miércoles, 24 de diciembre de 2025

Natividad de Nuestro Señor.

Murillo, Bartolomé Esteban. (1655-1670). Natividad con el anuncio a los pastores. [Óleo sobre lienzo]. Colección particular.
Imagen tomada de Wikimedia Commons

domingo, 21 de diciembre de 2025

Solsticio de invierno.

Foschi, Francesco, (1750-1780). Pasaje invernal con una familia de campesinos [Óleo sobre lienzo]. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.
Imagen tomada del sitio www.museothyssen.org

viernes, 19 de diciembre de 2025

"La escalera del hotel", de Franz Werfel.

  Mármara ediciones publica un pequeño volumen de Werfel que contiene un pequeño relato, una pequeña joya en realidad del autor praguense. La escalera del hotel es un relato de técnica impecable, casi parece un ejercicio autoimpuesto para describir psicológicamente a un personaje, una de las características que diferencian un gran escritor de uno del montón. Y, en esto y otras cosas, Werfel alcanza la excelencia. Pero, además, esta edición incluye una introducción del autor, prevista para ser leída por estadounidenses que no conocían nada de Austria-Hungría ni de Europa en general. Esa introducción, que el autor titula Ensayo sobre el Imperio austriaco, ocupa más espacio y es mucho más interesante que el relato que da nombre al tomo. Observe el lector que digo "es mucho más interesante", no que sea mejor; de hecho, ha sido para mí bastante decepcionante conocer la visión social, política e histórica que tenía este hombre. En parte decepcionante, pero en parte es un buen recordatorio de que no hay nadie a quien seguir, ¡nadie! Digo esto sin acritud y sin vehemencia, pues, a mis cincuenta y pico años, estoy ya muy "de vuelta" de las estupideces del ser humano como para caer en una suerte de idolatría hacia alguien. Nunca fui mitómano, ni siquiera en mi adolescencia; tuve, por otro lado, unos terriblemente malos ejemplos familiares que me vacunaron por las bravas contra la adoración a ninguna otra persona.
 Bueno, entro en faena. Como decía, Ensayo sobre el Imperio austriaco, es la cosmovisión del autor, la pérdida de su patria (no tanto en un sentido político, sino social y cultural) y lo que esto supuso. Comienza con una suerte de metáfora en la que el Imperio austrohúngaro sería de naturaleza divina y los Estados resultantes de su desmembración, entidades demoníacas. No llega a argumentar esta aseveración tan atípica, aunque, a lo largo de la historia haya habido tantos territorios (y, sobre todo, sus monarcas y regentes) que han asegurado ser rey o emperador o lo que sea "por la gracia de Dios". Quizá la inteligencia de Werfel le impidió llegar a escribir tamaña estupidez, aunque, a juzgar por lo que más tarde afirma, lo pensaba. Pero antes glosa la belleza y unicidad del Imperio austrohúngaro recordando la diversidad del enorme territorio (enorme para ser Europa central, claro), comenzando por los climas, desde la alta montaña de los Alpes hasta las costas mediterráneas de la Dalmacia, pasando por las llanuras húngara o serbia; después la variedad cultural y racial del país, desde las mayorías dominantes germánica y magiar, hasta los rumanos, serbios, eslovacos, checos, polacos, croatas, italianos... sin olvidar el elemento judío, tan abundante en Austria-Hungría. Hasta aquí todo es soportable, pero luego comienza a alabar a los Habsburgo, considerándolos la esencia de las bondades del imperio, y luego personaliza todo en la figura del emperador Francisco José. Ya que no soy dado a leer biografías (son pura idolatría en la mayor parte de los casos, y estúpida vanidad cuando son autobiografías) no estoy acostumbrado a estos ejercicios de adoración cuasi infantil de un líder político, con lo que me rechinan todos los dientes según voy leyendo los párrafos. Para Werfel, Francisco José I de Austria era el paradigma del buen gobernante e incluso del buen ser humano; lo retrata con todas las cualidades posibles: era bondadoso, noble, reflexivo, compasivo, sacrificado, humilde... Vamos, un dechado de virtudes. La mayor parte de los historiadores serios actuales consideran al emperador un hombre honesto pero incapaz de comprender los cambios sociales y políticos que se estaban dando en el seno de su imperio. Sin duda él creía en el derecho divino a ser emperador de varios millones de seres humanos, se creía incluso con derecho a mandar a la muerte a miles de chicos jóvenes para defender ese statu quo. Más de cien años después, la imagen que llega de ese emperador es la de un hombre trasnochado, habitante solitario de las inmensidades de su Palacio de Schönbrunn, desde el que seguro que no podía tener un visión sensata de lo que les pasaba a sus súbditos. Ni los actuales austriacos, ni, por supuesto, el resto de pueblos que formaban parte de ese "Estado Frankenstein" que era Austria-Hungría guardan un buen recuerdo de Francisco José, no hay más que ver cómo el nacionalismo serbio (muy desarrollado en ese país balcánico) considera a Gavrilo Princip, el asesino de Francisco Fernando (sobrino de Francisco José), como un héroe nacional. En fin, los tiempos cambian y las consideraciones también, pero parece que estos emperadores y reyes ya estaban obsoletos hace más de cien años.
 Y después, el relato que da nombre al volumen. La escalera del hotel es la historia de un suicidio, el de la joven Francine, que se arroja desde el quinto piso de la escalera de un hotel de lujo. Pero, como decía antes, es, sobre todo, un excepcional ejercicio de descripción psicológica del personaje. Werfel detalla de forma tan excepcional los sentimientos y pensamientos que abruman a la chica, que uno cree conocerla desde hace años aunque la conozca desde hace sólo unos párrafos. Son retratos psicológicos equivalentes a los de Stefan Zweig o Dostoievski, de una complejidad sobresaliente sin caer en sensiblerías o excesos.

