domingo, 7 de diciembre de 2025

"Diario de un desesperado", de Friedrich Reck-Malleczewen.

  Este es el texto más conocido de Friedrich Reck (lo llamaré así en adelante, pues parece que la segunda parte del supuesto apellido compuesto hace referencia sólo a su localidad de nacimiento y origen, y lo añadió él mismo para darse prestigio) junto con Historia de una demencia colectiva que ya reseñé en este humilde blog. Llamo texto a lo que voy a comentar a continuación pues, aunque lleve el título de diario, tiene enjundia suficiente para ser considerado ensayo, aunque no tenga la estructura necesaria y carezca de la bibliografía obligatoria. En cualquier caso, las fechas de este diario abarcan desde mayo de 1936 hasta el 14 de octubre de 1944, pocos meses antes de su muerte. Es un diario en el que critica acerbamente la Alemania del Tercer Reich y sus dirigentes, sin escatimar epítetos insultantes, muchos de los cuales le acarrearon la prisión. El texto en sí mismo, al igual que ocurría con Historia de una demencia colectiva es una prosa cuidada, pulcra y de gran riqueza léxica; al tener forma de diario no llega a ser nunca farragoso ni pesado, al contrario, es directo y rápido, pero siempre erudito. 
 Capítulo aparte merece la verosimilitud de lo contado. Friedrich Reck ha pasado a la Historia como un enemigo acérrimo del nazismo, que acabó matándolo (vía tifus exantemático) en el Campo de concentración de Dachau. Eso sí, no era en absoluto un revolucionario, ni defendía a los millones de inocentes asesinados por el Tercer Reich, sino que abogaba por una visión de Alemania y Europa más cercana al Antiguo Régimen que al siglo XX, ahora lo explico. Pero volviendo a la verosimilitud, Reck también fue conocido por, digamos, tener una imaginación muy viva o, diríamos hoy, adornar en exceso su curriculum vitae. En este sentido, es de gran ayuda el posfacio firmado por Christine Zeile, escritora y periodista que arroja luz sobre datos biográficos del autor, desmintiendo ciertos datos que él da por ciertos.
 Como decía, se trata de un diario en el que va desgranando su odio hacia el nazismo y sus líderes, que se va acentuando a medida que avanza el tiempo. Friedrich Reck se presenta como un "Junker", antigua nobleza baja de Prusia oriental y Pomerania, poseedores de grandes terrenos; su padre, ciertamente, era terrateniente en esa zona, aunque parece que conseguidos recientemente. Estos Junker eran un colectivo claramente arcaizante de la sociedad alemana, adheridos a viejos privilegios ya periclitados en el siglo XX, mantenían un monarquismo a prueba de bombas (aunque, luego explicitaré, el monarquismo de Reck era hacia la casa real bávara). Bien, desde esa hipotética visión Junker, el nacionalsocialismo era una suerte de revolución de obreros, de plebeyos, de chusma, en definitiva. Así trata Reck a los gerifaltes nazis. Para Friedrich Reck, la sociedad perfecta es la del Antiguo Régimen, con diferenciación de estamentos sociales impermeables, origen divino de la monarquía y unión entre Iglesia y Estado.
 Reck trata a Hitler de mediocre y vulgar, e incluso lamenta no haberlo asesinado cuando, en un evento oficial lo tuvo a pocos metros suyo, teniendo una pistola cargada en el bolsillo. Pero si el desprecio a los líderes nazis es patente, es más acentuado el rechazo a la sociedad que sigue el nazismo, a los que llama "hombre masa" (el mismo término, por cierto, que acuñara Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, filósofo español citado en un par de ocasiones por Reck). Estos hombres masa constituyen el sustento social del nazismo; son  la mediocridad intelectual personificada,  pronos a la vulgarización y adocenamiento.
 Entre las contradicciones de Reck, muestra un terrible desprecio hacia todo los prusianos, llegando incluso a usar un insulto estereotipado, "caras de patata". Él se siente más cercano a los bávaros y austriacos y sus supuestos refinamientos, frente a la vulgaridad de los prusianos, que sólo saben cumplir órdenes, promover el militarismo y ahorrar dinero. Algo sorprendente, pues aunque Reck vivía en Baviera, era prusiano de origen, nacimiento y crianza.
 Compara a Hitler (al que llama "el gran eunuco"), vegetariano y frugal, con Bismarck, canciller alemán conocido como un Pantagruel  capaz de comer como cuatro o fumar tres puros a la vez con una boquilla especial fabricada a tal efecto. Cree que el régimen está indefectiblemente unido a la condición física de su líder, por lo que no duda de que el Tercer Reich será de corta duración.
 El diario termina con los días de su encarcelamiento en Dachau; las razones del mismo, según Reck, son que nunca saludó con un "¡Heil, Hitler!", que no colabora con el régimen, que lo critica abiertamente ante distintas personas... Él mismo augura su fin cuando lo encierran en lóbregos calabozos llenos de piojos y pulgas donde antes se aislaba a enfermos de tifus. Efectivamente, moriría de tifus exantemático poco tiempo después.
 Hasta aquí el texto de Reck, como decía furibundamente antinazi, pero por defender sus supuestos privilegios de clase, no por las barbaridades que el Tercer Reich cometió contra sus propios ciudadanos y el resto de europeos. En todo caso, como decía antes, la escritora Christine Zeile firma un posfacio en el que se hace eco de distintas informaciones sobre Friedrich Reck, tanto de su época como posteriores, y que ponen en un brete las afirmaciones del autor. Tanto es así, que trata de aclarar sus mentiras, que, básicamente son estas: en primer lugar, aunque Reck se presente como Junker, ya lo dije antes, no lo era, puesto que su padre sí era terrateniente en Prusia oriental, pero no de origen noble; en segundo lugar, Reck nunca combatió en la Primera Guerra Mundial, aunque en el texto narra anécdotas y experiencias de su vida como alférez, lo cierto es que fue declarado "no apto" para el servicio por su diabetes; en tercer lugar, más que una mentira, es una inexactitud decir que fue detenido y encarcelado por no saludar con sus "¡Heil, Hitler!" correspondientes o por ser crítico con el régimen, puesto que la razón última de su encarcelamiento fue su negativa a alistarse forzosamente cuando fue llamado a filas (aunque ya contaba cincuenta y muchos años). Estas mentiras e inexactitudes pueden ser consideradas delirios de grandeza o simples simulaciones, pero lo cierto es que devalúan notablemente el valor testimonial de sus escritos. Esto, por cierto no es exclusivo de Friedrich Reck, todo un Premio Nobel de Literatura, Günter Grass negaba por activa y por pasiva haber pertenecido al ejército nazi, hasta que le demostraron fehacientemente que incluso formó parte (a edad muy temprana y en puestos subalternos, eso sí) de las Waffen-SS.
 En fin, a pesar de esas simulaciones, inexactitudes y claras mentiras, la obra de Reck merece ser leída. Es difícil, por no decir imposible, compartir desde el siglo XXI su arrobo por el Antiguo Régimen y sus brutales desigualdades, pero, como antes decía, la calidad prosística del prusiano es muy alta, y sus reflexiones son interesantes y, en muchos casos, acertadas.