Segunda novela que leo del Premio Nobel de literatura de 1955, el islandés Halldór Laxness; la primera fue La campana de Islandia, que ya reseñé en este blog. Creo que lo puse en aquella entrada: Laxness es un autor olvidado que merece ser releído. Me recuerda mucho, y no creo que sea exclusivamente por cuestiones geográficas, a Knut Hamsun. Ambos ambientan sus novelas en países nórdicos, claro, Laxness en Islandia y Hamsun en Noruega, pero, más importante que eso, ambos filosofan sobre la naturaleza humana, tanto en un plano individual como de las sociedades que genera. En Hamsun quizá es más evidente, hasta el punto de que sus personajes parecen sacados de cualquier libro del Antiguo Testamento, en el sentido de que son arquetipos humanos como los de las historias patriarcales. Los personajes de Laxness también están muy estereotipados, casi hasta el arquetipo. Eso convierte a estos autores en escritores nacionales, casi como Cervantes, Shakespeare, Goethe, Molière o Dante. Es cierto que el noruego cayó en desgracia por su apoyo a los nazis, pero supongo que, con el paso de los decenios, sus nacionales irán entendiendo que fueron temas más personales (experiencias negativas de su vida en Estados Unidos) y de ideas generales (las del supuesto mundo germánico frente al mundo anglosajón) de los años treinta del pasado siglo. El islandés pasó por varias fiebres juveniles políticas y crisis religiosas, pero luego emergió como un escritor maduro capaz de interpretar la sociedad que le tocó vivir.
Antes de pasar a reseñar brevemente el argumento y los temas de La base atómica tengo que hacer una pequeña referencia a la traducción. La edición de Cátedra que he leído está prologada y traducida por Aitor Yraola, quien, parece ser, es un erudito en cultura y literatura islandesa; tanto que vivió en el país nórdico durante muchos años. No pongo esto en duda, ¡faltaría más! Pero sí critico negativamente su opción por traducir nombres propios famosos en otras lenguas a una pronunciación española sin que haya norma alguna que lo sancione. Así, por ejemplo, a Chopin lo llama "Sopen", así como suena; a Schubert, "Subert"; o a Lord Byron "Lord Bairon". El tal Yraola será docto en la lengua y la cultura islandesas, pero eso no lo eleva a estar por encima de las normas que la Real Academia de la Lengua y la Asociación de Academias de la Lengua Española. Si no se respetan las normas en la traducción todo será un caos, no valen eruditos ni doctos catedráticos.
La base atómica tiene unas coordenadas espaciotemporales muy claras: la Islandia de los años cuarenta, cuando es ocupada pacíficamente primero por británicos y luego por estadounidenses. Cuando la Segunda Guerra Mundial termina, los americanos pretenden quedarse indefinidamente, de modo que al gobierno islandés de entonces le toca negociar (habría que decir más bien, ceder al chantaje) y acabar entregando un terreno para la instalación de una base militar en la isla a cambio de la desocupación. Ese es un tema en toda la novela, la "venta del país", como parece que buena parte de la población islandesa lo percibió. Otro tema es la recuperación de los restos mortales (poco más que huesos, obviamente) de un poeta nacional del siglo XVI que estaban en Dinamarca. Laxness lo trata irónicamente, haciendo que esos huesos acaben en la isla en dos cajas, una que pone "arcilla danesa" y otra, "sardinas portuguesas". Aparte de esos dos temas, otro que también aparecía en La campana de Islandia es la diferencia entre el sur urbano y más civilizado, Reikiavik concretamente, y el norte rural y primitivo. Aquí, Laxness toma claro partido por el norte, pues presenta a sus habitantes como seres atemporales, desligados de los vaivenes políticos y sociales de turno; los reikiavikenses, por contrario, con toda su supuesta superioridad cultural, son meros peleles que bailan al son de la música política coyuntural. Un cuarto tema sería la maduración personal de la protagonista, Ugla ("búho" en islandés, por lo visto, insulto para mujeres viejas y feas), que pasa de ser una joven manipulable e ignorante a ser una mujer independiente y decidida.
El ínclito Yraola divide la estructura de la novela en tres partes en función de la geografía donde se desarrolla: en Reikiavik primero, cuando llega Ugla del norte para servir en la casa del diputado Búi Árland, encontrándose con una sociedad dividida en capitalistas y comunistas; en el norte de Islandia, la segunda parte, a donde Ugla retorna para dar a luz y criar a su hija Gudrun, aclara sus ideas y madura como persona; y de vuelta a Reikiavik, cuando todo ha cambiado, siendo la joven la persona madura y resuelta, y los demás los empequeñecidos. Aquí, el estudioso acierta, siendo esto el sucinto argumento de La base atómica.
Halldór Laxness. Imagen tomada de la web www.islit.is
La novela está extraordinariamente bien pergeñada. Sin conocer el país insular más que por la literatura y cine que he leído y visionado en los últimos años, se puede apreciar que el análisis social y cultural de Islandia es extraordinariamente acertado, aunque los personajes, como decía antes, son arquetípicos, de manera que podrían ser trasladados a cualquier otra localización espacial y temporal. Es, pues, una novela que habla del ser humano en general, tanto a nivel de individuo como de sociedad. Leeré más de este olvidado Premio Nobel.