miércoles, 17 de diciembre de 2025

"Un circo pasa", de Patrick Modiano.

  Hay que cumplir con lo que se dice, aunque no sean promesas y se diga como de pasada y sin verdaderamente desearlo. Dije hace poco que aunque no me acaba de gustar Modiano, reconozco que tiene algo extraño que me atrae y me incita a leerlo. Sí, es verdad que sus novelas (todas muy cortas, la mayoría más relatos que novelas) son muy ligeras y tienen poca enjundia; también es verdad que sus personajes son demasiado evanescentes y están poco definidos; y, en última instancia, aseveré, y no lo retiro, que no me parece que estuviera justificado el Premio Nobel que le concedieron en 2014. Pero, a pesar de todo, aquí está otra novela más, esta publicada en 1992, Un circo pasa, una novela de mayor calidad en cualquier caso que la anterior, aunque sus características son siempre las mismas: ambientada en París, narrada en primera persona por un joven que sale de la adolescencia, relaciones extrañas y peligrosas que el protagonista establece con tipos patibularios... El título de la novela hace referencia a que el marido de la protagonista trabajó en un circo, pero, echándole imaginación, también puede hacer referencia a algo que pasa sin dejar mucha huella, como las relaciones y avatares que sufren los personajes de Modiano, no sé, es una hipótesis...
 Argumento de Un circo pasa: Jean es un adolescente al que sus padres han abandonado a su suerte (el padre se va a Suiza y la madre al sur de España), malvive en París con trabajos mal remunerados conviviendo con un amigo y socio de su padre. Conoce a una chica, ligeramente mayor que él que, a su vez, trata con gente de más edad y condiciones de vida cercanas al ámbito delincuencial. Sus vidas se encuentran en una situación cuando menos compleja, aunque, como siempre, Modiano lo narra sin dramatismos. Todos los tratos que se deparan son poco intensos, ninguno sabe realmente quién es el otro, simplemente se juntan en determinados pisos y bares. Uno de esa pandilla propone a los jóvenes un encargo: han de atraer hacia él a un tipo al que no conocen. Cobrarán por ello. Las amistades son siempre muy laxas, pero inquietantes, tanto que los chicos se empiezan a angustiar y planean dejar París, aprovechando que han prometido a Jean un trabajo en una librería francesa en Roma. Para aumentar la intriga y el desasosiego, un supuesto policía habla con Jean para asegurarle que corre riesgo con esas amistades, especialmente con la chica, la cual, supuestamente, estuvo casada (eso ya lo sabía él), había cometido varios delitos e incluso había pasado por la trena. Cuando ya están a punto de coger el tren para la capital italiana, la joven tiene un accidente mortal con el coche que les habían prestado la inusual banda. Ahí acaba todo, sin conclusión verdadera.
 Es, verdaderamente, una novela muy "modianesca", con esa sensación de vidas irreverentes, evanescentes y vaporosas que uno lee como en una suerte de inquietante sueño. Otra más, quedan pocas.

martes, 16 de diciembre de 2025

"La dura leyenda de la soga rota", de Franz Werfel.

