sábado, 19 de julio de 2025

"Los apuñaladores", de Leonardo Sciascia.

  Comienzo esta breve recensión haciendo una referencia al título, Los apuñaladores, palabra esta última que no existe en español. Buscando en el Dizionario Olivetti, la palabra original de Sciascia, "pugnalatori" tampoco existe en italiano. Supongo que es una libertad creativa del escritor siciliano, que, aunque siempre fue muy ortodoxo en el uso de la lengua italiana, no dudaba en incluir localismos sicilianos y del resto de la Italia meridional. 
 Los apuñaladores tiene muchas semejanzas a otras obras de Sciascia: en primer lugar, es una novela policíaca, o, al menos, trata de crímenes y delitos; está ambientada, claro, en Sicilia, en Palermo concretamente; uno de los personajes, el investigador, es venido del norte del país, en este caso el fiscal Giacosa, turinés. Pero también tiene diferencias, como que se trata de un caso real, (aunque los otros casos narrados no lo sean, son muy verosímiles, desde luego); y, quizá la más notable, Los apuñaladores está escrita como una crónica periodística y judicial, no como una novela habitual. Esto último no es de extrañar, toda vez que Sciascia se "ganó la vida" durante mucho tiempo como periodista para distintos medios de comunicación. En todo caso, es una crónica periodística muy exhaustiva, con constantes referencias textuales a periódicos de la época. Esto, en mi opinión, no es una idea feliz, pues acaba degenerando en un texto farragoso y pesado, a pesar de ser una novela de apenas ciento veinte páginas. En fin... Según una nota final del autor, los hechos acontecieron realmente y escribió esta crónica a instancias de una nieta del fiscal turinés al que antes hacía referencia, personaje del relato.
  Los hechos narrados en la novela sucedieron en 1862, cuando, sin razón aparente, trece personas de distinto origen socioeconómico son apuñaladas por otros tantos agresores en el centro de Palermo. La policía detiene rápidamente a uno de ellos, el cual, bajo tortura, delata a los otros doce criminales, que son arrestados inmediatamente. Ellos, también bajo "labor policial", delatan a dos nobles sicilianos, entre ellos el príncipe Sant'Elia, importante preboste local. Para investigar y juzgar los actos criminales, llega a Palermo procedente de Turín el fiscal Giacosa. Lo irracional de las agresiones, alguna de las cuales acaba siendo fatal, es que no hay el más mínimo punto en común entre los agredidos, así como tampoco tiene mucho sentido que un rico de alta posición política como Sant'Elia se involucre en ello. Por supuesto, en cualquier sitio pero más en Sicilia, la justicia no es igual para todos, por lo que los "apuñaladores", pobres delincuentes comunes, serán juzgados con severidad y, algunos de ellos, condenados a muerte, mientras que los instigadores adinerados ni siquiera son arrestados. Para más inri, mientras se producen los interrogatorios, esto es, mientras están los criminales detenidos, se producen más apuñalamientos aleatorios. Se hipotetiza con que la única razón posible para que un noble como Sant'Elia se meta en esos embrollos es que pretenda crear un caos social que acabe por derribar al gobierno, por pura nostalgia del régimen borbónico imperante en Sicilia antes de la Unificación italiana bajo el reinado de Víctor Manuel II. 
 El resto de la novela es la crónica periodística y judicial, como decía antes, de las publicaciones de medios de comunicación, de declaraciones de unos y otros (entre ellos, del propio Sant'Elia). Finalmente, Giacosa retorna al Piamonte, harto de la idiosincrasia siciliana, tan prona al silencio ante el delito (omertà) y de la falta de colaboración general con la autoridad.
 Ya digo, la relación de hechos, declaraciones y citas textuales es tan exhaustiva que la lectura se hace un tanto pesada y farragosa, algo que no había encontrado hasta el momento en Sciascia. Esa nota final del autor aclara todo, se trata más de una labor periodística que literaria.