lunes, 10 de noviembre de 2025

"Prométeme que te pegarás un tiro. La historia de los suicidios en masa al final del Tercer Reich", de Florian Huber.

 No soy prono a leer ensayo, tal vez porque, a mi edad, ya no me interese la opinión, por muy fundamentada que esté, de un supuesto experto en un tema concreto. Con todo, supongo que como cualquiera, me dejo influenciar por los infames medios de comunicación de cuando en cuando. Así fue como leí sobre el historiador alemán Florian Huber y su ensayo Prométeme que te pegarás un tiro, que había sido un extraordinario éxito de ventas (para ser ensayo) en su país de origen. El tal Huber es bien conocido puesto que es editor de documentales y programas históricos en una televisión regional germana. Parece que está especializado en el Tercer Reich, así como en la "desnazificación" del país, temas muy delicados incluso hoy en día. 
 Por otro lado, los ensayos como este no siguen la estructura clásica de los mismos, sino que son una suerte de "ensayos novelados", que facilitan su lectura pero dan sensación de menor rigor. Esa es una característica de Prométeme que te pegarás un tiro, que, aunque contiene la imprescindible relación bibliográfica de los centenares de citas que se exponen, la narración carece de la austeridad propia de los ensayos más academicistas.
 El título, obviamente, lo indica todo: se trata de un estudio sobre unos hechos históricos que parecen haber sido olvidados por incómodos o por tristes, la de los miles de alemanes de a pie (no los jerarcas nazis, por supuesto) que se suicidaron en los últimos días del Tercer Reich. Digo que son hechos terribles que han sido borrados de la memoria colectiva, tal vez porque puede mostrar un sentimiento de culpabilidad del pueblo alemán, o porque parece irrelevante los suicidios de unos pocos miles tras la muerte de decenas de millones. Porque lo terrible de una guerra tan brutal como la Segunda Guerra Mundial es que todo acaba siendo poco cuando se compara con los guarismos totales de muertos civiles o militares, sobre todo cuando se consideran los suicidas pertenecientes al país que inició el conflicto.
 Huber divide su obra en cuatro capítulos: en el primero describe minuciosamente los suicidios acaecidos en una población de menos de 10.000 habitantes en 1945 de Pomerania Occidental, Demmin. Con toda la documentación bibliográfica pertinente se narran, con nombres y apellidos, los suicidios de familias enteras, de madres que mataron a sus hijos y luego se suicidaron ellas, los métodos más utilizados para acabar con sus vidas (ahorcamiento, ahogamiento, disparos...). La crudeza de los hechos hace verdaderamente incómoda la lectura, sabiendo que se tratan de hechos reales y constatados. El segundo capítulo amplía los suicidios a la totalidad de Alemania, destacando que son más abundantes cuanto más al Este del país, en buena medida por el miedo a la venganza del Ejército Rojo que era el que conquistaba la zona oriental. Un tercer capítulo indaga ya sobre las causas de esa "epidemia de suicidios", toda vez que Alemania no tiene una cultura del suicidio, como sí tiene (tuvo) Japón con las distintas formas de acabar con la vida propia (harakiri, "seppuku"...). Por último, el historiador explica cómo la sociedad alemana miró hacia otro lado ante ese inusualmente alto número de suicidios del año 1945, a medio camino entre la ignorancia voluntaria y el desdén al pasado.  
 La propia estructura un tanto anómala de este "ensayo novelado" no llega a las conclusiones que son habituales en los ensayos de formato más purista, pero en el tercer capítulo, como si fuera de soslayo, Florian Huber afirma que las causas para los suicidios masivos pudieron ser "la culpa por haber participado en la aberración nazi, la vergüenza de haber mirado hacia otro lado, el odio a los demás y a sí mismos, el miedo a la venganza y a la violencia, la desesperación de sentirse vacíos".
 El título del ensayo, por cierto, viene de un padre de una familia de esa localidad de Demmin, que, al irse al frente en las postrimerías de la guerra, le dice a su hija de veintiún años: "prométeme que te pegarás un tiro cuando vengan los rusos...". ¡Terrible!
 En fin, como puede comprenderse, es un tema francamente duro, desagradable, que uno no quisiera conocer, si no fuera porque (en las personas inteligentes y cultivadas) puede servir como antídoto, como vacuna frente a todo tipo de guerra y violencia. Desgraciadamente, ese tipo de personas somos clara minoría en esta sociedad.