  Con Werfel ocurre lo mismo que con Lernet-Holenia: fueron autores prolíficos (aunque Werfel muriera con sólo cincuenta y cuatro años, comenzando la madurez de un escritor), y muchas de sus obras tradujeron al español, aunque siempre fueron literatos para una minoría cultivada, nunca para el gran público. Con todo, como digo, hasta hace apenas treinta años se podían encontrar sus obras, ya fueran de narrativa, poesía o teatro en nuestra lengua; desgraciadamente, los últimos decenios han sido, ya se sabe, un terrible desastre para la literatura. Al igual que en otras artes se ha optado por cultivar ligeramente a la mayoría desatendiendo a la minoría más cultivada. El resultado es que lo que se publica y premia hoy en día es basura que podría escribir un chico de quince años que tuviera algún ligero afán creativo; no digamos ya cuando intervienen las veleidades político-sociales del momento, que aprovechan también la literatura (más fácilmente esta "seudoliteratura" de tres al cuarto) para promover los cambios que la "ingeniería social" pretende desarrollar en ese rebaño de borregos que llamamos "sociedad". En fin, con este panorama tan poco halagüeño nos encontramos ante la desaparición de las librerías y bibliotecas de los autores de verdadera calidad. Vamos, por hacer un símil con el vino, han cambiado los reservas más exquisitos por garrafón.
 Así, son las pequeñas editoriales independientes las que todavía sacan de cuando en cuando algo de calidad. En este caso, se trata de una minúscula editorial radicada en Logroño, Pepitas editorial, la que se ha atrevido con tres cuentos de Franz Werfel.
 La dura leyenda de la soga rota da título al volumen y está ambientada en la Guerra Civil española, donde un delincuente común de proporciones hercúleas y asesinatos a su espalda es puesto ante el verdugo dos veces. La primera vez es fusilado y, por azar del destino o por inteligencia propia, se tira al suelo lo suficientemente rápido para que no le alcancen las balas; después, los chicos que habían de rematarlo tienen escrúpulos de conciencia y deciden no hacerlo. Más tarde es ahorcado, pero sus dimensiones rompen la soga, impidiendo el ajusticiamiento. Así, los militares del bando sublevado, que son los que lo tienen en su poder, deciden darle un nuevo uso: será  verdugo. En ese terrible oficio destacará con brillantez; su cuerpo brutal y su escasa inteligencia favorecen las funciones de matarife. El relato está narrado con toda la crudeza posible, para destacar la brutalidad de la guerra, la más animalesca de las actividades humanas, que necesita de zafios salvajes para matar mejor y más rápido.
 Weissenstein, el perfeccionador también tiene un halo negro y pesimista. Ambientado en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, presenta a Weissenstein, un enano hidrocefálico que no encuentra su lugar en el mundo. Es despedido de una y otra profesión, parece que no vale para nada, pero, ¿por qué? Pues porque no puede tolerar la mentira, el cinismo o el disimulo; de ahí el subtítulo de "el perfeccionador". Se trata de un individuo que no encaja en la sociedad civil porque es consciente de todos los defectos de la humanidad, de sus vilezas y mezquindades; él es insobornable, busca la honestidad absoluta y, claro, no la encuentra entre los hombres. Esta situación cambia cuando, con la guerra, se alista en el ejército austro-húngaro y allí, entre esas brutalidades, asesinatos masivos y salvajadas, encontrará su lugar. Es un relato, pues, antibelicista, igual que el anterior, que muestra que la guerra saca lo peor del ser humano y promociona a los peores. El propio físico del personaje refleja la deformidad interior.
  La danza de los derviches contrasta vivamente con los anteriores. Se trata de una minuciosa descripción de las danzas de derviches sufíes en El Cairo. Werfel retrata de manera tan pormenorizada todos los detalles de los religiosos musulmanes, sus aspectos, sus movimientos... Parece un ejercicio de una facultad de filología, eso sí, con una maestría que ningún estudiante alcanza normalmente. 
 Como muy acertadamente ponen en la contraportada que escaneo, la diferencia entre los tres relatos es notable, no sólo en el carácter pesimista u optimista, también en el tiempo. En efecto, el tercer relato data de 1925, cuando las circunstancias generales y personales de Werfel eran más que aceptables, mientras que los dos segundos son de 1938 y 1939, cuando ya Europa estaba sumida en el abismo de violencia y sangre que todos conocemos y que obligó al autor a huir hacia horizontes más amables.

domingo, 14 de diciembre de 2025

"The Best Part", by Grant Snider. (www.incidentalcomics.com).

Image taken from the website www.incidentalcomics.com

"Memory Lane", de Patrick Modiano.

