viernes, 27 de junio de 2025

Decimoctavo (y último) concierto de la temporada 24-25 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Obras de Richard Strauss y Mahler.

  Ayer tuvimos el último concierto de la temporada de la OSCyL, una temporada aprobada con matrícula de honor... y otra temporada ya programada para poco más de tres meses. Y es que es motivo de orgullo y de satisfacción, como decía aquél, que una orquesta sinfónica de la categoría de la OSCyL haya elevado el tono cultural (no siempre tan alto como uno deseara) de la ciudad de Valladolid y de toda Castilla y León. Un auditorio de más de mil setecientas localidades, siempre ocupadas en su totalidad, refrenda el interés que la capital del Pisuerga tiene por la música culta. Pese a los negros augurios de la gentuza que copa política y medios de comunicación, la ciudadanía, al menos la élite de la misma, responde con entusiasmo una oferta cultural del  más alto nivel. No puedo ocultar mi deleite por ello, y lo hago de la forma más práctica, renovando cada año mi abono para la OSCyL. Desde este humilde blog quiero agradecer a todas las personas involucradas en que cada día se pueda llevar a cabo la interpretación de las mejores obras sinfónicas de todos los tiempos, muy en especial, claro, a los músicos de la orquesta, excelsos artistas, y a su director titular, Thierry Fischer, a su profundo conocimiento musical y a su capacidad de liderazgo.
 Así que, como colofón de la temporada, ayer se eligió a Richard Strauss y a Gustav Mahler. De Strauss sus Cuatro últimas canciones (Vier letze lieder) en las que el austriaco  musica cuatro poemas de Hermann Hesse y de Joseph von Eichendorff. La cantante escogida fue la soprano sueca Miah Persson, quien ya había actuado con anterioridad en el Miguel Delibes. Es ésta una obra que, aun siendo fácilmente entendible (los poemas están dedicados a la primavera, septiembre, al descanso y al crepúsculo; y las melodías románticas están en clara sintonía con los temas) ha podido quedar un tanto desfasada con respecto a los gustos contemporáneos. En todo caso, la sensibilidad del autor de Así habló Zaratustra o de Muerte y transfiguración transmite la belleza que percibieron los poetas ante la contemplación de la naturaleza. La soprano sueca lo ejecutó a la perfección, aunque, parece ser que es su costumbre, no se dignara a dar bis alguno.
 Y después del descanso, la obra grande, verdadera despedida de la temporada, la Sinfonía Nº5 de Mahler. Esta sinfonía, tanto por su duración (más de setenta minutos) como por su amplitud melódica y rítmica justificaría por sí sola el concierto. Mahler ha sido un genio de tardía aceptación por la mayoría de los melómanos. Sin duda, su condición de judío en una época en la que el antisemitismo crecía cada año en todos los ámbitos sociales, pero también su carácter apocado, pusilánime y melancólico, así como la complejidad de sus obras hizo que muchos admiradores de la música culta tardaran en comprender que su genio musical no se aleja mucho de los de Beethoven o Mozart. Con respecto a la calidad del compositor, si es verdad que las sinfonías de Mahler no tienen la variedad rítmica y melódica de las de Beethoven, o la genialidad "fraseística" de Mozart, pero no quedan muy lejos. La Quinta sinfonía de Mahler está estructurada en cinco movimientos, siendo el primero y el segundo la sucesión de marchas fúnebres; el tercero, un scherzo delicado y hasta cierto punto juguetón; y el quinto, Rondo-Finale un compendio de todas las melodías anteriores. Dejo el cuarto movimiento aparte porque es de una calidad tan sublime que es por sí solo una gran obra musical. El Adagietto de esta sinfonía es otra de esas encarnaciones de la melancolía que todo ser humano ha sentido alguna vez por muy bruto que se sea. La melancolía, ese sentimiento agridulce que incluye tristeza, claro, pero también añoranza, recuerdo grato vive en un pentagrama desde que el señor Gustav Mahler compuso esta sinfonía. No es de extrañar que este movimiento haya sido interpretado en numerosas ocasiones, también en películas, como si fuera una obra independiente, pues transmite ese sentimiento de aflicción nostálgica mejor que ninguna otra melodía.
 En fin, y así se cerró la temporada 24-25. Deseando volver al Miguel Delibes en octubre.