¡Mira que hay "días de..." para todo! No hay día del año, ni siquiera los escasos veintinueve de febrero, que no sean el "día de...". Que duda cabe de que es una mera estrategia propagandística para vender (o convencer, más frecuentemente) un producto o una idea; no iba a ser menos el día del libro. Obviamente, se busca promover la venta de libros, no con afán formativo, desde luego, ni siquiera con afán de entretener... Es una industria que fomenta su actividad comercial, ni más ni menos. Venden libros como podrían vender bragas. Que se escogiera el 23 de abril como día del libro parece que fue porque coincide en ese día (al ser fechas tan lejanas no hay seguridad total, pero bueno) las muertes de Cervantes y Shakespeare, o eso se dice. En fin, no soy prono a respetar imposiciones comerciales de esta índole, pero como quiera que soy lector empedernido también podría considerar este día como un día dedicado a mí mismo.
Enfocándolo desde ese punto de vista tan egocéntrico me es más fácil disfrutar de este evento puramente mercantil y pasearme por los puestos que las librerías han colocado estratégicamente situadas en cierta plaza céntrica de la ciudad. No he comprado nada, la verdad, entre otras cosas porque los puestos presentaban principalmente los best-sellers del momento, que a mí no me interesan nada, pero el mero hecho de ver unos cuantos cientos de libros expuestos en la vía pública le alegra a uno el corazón.
