miércoles, 6 de agosto de 2025

"¿Adónde vas, manzanita?", de Leo Perutz.

  Tercera novela de Leo Perutz que leo, otra gran novela, ambientada como es frecuente en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, con la desintegración del Imperio Austrohúngaro, patria de Perutz y de otros grandes escritores (Zweig, Roth, Lernet-Holenia y otros). En este caso, sin embargo, no hace hincapié en ese sentimiento de extrañamiento, alienación o derrota por la desaparición de un Estado que, con todos sus defectos, les proporcionó una estabilidad vital y cultural, sino en la guerra en sí misma y la brutalidad de la Revolución rusa. Sí es destacable que, aunque la prosa de Perutz sigue siendo de gran calidad, hay cambios notables en cuanto a la rapidez de la misma (por mayor o menor adjetivación, por la presencia o no de frases subordinadas, por la preeminencia de diálogos frente a la descripción...), siendo ¿Adónde vas, manzanita? una novela de ritmo más rápida que la de De noche, bajo el puente de piedra. Quizás sea necesario este tempo más apresurado para transmitir una sensación de precariedad y desintegración que difunde la novela que recensiono. Sí he encontrado reminiscencias de la prosa kafkiana, especialmente cuando el protagonista, Georg Vittorin, cae en las garras del comunismo incipiente pero ya brutal en la Revolución rusa y las contiendas entre la Rusia blanca y lo que sería el esbozo de la entonces futura Unión Soviética. Esas situaciones angustiosas, absurdas, repetitivas y deshumanizadas que definirían lo que se ha llamado "kafkiano" se encuentran a raudales en la novela.
 El argumento de ¿Adónde vas, manzanita? es, brevemente, el siguiente: cuatro excombatientes austrohúngaros, prisioneros de un campo de concentración ruso vuelven en tren a Viena. Recordando las brutalidades y penurias del encarcelamiento resuelven regresar a Rusia, buscar a un oficial ruso responsable de esas crueldades, Mijail Seljukov, y ajustar cuentas con él (no se llega a explicitar en ningún momento pero se intuye que quieren asesinarlo). Tras el paso de varias semanas en Viena, sin embargo y aunque la situación del país es caótica, todos han conseguido reengancharse a la vida civil con mayor o menor éxito, sólo uno de ellos, George Vittorin, sigue pensando firmemente en volver a Moscú para cobrarse esa venganza. Para ello, Vittorin habrá de pasar mil dificultades, empezando por la consecución de pasaporte y dinero suficiente para las primeras semanas. En esas situaciones, por cierto, se explica el título, que deriva de una cancioncilla popular, al parecer, rusa, que un funcionario le espeta al protagonista; el fragmento es: "¿Adónde vas, manzanita? Vas a caer en el agua... ¿A Moscú? ¿Se ha escapado usted de los lobos y quiere volver al bosque?", con lo que, evidentemente, se manifiesta la incomprensión de volver al lugar más peligroso de Europa en aquel año 1919. Pero lo cierto es que llega a Moscú, para, como era previsible, caer en la violencia sin fin del "terror rojo", siendo recluido en una checa y torturado. Como en aquel año estaba en plena explosión la Guerra Civil rusa, Vittorin es rescatado por militares de la Rusia blanca y liberado, pero lejos de retornar a su país, siguiendo con la búsqueda de Seljukov, intenta ingresar en el Ejército rojo pensando encontrarlo allí. Sin embargo, continuando con las desgracias, resulta que el regimiento donde estaba el oficial Seljukov se había pasado en bloque al enemigo, con lo que el propio Vittorin es de nuevo considerado traidor al comunismo. Es entonces cuando Perutz describe con precisa calidad la sinrazón de la opresión comunista (purgas sin sentido, asesinatos por error, brutalidad sistematizada...) con esos rasgos kafkianos de los que antes hablaba. Tras mil y una penalidades, enfermo y derrotado, consigue desertar del Ejército rojo. Pero sigue sin desistir de su obsesión por buscar a Seljukov para ajustar cuentas. Así, comienza un periplo por toda Europa, preguntando a rusos exiliados para tratar de encontrar al antiguo oficial. Llegará a Estambul, después a Roma, Milán, Marsella, Tolón, Barcelona y París. En París, gracias a la abundante colonia de expatriados rusos consigue la dirección segura de Seljukov, que no era otra que Viena. Sí, después de dos años luchando en la Revolución rusa, encarcelado, malviviendo enfermo, recorriendo Europa, trabajando en todo tipo de oficios mal pagados, conviviendo con criminales de la peor ralea... resulta que Seljukov estaba en la misma Viena, sólo tenía que haberlo buscado en su misma ciudad. De modo que se encamina a su ciudad natal para encontrarse con el oficial ruso y acabar con su vida. ¿Cómo termina la novela? Con el encuentro entre Vittorin y Seljukov, claro, pero de un modo sorprendente, pues resulta que Mijail Seljukov no es el cruel torturador que fue, sino un puro mendigo que construye juguetes de hojalata que vende por las calles para poder sobrevivir. Su anterior altanería y desprecio por la vida ajena se ha trocado en una modestia y naturalidad que desactiva cualquier voluntad homicida de Vittorin. Éste llega incluso a comprarle los juguetes que fabrica.
 En fin, es una novela que narra fielmente las barbaridades que tuvieron que sufrir varias generaciones de centroeuropeos en esa barbaridad que se llamó "Primera Guerra Mundial" y todas las falsas paces que siempre siguen a las guerras, entre las cuales estuvo la Guerra Civil rusa, que provocó la muerte de más de diez millones de seres humanos entre combates, represiones, purgas, hambre o enfermedades. 
 También es una novela sobre la estupidez humana, sobre la tozudez que lleva a su autodestrucción. De ahí el título de la novela, por la incomprensible actitud del protagonista, capaz de tirar por la borda una vida en plena juventud para perseguir un impulso vengativo. El propio autor tomó el camino contrario, exiliándose a lugares más pacíficos (aunque no del todo) por huir de otra barbarie que se estaba instalando en su país de origen, el nazismo.