sábado, 15 de noviembre de 2025

Inciso musical: cuarto concierto de abono de la temporada 25-26 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Obras de Coll, Wagner y Mahler.

  Anoche, la OSCyL estuvo dirigida por su batuta habitual, Thierry Fischer. Por razones que no se explicitaron, se modificó el orden de interpretación, iniciándose con Wagner, seguido de Coll y por último, Mahler. 
 Muchos de los que desprecian la música culta consideran que Wagner fue un autor de música épica, con dioses y criaturas mitológicas por doquier, tan sólo apta para ambientar películas bélicas. Obviamente, los que nos hemos dejado seducir por el Romanticismo musical hemos disfrutado cientos de veces de la sensibilidad extrema de Richard Wagner, capaz de componer, efectivamente, himnos enérgicos y vigorosos, pero también piezas de una sensibilidad enternecedora. El Idilio de Sigfrido pertenece a este segundo grupo. Por otro lado, es una pieza sinfónica independiente, no pertenece a ninguna obra operística, aunque, naturalmente, está basado en ese héroe mitológico germano que, matando a un dragón y manchándose con su sangre, se hizo inmortal, y en el que Wagner se inspiró para su ópera epónima en la que el dragón es bautizado como Fafner, al que matará con la espada Nothung, forjada por él mismo. Al bañarse con su sangre conseguirá la inmortalidad y la capacidad de entender a las criaturas silvestres. Un pájaro guiará a Sigfrido hasta la valquiria Brunilda, de cuya belleza quedará prendado. Bueno, pues el Idilio de Sigfrido narra ese enamoramiento. Dicen los musicólogos que esta obra fue compuesta en una de las mejores épocas personales de Wagner, cuando iba a ser padre de su tercer hijo (al que puso de nombre Sigfrido, claro), a orillas del Lago Lucerna. Desde luego, la paz y la felicidad se traducen en una melodía encantadora, que muestran a Sigfrido embelesado con la valquiria. El Idilio de Sigfrido es una de las pocas obras sinfónicas de Wagner, pensada para una orquesta reducida de trece músicos: flauta, oboe, dos clarinetes, fagot, dos trompas, trompeta, dos violines, viola, violonchelo y contrabajo. La frase musical más repetida, llevada por el violín solista, pero también por la flauta es una de las más bellas de todo el Romanticismo musical. Un comienzo de concierto inmejorable.
 Después se interpretó al valenciano Francisco Coll, compositor residente esta temporada, quien, por cierto, no se encontraba ayer en la sala (sorprendentemente). La obra interpretada ayer, Hímnica, fue compuesta, según el autor, "durante los extraños acontecimientos de 2020 y, para mí, representa la vida en toda su belleza y fealdad". Y, sí, la verdad es que bien se puede relacionar con aquel año maldito, el de la pandemia de Covid-19 que supuso la imposición de un confinamiento durante meses y la paralización de toda actividad social. Es una música que transmite la presencia de una amenaza ominosa. No es fácil de escuchar, desde luego. El autor la presenta como una suerte de pasacalle o chacona y afirma no pretender que fuera pesimista, pero la sensación de quien esto escribe es que sí lo es, pues traslada esos sentimientos de incomprensión y enfado, pero también resignación que todos tuvimos en aquel malhadado año.
 Después del descanso, el plato fuerte, la Primera sinfonía de Mahler, Titán, una de las obras más reconocidas del llamado "Postromanticismo". Dicen los musicólogos que Mahler estuvo inspirado por un romance con una mujer casada, que era "un ser luminoso, enteramente dedicado a la belleza y la bondad", lo cual deja claro la extraña y depresiva personalidad de Mahler, pues la sinfonía no transmite ese supuesto enamoramiento, sino un complejo mundo de sentimientos, alguno de ellos de claro ámbito funeral. La obra está estructurada en cuatro movimientos: el primero, "Langsam, scheleppend", incluye fragmentos modificados de composiciones previas del autor, con melodías amables en ritmos in crescendo (esto, por cierto, es característico de la sinfonía, el cambio de ritmos, no sólo entre movimientos, como es habitual, sino dentro de ellos); el segundo movimiento, "Kräfig bewegt, doch nicht zu schnell",  tiene una apariencia más tranquila y sosegada, aunque también incluye el cambio de ritmo interior al que antes aludía; el tercer movimiento, "Feierlich und gemessen", es el más hipnótico de todos, incluye la canción infantil Frère Jacques, pero en modo menor, dándole (como siempre en modo menor) un ambiente más triste, reforzado en este caso por un ritmo mucho más lento. Mahler troca, pues, una alegre canción infantil en una marcha fúnebre. ¡Increíble talento musical el de este hombre! El último movimiento, "Stürmisch bewegt", retoma la melodía inicial del primer movimiento, acabando la obra en un tutti apabullante.
 En fin, como decía al principio, no se explicitaron las razones para el cambio del orden previsto, pero, a toro pasado, parece que fue una buena decisión, pues acaba creando un bocadillo, con la obra más floja en el medio, comenzando con Wagner y acabando con Mahler, dos titanes que elevan el concierto de ayer a la categoría de lo excelso.

