Reconozco que Los cuatro jinetes del Apocalipsis, de Blasco Ibáñez, ha sido una de las mejores novelas que he leído en los últimos tiempos. Ciertamente, tiene altibajos en la calidad, con capítulos excelsos y otros que parecen de relleno, pero la apreciación general es la de haber leído una gran novela. Ahora bien, la sensación que me ha dejado es mala debido a su dureza: Vicente Blasco Ibáñez no escatima descripciones minuciosas para retratar esa barbarie exclusivamente humana que llamamos "guerra". Para un servidor, ya entrado en años y vivencias, no son estrictamente necesarias tales detalles, ya sé que la guerra (y la violencia, en general) es la lacra más brutal que posee el "mono con pantalones", de modo que la lectura de esos pormenores me afecta sobremanera. Tanto es así, que quedo verdaderamente perturbado durante unos días. Huyendo de tan negros pensamientos me sumerjo en uno de los mejores escritores de humor contemporáneos: Jonas Jonasson, el cual ha vendido cientos de miles de ejemplares de su primera novela, El abuelo que saltó por la ventana y se largó, y que después ha continuado con novelas muy semejantes en la forma e incluso el argumento. El sueco pergeña novelas ligeras, amables y divertidas, de esas que se leen con facilidad y lo dejan a uno con una sonrisa en la cara, algo que necesitaba urgentemente tras leer a Blasco Ibáñez. Ésta es la quinta novela de Jonasson que leo: Una dulce venganza.
El argumento, enrevesado y surrealista hasta el absurdo, se centra en cinco personajes principales: un arribista capaz de vender a su madre para hacerse rico, Víctor Svensson; una chica, víctima del anterior, que consigue rehacerse, Jenny Alderheim; un joven negro, aunque sueco, víctima también del primero, Kevin; el padre adoptivo, un masái, del anterior, Ole Mbatian; y un publicista con afán de emprendedor, Hugo Hamlin. Víctor es un tipo sin escrúpulos que casa con una joven veinte años menor que él para heredar su fortuna como hija única de un famoso marchante de arte; por otro lado, le llega un supuesto hijo natural, Kevin, al cual abandona al cumplir la mayoría de edad en mitad de la sabana africana con la intención de que sea devorado por las fieras. Pero, en un disparate bien buscado, Kevin es rescatado por un curandero masái, Ole Mbatian, que lo adopta como hijo y le enseña todos sus conocimientos de guerrero y brujo. Pasado unos años, el chico vuelve a Estocolmo (todos los viajes son, claro, absurdos y extravagantes hasta el summum), donde conocerá a Jenny y se enamorará de ella. La casualidad ideada por Jonasson hace que se junten dos víctimas del mismo criminal, y, claro, ya aprovechan para concebir una venganza. Casualmente, un publicista echado para adelante, acaba de crear una empresa justo con ese mismo fin; esa empresa da nombre a la novela, pues es "Dulce venganza S.A.", y, como su nombre explica, ofrece venganzas a rencorosos por un módico precio. Los tres entran en contacto y planean la represalia contra Víctor. Para aumentar el follón, el padre adoptivo de Kevin, Ole Mbatian, un masái con túnica y lanza, se planta en Estocolmo para buscar a su hijo. La realización de la vendetta y el reparto de los dividendos ocupa el resto de la novela.
Es, pues, una novela de embrollo, de corte surrealista, con una prosa rápida, casi periodística, al igual que las otras novelas del autor sueco. En otras circunstancias igual no me hubiera gustado tanto, pero tras Los cuatro jinetes del Apocalipsis, me ha parecido una delicia. Jonasson tiene una sexta novela publicada en español, La pitonisa y el idiota, que, probablemente, leeré en un futuro próximo.