  Otra novela (relato, en realidad) que leo del Nobel de 2014. Y vuelvo a sentir lo mismo que siempre: si este tipo mereció el Nobel de Literatura, entonces, muchos más lo merecieron y no lo recibieron. Leyendo a Lernet-Holenia, Perutz, Zweig, Roth... y tantos otros que jamás estuvieron siquiera en las "quinielas" para posibles Nobel no tiene sentido que se lo dieran a Modiano (y a otros muchos más). Obviamente, sé que todo es un montaje político-mercantil, que en función de la actualidad político-social internacional interesa que un escritor (cada vez más y también por razones políticas, escritora) de un determinado país o continente gane el premio; que en función del lanzamiento comercial de un autor sea necesario el premio. Vamos, que es todo un montaje artificioso de espurio interés. Así que cuando critico acerba y justificadamente la concesión de premios "nacionales" como el Planeta, las mismas razones se pueden argüir  para denostar premios "internacionales" como el Nobel (que no son, evidentemente, sino premios nacionales venidos a más, en este caso de origen sueco). Aceptémoslo, siempre estaremos pendientes de los premios, aunque sea para poder reprobarlos con mayor agudeza.
 Así que, la pregunta que yo mismo me hago es: ¿por qué diablos sigo leyendo a gente como Modiano, que considero mediocre? La respuesta es: ni idea. No sé por qué leo al francés, quizá porque tiene una prosa sencilla pero hasta cierto punto atrayente; puede que porque sus evanescentes personajes, mal delineados y sin profundidad acaben siendo verosímiles; o tal vez porque en ese extraño proceso de la memoria que falla nos hemos visto todos retratados alguna vez (no digamos ya cuando tenemos personas cercanas que, por la edad y la enfermedad, comienza a fallar su retentiva). No lo sé, pero siempre que acabo de leer a Modiano me doy cuenta de lo vulgar que es... pero sé que lo volveré a leer.
 Con todo esto de la memoria, el título de la novela viene que ni pintado, pero en realidad hace referencia a una canción que hace referencia a unos caballos que son llevados al matadero, "caballos que pasan al amanecer para no volver". Quizá recuerdo de una decadencia que afecta a todos.
 El tema principal es, como siempre en Modiano, la nostalgia del pasado, quizá esta vez más claro una sensación de derrumbe personal y social con el paso del tiempo. ¿El argumento? El siguiente: en primera persona, el autor rememora su pertenencia a un grupo de amigos, "grupito" lo llama. En este caso se ven en París (localización habitual de Modiano), pero también en Antibes (Costa Azul francesa), donde pasan vidas despreocupadas, aparentemente acomodadas y sin un proyecto de futuro viable. Ha vuelto tras diez años fuera de Francia y se encuentra con que todo ha cambiado, algunos están ilocalizables; otros llevan vidas distintas, más estables y tradicionales; alguno incluso ha fallecido.
 La visión general de las novelas de Modiano sigue siendo la de personajes evanescentes, que llevan vidas irreflexivas, y que sin razón aparente se separan de pronto. Es como si un amnésico tratase de recuperar la memoria poco a poco. También es frecuente en el francés los oficios un tanto inusuales de sus personajes, en otras novelas hay algunos incluso que llevan vidas delincuenciales, en esta novela hay desde "un anticuario especializado en maderas claras", hasta quien trata de conseguir un matrimonio ventajoso que lo retire de la lucha cotidiana, pasando por jóvenes que viven de sus padres.
 La edición de Anagrama que tengo en mis manos está enriquecida por unos cuantos dibujos del artista francés de origen vietnamita Pierre Le-Tan, que ilustra tanto personajes como localizaciones de la novela.
 En fin, otra novela de Patrick Modiano, no me gustó pero es tan ligera que casi se lee como un artículo periodístico. A pesar de todo, seguiré leyendo a este tío. Tanto que ya tengo el siguiente libro sacado de la biblioteca, Un circo pasa.

sábado, 13 de diciembre de 2025

Inciso musical: séptimo concierto de abono de la temporada 25-26 de la Orquesta de Castilla y León. Obras de Gubaidúlina, Chopin y Stravinski.

