lunes, 9 de junio de 2025

"El conde Luna", de Alexander Lernet-Holenia".

  Segunda novela de Lernet-Holenia que leo, muy semejante a la anterior en cuanto a la estructura y el origen de la narración. El barón Bagge era, en principio, un anodino relato bélico, que bien podría haber vivido el propio autor en la Primera Guerra Mundial, hasta que, al final, se descubre que todo lo narrado no ha sido sino producto de los desvaríos de la fiebre, que, en realidad, nada ocurrió. Lo cierto es que está muy bien pergeñado, el lector no se da cuenta hasta el final. Bueno, pues en El conde Luna también la percepción tergiversada de la realidad tiene mucho que ver. Si en la primera novela todo era producto de la enfermedad, en la segunda también hay una deformación cognitiva de la realidad. Leyendo alguna reseña de otros lectores, varios habían calificado a El conde Luna  de novela fantástica, pero no estoy totalmente de acuerdo. No, creo que esta narración tiene más de onírico (en el sentido "pesadillesco") que de fantástico. Y es que parece que Lernet-Holenia estaba muy interesado por la distintas formas de percepción, hasta el punto de hacer pequeñas digresiones filosóficas en sus novelas sobre qué significa la vida y las distintas experiencias vitales (físicas, racionales, espirituales...). Hasta cierto punto se puede afirmar que El conde Luna es una reflexión sobre la realidad, sobre la vida y la muerte, sobre la identidad personal y colectiva, sobre el sentimiento de culpa y los remordimientos...
 El conde Luna cuenta la vida de un tal Jessiersky, comenzando por sus orígenes familiares, parece que más polacos que alemanes, pero que consiguen hacerse pasar por nobles teutones y, con el paso de las generaciones, conseguir una posición de prestigio social. En la vida del protagonista, la riqueza proviene de la posesión de una importante empresa de transportes internacionales. Precisamente, por los intereses de esta empresa, sus directores presionan a un tal Luna para conseguir unos terrenos aledaños a la fábrica principal, terrenos que su propietario no quiere enajenar de modo alguno. Como están en tiempos salvajes (los del Tercer Reich antes de la guerra) deciden denunciarle a las autoridades como enemigo del Reich, lo cual supone su deportación al campo de concentración de Mauthausen. Después de la guerra, Jessiersky no puede soportar el sentimiento de culpa por haber enviado al matadero a un inocente, por lo que comienza una búsqueda del tal Luna. Pero esa búsqueda no es lógica y racional, sino desquiciada y obsesiva; tanto que comienza por la búsqueda de los antepasados del tal Luna, ligándolo a Álvaro de Luna, condestable de Castilla que fuera ejecutado en 1453 en Valladolid. La búsqueda del Luna actual lo lleva a asesinar incluso a dos pobres desgraciados a los que confunde con él. Cada cambio, cada giro para seguir buscando a Luna (lo ve en todas partes) supone una reflexión enloquecida sobre un hecho natural o una localidad. Así, por ejemplo, liga el nombre de su supuesto enemigo al satélite terrestre y su influencia sobre las mareas y los animales, atribuyéndole poderes sobrehumanos; también divaga sin sentido sobre las ciudades que habita y sus lugares más conocidos, como en Roma, donde empieza y acaba la novela, concretamente en las catacumbas. Finalmente, en esas catacumbas romanas, Jessiersky encontrará quien lo saque y lo lleve a una finca familiar en la que se encontrará con su padre y otros familiares fallecidos hace mucho, lo cual le hace comprender que él mismo está ya muerto.
 En fin, como ya digo, tiene características propias de una pesadilla, hasta el punto que se puede apreciar una influencia kafkiana, al menos kafkiano es el final, desde luego. Con todo, Lernet-Holenia lo narra con elegancia, sin agobios, y se puede leer la novela con bastante facilidad, sin llegar a sentir la opresión que se siente al leer a Kafka.