embargo, el escritor no parece sacarles rédito, convirtiéndose al final en una novela tediosa. Cuando leí la sinopsis de la contraportada de esta  novela, conociendo la excepcional calidad que tenía Aldiss para pergeñar mundos paralelos, pensé que Los oscuros años luz podía estar a la altura de Heliconia, una excelente trilogía que ya reseñé en este blog; pero no, desgraciadamente no. El autor no acaba de sacar el máximo partido a un tema tan interesante (en el ámbito de la ciencia ficción, pero también en el filosófico, aunque sea una filosofía "de andar por casa") a las relaciones humanos-alienígenas, enfocando desde ambos extremos la relación, especialmente cuando la especie alienígena es, a todas luces, mucho más evolucionada e inteligente que la humana. No, Los oscuros años luz se pierde en describir relaciones entre los investigadores humanos, ya sea de índole laboral o familiar y personal.
 Desde el punto de vista estructural, la novela está dividida en catorce capítulos, siendo el primero y el último del presente narrativo, mientras que el resto es una analepsis. Incluso con estos saltos en el tiempo, el regusto que deja la novela es un tanto amargo.
 El argumento se explicita en el primer capítulo como una relación entre unos seres alienígenas a los que despreciativamente llaman "hombres-rinoceronte" pues tienen el aspecto poco grácil de este animal terrestre, si no fuera por su seis extremidades locomotoras y sus dos cabezas. Pero para gran indignación y repulsa de los científicos, los alienígenas centran su cultura en restregarse en sus propios excrementos, algo que, lógicamente, para los prejuiciosos "exobiólogos" no puede ser sino síntoma de que son animales inferiores, incapaces de emitir el más mínimo juicio racional. Que los tratan como cerdos, vamos. Así, esos investigadores se dedican poco más que a cazar a esos alienígenas y diseccionarlos, cuando no practicarles una brutal vivisección para comprobar su resistencia al dolor. Todo eso lo confronta Aldiss de forma magistral con los pensamientos de los alienígenas, mucho más elaborados y refinados que los de los humanos. Aquéllos no entienden cómo éstos pueden practicar tales iniquidades con ellos; las víctimas se apiadan de sus verdugos, de las brutalidades que cometen con ellos. Y todo porque los científicos humanos no entienden la relación cultural que esos extraterrestres tienen con sus propios excrementos. Es por ello por lo que en la contraportada se cita una frase contenida en la novela, muy humana, que es la de "la civilización es la distancia que el hombre pone entre sí mismo y sus excrementos". Esa frase, muy victoriana, en efecto, supone el mayor prejuicio que impide ver en al otro una cultura distinta, ni mejor ni peor, tan solo distinta. Se me ocurre que algo semejante debió ocurrir cuando los exploradores europeos del siglo XIX se topaban con tribus centroafricanas que tenían (y tienen hoy, al menos los no occidentalizados) la costumbre de untar su piel y pelo con una mezcla de arcilla rojiza (ocre) con grasa animal. A pesar de la evidente protección que tal mejunje les proporcionaba tanto del sol como de los insectos hematófagos, los europeos sólo vieron cómo unos salvajes en taparrabos se ensuciaban de pies a cabeza con un potingue repugnante. (Curioso, por cierto, que decenios después se pusiera de moda en toda Europa untarse con lodos en famosos balnearios...). En fin, el tema principal en Los oscuros años luz es el choque cultural entre especies de distintos planetas. Pero hay otros temas...
 Y esos otros temas, quizá muy interesantes para otros, en mi humilde opinión arruinan la novela. Porque la mayor parte de la misma se dedica a describir las relaciones entre los científicos humanos: envidias profesionales, celos en la pareja, dificultades en las relaciones paterno-filiales... En fin, temas tal vez atractivos, pero que para mí, en una novela de ciencia ficción , están de más.