  Ayer la OSCyL no estuvo dirigida por Elim Chan, como anuncia el programa de mano, sino por el macaense Lio Kuokman; el solista invitado fue el pianista Javier Perianes.
 El concierto abrió con una obra de la recientemente finada Sofiya Gubaidúlina, inspirada en un cuento infantil del checo Milos Macourek, El trocito de tiza. El relato gira en torno a un trozo de tiza escolar que, tras un uso intensivo, queda relegada en el bolsillo de un niño; pero cuando cree que todo ha acabado, el niño la usa para trazar en el suelo un bello dibujo infantil. Así, la obra de Gubaidúlina, Poema de cuento de hadas, trata de reflejar esos sentimientos de la tiza, el de satisfacción inicial por su función, el de tristeza por el abandono y el de felicidad suprema final. Digo que "trata" porque, a menos a un servidor, no le ha transmitido sentimiento alguno. De nuevo, se trata, en mi humilde opinión, de una obra de "música clásica contemporánea" que malgasta el potencial humano y artístico de toda una orquesta sinfónica. Es evidente el desempeño de los intérpretes y del propio director, a los que aplaudo sin reparo, pero no a la obra de la compositora, que no consigo comprender plenamente.
 Porque, claro, uno acabaría con complejo de zote al escuchar a compositoras como Gubaidúlina, si no fuera porque, al continuar el concierto, se escucha a Chopin y a Stravinski. Todo cambia, o sea, que uno no debe ser tan torpe e ignorante cuando se consigue emocionar hasta poner el vello de punta con el polaco o el ruso.
 De Chopin, la OSCyL interpretó el Concierto para piano nº1, obra sublime estrenada en 1830, cuando el genial compositor contaba veinte años de edad. Eso lo convierte en una obra de relativa juventud (teniendo en cuenta que Chopin fallecería de tuberculosis con sólo treinta y nueve años), por lo que, según los musicólogos no se aprecia la maestría que alcanzaría en sus últimos años. Lo cierto es que servidor sí identificaría esta obra como propia de Chopin en cuestión de minutos, especialmente por el segundo movimiento (Romanze - larghetto) que tiene uno de esos solos de piano que lo llevan a uno a un estado de melancolía y nostalgia carentes de pena que pocos compositores saben lograr. En ese movimiento (al igual que en los otros dos, claro) Perianes logra transmitir de una forma excelsa lo que la partitura propone. Para el bis, el gran pianista onubense eligió otra pieza de Chopin, llevando al auditorio a un entusiasmo que se materializó en una ovación en pie que duró varios minutos.
 Para después del descanso se programó una obra de Stravinski, Petrushka, que también tuvo la aprobación general de público. Con todo, tuve la misma sensación que cuando se interpretó, semanas atrás, La consagración de la primavera, que, al ser obras escénicas, pensadas para ser acompañadas por un ballet, la genial música queda un poco carente de fuerza, concretamente de la fuerza que dan las imágenes de la danza. Por supuesto, Petrushka es una obra de digestión mucho más sencilla que La consagración de la primavera, que para aquellos que no estén familiarizados  con su argumento puede parecer discordante en exceso; para aquellos familiarizados, por el contrario, entenderán que se está describiendo un ritual pagano que incluye sacrificios humanos, de ahí esas melodías tan estridentes. Pero no, Petrushka no es tan cruda como la anterior, es, en realidad, un triángulo amoroso entre marionetas, con lo que las melodías son mucho más amables, más convencionales e incluso populares, ya que Stravinski trata de describir una verbena en la semana del carnaval. De nuevo, sigo echando de menos el acompañamiento visual del ballet para el que esta obra fue compuesta.
 En fin, otro concierto contrastante (¡caray, cómo repito esto!), tanto en estilos como en calidad.