"La cita", de Alexander Lernet-Holenia.

  En este vetusto volumen de Biblioteca Universal Caralt (1976) que compré a través de la plataforma Iberlibro se incluyen ocho relatos, de diversa calidad, pero ninguno verdaderamente malo. Curiosamente, el título de la selección no es el del mejor relato, ni creo que el más comercial, aunque sí el que carece de referencias históricas (otros, ya en el título, se conecta con épocas pasadas como la Revolución Francesa). En todo caso, los relatos son muy característicos de Lernet-Holenia, con esos giros argumentales tan fantásticos que el vienés dominaba a la perfección y que dejan al lector con un sonrisa en la cara, deseando leer más. Usando tan bien como usa ese recurso literario, los relatos son más interesantes en Lernet-Holenia que las novelas, pues, al leerse de un tirón, se hace más patente la gran habilidad del autor.
 El primer relato es el epónimo del libro. La cita usa el malentendido y el equívoco, como casi todos los relatos, para pergeñar una historia en la que un hombre aborda a una mujer (en el mejor sentido de la expresión) y le cuenta cómo fue engañado en una relación anterior. La casualidad quiere que esa mujer fue robada anteriormente y su documentación  usada delictivamente por la anterior relación del hombre, con lo que éste cree estar hablando con la anterior.
 Una historia de amor de la época napoleónica es uno de esos relatos con giro argumental sorprendente. Al lector le presenta una joven de relativa alta cuna que quedó embarazada de un príncipe. Para no perjudicar el linaje real con un bastardo, se hizo casar a la chica por poderes con un oficial napoleónico al que se creía caído en batalla (un tal Fernando de Sala). Se mintió diciendo que el tal de Sala murió meses después de cuando había ocurrido para justificar el embarazo. La joven finalmente aborta y queda postrada en una depresión de la que se recupera en un balneario. En ese balneario contó la historia de su vida a un oficial francés, del cual se acaba enamorando. El giro final es que se descubre que este oficial no es otro que el propio Fernando de Sala, que no llegó a morir en combate y que volvió a Francia como desertor, conoció el enjuague que se había hecho con su identidad y buscó a su hipotética esposa.
 La baronesa narra una enredo femenino para cazar a un joven oficial y conseguir que su empingorotada familia lo acepte. Lo hará fingiendo un embarazo que no puede existir al no haber llegado a tener trato carnal. Un relato enrevesado, pero que, probablemente y teniendo en cuenta la mentalidad femenina, haya podido pasar en alguna ocasión.
 Las hermanas es, tal vez, el relato más flojo del libro. Dos hermanas gemelas, una confidente de la policía, otra espía para una potencia extranjera. La confusión esperable.
 Los Reyes Magos de Totenleben. Precioso relato navideño al estilo de Lernet-Holenia. En la Guerra de los Treinta Años, tres generales, cada uno de un ejército (sueco, francés y alemán) se juntan en una aldea destrozada por los bombardeos. Conspiran para mantener artificialmente la guerra y así poder cobrar sus emolumentos sin fin. Para no levantar sospecha en la escasa población civil se pondrán unas capas de vistosos colores que oculten sus respectivos uniformes. Paralelamente, en el establo de la humilde posada en la que parlamentan una pobre pareja se ha refugiado, ella está a punto de dar a luz. Cuando se enteran de la feliz circunstancia del nacimiento de la criatura, los tres generales se sienten obligados a dar un pequeño regalo al recién nacido; uno le dará una cadena de oro, otro una sortija de rubíes y el último, una bolsa de monedas. Así, los tres generales, camuflados con sus coloridas capas, se han convertido en unos reyes magos improvisados. ¡Excelente relato!
  Las tres plumas es otro relato que usa el equívoco de dos hermanastras, físicamente idénticas pero con vidas radicalmente opuestas, pues mientras una es una joven de la alta sociedad, la otra es prostituta.
  El señor de París es el nombre que da Lernet-Holenia al verdugo, por extensión, a la muerte. Ambientado en la época del terror revolucionario; un escritor predice, estando en una reunión de aristócratas, que todos, incluido el mismo, morirán en el cadalso, a excepción de un joven conde y su amante. Tras enormes peripecias en las que parece que no se cumplirá el pronóstico, acabará por cumplirse al pie de la letra.
 La isla del esqueleto es un relato de búsqueda de un tesoro de  piratas en una isla de la costa Este de los Estados Unidos. Un relato un tanto anodino e incluso previsible, algo infrecuente en este gran autor vienés.