"Las Dos Sicilias", de Alexander Lernet-Holenia.

  Es una verdadera pena sentir el terrible bajón de calidad que se ha producido en la producción literaria en los últimos decenios. Si comparamos la basura de Premios Planeta que se ha entregado en estos últimos tiempos (presentadoras, tertulianos y demás ágrafos con ínfulas de escritor) con autores como Lernet-Holenia y los excelsos autores de aquella Austria-Hungría finiquitada tras la Primera Guerra Mundial (Perutz, Werfel, Zweig, Roth, Von Horváth...) por no hablar ya de los victorianos (Dickens, Trollope, Hardy, Austen, Brönte, Thackeray...) el panorama actual es desalentador. Y lo más terrible de todo es que, mientras las librerías están atestadas de los bodrios de esos escritorzuelos recientes de tres al cuarto, los grandes autores no son reeditados y sus obras están descatalogadas. Eso me ha pasado precisamente con Lernet-Holenia, para leer al cual he tenido que recurrir a librerías de viejo a través del portal iberlibro.com. Porque también ocurre que en las propias bibliotecas, aun cuando estén tan bien surtidas como la Biblioteca de Castilla y León, tienen pocas obras y la mayoría ya en depósito. ¡Y pensar que buena pare de la población se idiotiza con esa narrativa actual! ¡Y ésos son los que leen! ¡Poco nos pasa! Cuando alguien introvertido, tímido y volcado en el disfrute intelectual de la alta literatura y la música culta echa un vistazo afuera, especialmente a la "clase gobernante", no siente sino una profunda vergüenza ajena y unas enormes ganas de no volver a salir más a "ese mundo". 
 En fin, vamos a lo nuestro: Las Dos Sicilias es, aparentemente, una novela policíaca, pero en realidad es una profunda reflexión metafísica sobre la vida, la muerte y la identidad personal. El nombre de la novela hace referencia al ficticio Regimiento de las Dos Sicilias, perteneciente al Imperio Austro-húngaro que ha sido destruido por completo en la Primera Guerra Mundial. Tanto es así, que sólo sobreviven un coronel, Rochonville, cinco oficiales y un suboficial. En una fiesta, en Viena, el coronel charla con un tal von Putendorf, quien comparte su pensamiento sobre la vida y la muerte, especialmente en el ámbito militar. Considera este ruso de origen alemán que el destino de todo soldado es la muerte en el campo de batalla, que todo lo demás es una anomalía sin sentido. La extraña charla no cae en el olvido, esa misma noche muere uno de los oficiales supervivientes del regimiento de las Dos Sicilias. En las semanas siguientes seguirán cayendo uno a uno el resto de militares. 
 Cada vez que se produce un deceso o una desaparición (pues uno de ellos, Fonseca, desaparece misteriosamente sin dejar rastro) hay la consecuente meditación acerca del significado de la vida y la muerte. En una de ellas, el coronel Rochonville reflexiona: "En el fondo, tal vez nunca debiéramos preguntar a nadie de dónde viene y adónde va, porque, ¿de dónde viene verdaderamente cada uno de nosotros? De la nada. ¿Y adónde va? Pues, igualmente, a la nada".
 El encargado de investigar las muertes y desapariciones es el detective Gordon, quien al principio es presentado como un tipo romo y sin inteligencia, pero que, en las postrimerías de la novela, se revela como agudo y perspicaz, entrando el mismo en esas reflexiones metafísicas.
 El resultado es una novela interesante en dos planos, uno superficial, el de la novela policíaca, que ya por sí solo merece la pena; y otro más elaborado y profundo, el de la consideración metafísica que da un interés añadido sin hacer la novela farragosa o pesada.
 En fin, otra gran novela de un intelectual dedicado a pergeñar textos interesantes que enriquecen al lector en cada página. ¡Qué diferencia con lo actual!

domingo, 7 de diciembre de 2025

"Diario de un desesperado", de Friedrich Reck-Malleczewen.

  Este es el texto más conocido de Friedrich Reck (lo llamaré así en adelante, pues parece que la segunda parte del supuesto apellido compuesto hace referencia sólo a su localidad de nacimiento y origen, y lo añadió él mismo para darse prestigio) junto con Historia de una demencia colectiva que ya reseñé en este humilde blog. Llamo texto a lo que voy a comentar a continuación pues, aunque lleve el título de diario, tiene enjundia suficiente para ser considerado ensayo, aunque no tenga la estructura necesaria y carezca de la bibliografía obligatoria. En cualquier caso, las fechas de este diario abarcan desde mayo de 1936 hasta el 14 de octubre de 1944, pocos meses antes de su muerte. Es un diario en el que critica acerbamente la Alemania del Tercer Reich y sus dirigentes, sin escatimar epítetos insultantes, muchos de los cuales le acarrearon la prisión. El texto en sí mismo, al igual que ocurría con Historia de una demencia colectiva es una prosa cuidada, pulcra y de gran riqueza léxica; al tener forma de diario no llega a ser nunca farragoso ni pesado, al contrario, es directo y rápido, pero siempre erudito. 
 Capítulo aparte merece la verosimilitud de lo contado. Friedrich Reck ha pasado a la Historia como un enemigo acérrimo del nazismo, que acabó matándolo (vía tifus exantemático) en el Campo de concentración de Dachau. Eso sí, no era en absoluto un revolucionario, ni defendía a los millones de inocentes asesinados por el Tercer Reich, sino que abogaba por una visión de Alemania y Europa más cercana al Antiguo Régimen que al siglo XX, ahora lo explico. Pero volviendo a la verosimilitud, Reck también fue conocido por, digamos, tener una imaginación muy viva o, diríamos hoy, adornar en exceso su curriculum vitae. En este sentido, es de gran ayuda el posfacio firmado por Christine Zeile, escritora y periodista que arroja luz sobre datos biográficos del autor, desmintiendo ciertos datos que él da por ciertos.
 Como decía, se trata de un diario en el que va desgranando su odio hacia el nazismo y sus líderes, que se va acentuando a medida que avanza el tiempo. Friedrich Reck se presenta como un "Junker", antigua nobleza baja de Prusia oriental y Pomerania, poseedores de grandes terrenos; su padre, ciertamente, era terrateniente en esa zona, aunque parece que conseguidos recientemente. Estos Junker eran un colectivo claramente arcaizante de la sociedad alemana, adheridos a viejos privilegios ya periclitados en el siglo XX, mantenían un monarquismo a prueba de bombas (aunque, luego explicitaré, el monarquismo de Reck era hacia la casa real bávara). Bien, desde esa hipotética visión Junker, el nacionalsocialismo era una suerte de revolución de obreros, de plebeyos, de chusma, en definitiva. Así trata Reck a los gerifaltes nazis. Para Friedrich Reck, la sociedad perfecta es la del Antiguo Régimen, con diferenciación de estamentos sociales impermeables, origen divino de la monarquía y unión entre Iglesia y Estado.
 Reck trata a Hitler de mediocre y vulgar, e incluso lamenta no haberlo asesinado cuando, en un evento oficial lo tuvo a pocos metros suyo, teniendo una pistola cargada en el bolsillo. Pero si el desprecio a los líderes nazis es patente, es más acentuado el rechazo a la sociedad que sigue el nazismo, a los que llama "hombre masa" (el mismo término, por cierto, que acuñara Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, filósofo español citado en un par de ocasiones por Reck). Estos hombres masa constituyen el sustento social del nazismo; son  la mediocridad intelectual personificada,  pronos a la vulgarización y adocenamiento.
 Entre las contradicciones de Reck, muestra un terrible desprecio hacia todo los prusianos, llegando incluso a usar un insulto estereotipado, "caras de patata". Él se siente más cercano a los bávaros y austriacos y sus supuestos refinamientos, frente a la vulgaridad de los prusianos, que sólo saben cumplir órdenes, promover el militarismo y ahorrar dinero. Algo sorprendente, pues aunque Reck vivía en Baviera, era prusiano de origen, nacimiento y crianza.
 Compara a Hitler (al que llama "el gran eunuco"), vegetariano y frugal, con Bismarck, canciller alemán conocido como un Pantagruel  capaz de comer como cuatro o fumar tres puros a la vez con una boquilla especial fabricada a tal efecto. Cree que el régimen está indefectiblemente unido a la condición física de su líder, por lo que no duda de que el Tercer Reich será de corta duración.
 El diario termina con los días de su encarcelamiento en Dachau; las razones del mismo, según Reck, son que nunca saludó con un "¡Heil, Hitler!", que no colabora con el régimen, que lo critica abiertamente ante distintas personas... Él mismo augura su fin cuando lo encierran en lóbregos calabozos llenos de piojos y pulgas donde antes se aislaba a enfermos de tifus. Efectivamente, moriría de tifus exantemático poco tiempo después.
 Hasta aquí el texto de Reck, como decía furibundamente antinazi, pero por defender sus supuestos privilegios de clase, no por las barbaridades que el Tercer Reich cometió contra sus propios ciudadanos y el resto de europeos. En todo caso, como decía antes, la escritora Christine Zeile firma un posfacio en el que se hace eco de distintas informaciones sobre Friedrich Reck, tanto de su época como posteriores, y que ponen en un brete las afirmaciones del autor. Tanto es así, que trata de aclarar sus mentiras, que, básicamente son estas: en primer lugar, aunque Reck se presente como Junker, ya lo dije antes, no lo era, puesto que su padre sí era terrateniente en Prusia oriental, pero no de origen noble; en segundo lugar, Reck nunca combatió en la Primera Guerra Mundial, aunque en el texto narra anécdotas y experiencias de su vida como alférez, lo cierto es que fue declarado "no apto" para el servicio por su diabetes; en tercer lugar, más que una mentira, es una inexactitud decir que fue detenido y encarcelado por no saludar con sus "¡Heil, Hitler!" correspondientes o por ser crítico con el régimen, puesto que la razón última de su encarcelamiento fue su negativa a alistarse forzosamente cuando fue llamado a filas (aunque ya contaba cincuenta y muchos años). Estas mentiras e inexactitudes pueden ser consideradas delirios de grandeza o simples simulaciones, pero lo cierto es que devalúan notablemente el valor testimonial de sus escritos. Esto, por cierto no es exclusivo de Friedrich Reck, todo un Premio Nobel de Literatura, Günter Grass negaba por activa y por pasiva haber pertenecido al ejército nazi, hasta que le demostraron fehacientemente que incluso formó parte (a edad muy temprana y en puestos subalternos, eso sí) de las Waffen-SS.
 En fin, a pesar de esas simulaciones, inexactitudes y claras mentiras, la obra de Reck merece ser leída. Es difícil, por no decir imposible, compartir desde el siglo XXI su arrobo por el Antiguo Régimen y sus brutales desigualdades, pero, como antes decía, la calidad prosística del prusiano es muy alta, y sus reflexiones son interesantes y, en muchos casos, acertadas.

sábado, 6 de diciembre de 2025

Inciso musical: sexto concierto de abono de la temporada 25-26 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Obras de Unsuk Chin, Mozart y Brahms.

   Ayer, la OSCyL estuvo dirigida por el batuta alemán Marc Albrecht, quien se compenetró perfectamente con la orquesta; el solista invitado fue el trompista croata Radovan Vlatkovic, que dio una agradable sorpresa a la sala, ahora cuento.
 Uno de las expresiones más manidas entre los musicólogos y programadores de conciertos a la hora de dar información en un programa de mano es la de "concierto contrastante", en el sentido, claro, de obras muy diversas entre sí. Les gusta mucho. Y, claro, en realidad es fácil conseguir que contrasten tres obras entre sí. Lo difícil (aquello en lo que fallan una y otra vez) es conseguir que esas obras contrastantes sean de la más alta calidad posible. Por ejemplo, en el concierto de ayer había notable contraste musical entre la obra de Mozart, el Concierto para trompa nº2, y la de Brahms, la Sinfonía nº1, pues el primero es la esencia del clasicismo mientras que el segundo lo es del Romanticismo. Hasta aquí todo perfecto, ya que las obras de Mozart y Brahms, como la totalidad de sus repertorios, son de una calidad excelsa, y, además, contrastan mucho entre sí. Objetivo cumplido. Ahora bien, ayer también hubo contraste no sólo por estilo musical, sino también de calidad. Me refiero a la obra de la compositora surcoreana Unsuk Chin, cuya obra, Frontispiece, estaba a años luz de cualquier obra de Mozart o Brahms. Vamos, dicho sin circunloquios, que Frontispiece es un auténtico bodrio.
 No quiero ser injusto, es posible que si se escucha la obra de Unsuk Chin de forma aislada, sin escuchar a continuación a Mozart, tal vez (digo sólo "tal vez", que nadie vaya más allá) se pueda encontrar alguna virtud en esa obra carente de melodía y ritmo. Pero es que, amigos míos, la música es la combinación armoniosa de melodía y ritmo, si carece de estos elementos no es sino ruido. Y, para mí, no se ofenda nadie, esa pieza era ruido tocado por excelentes músicos con sus instrumentos profesionales y guiados por un notable director, pero ruido al fin y al cabo. Así que sí, efectivamente, hubo mucho contraste (pero del malo) entre Unsuk Chin, Mozart y Brahms.
 En fin, tras el mal trago, se interpretó el Concierto para trompa nº2 de Mozart. Y, claro, todo cambió. A mí, particularmente, cuando estaba escuchando ayer me venía a la cabeza cómo un genio que sólo vivió treinta y cinco años en este atribulado mundo y que pasó por todo tipo de miserias y problemas pudiera componer obras tan solemnemente complacientes. Me explico: no es cuestión de Mozart sino del Clasicismo musical en general, con sus frases musicales claras y sencillas, sin el exceso del periodo anterior, el Barroco; el ritmo armónico más lento y cadencioso que en el Barroco; el predominio del modo mayor, mucho más optimista, sobre el modo menor, idóneo para expresar estados anímicos decaídos. La combinación de esas tres características (y la genialidad sin igual de Mozart, por supuesto) hace que sus obras sean un canto a la resiliencia, a seguir adelante pase lo que pase. Pero, cuidado, no es optimista como tantas obras del Romanticismo (estoy pensando en la Sexta sinfonía de Beethoven) que te elevan el ánimo en cuanto se escuchan los primeros acordes. No, las obras mozartianas, y por extensión todas las clásicas, no te animan, simplemente manifiestan que todo sigue adelante, en un equilibrio natural que lleva milenios funcionando. Para un servidor escuchar a Mozart es darse cuenta de la irrelevancia de los acontecimientos cotidianos, es como olvidarse de todo lo que ocurre a mi alrededor para volver a la perfección musical que me acuna y protege; no es, como en el caso de muchas obras románticas que dicen: "¡vamos, ánimo, lucha contra el desaliento, que no te venzan las dificultades!". No, escuchar a Mozart es como si te dijeran: "la cotidianeidad es intrascendente, ignórala". En muchos sentidos escuchar a Mozart es una experiencia religiosa, ya que te aísla del mundo, de sus miserias y sufrimiento. Igual que un místico centra su existencia en lo espiritual, escuchar a Mozart te permite prescindir del aplastantemente mediocre día a día. 
 Bueno, después de esta pequeña reflexión, diré que el Concierto para trompa nº2 cumple perfectamente con esos principios, incluso siendo la trompa un instrumento tan poco frecuente como solista. Estamos acostumbrados a disfrutar de las trompas como acompañantes, especialmente cuando se requiere melodías épicas (todos pensamos en Wagner cuando se habla de trompas). Así, las trompas parecen instrumentos muy burdos como para denotar sensibilidad. Bueno, ayer Radovan Vlatkovic demostró, con ayuda de Mozart, claro, que eso no es correcto, que la trompa también puede transmitir refinamiento y delicadeza. Por cierto, la pequeña y agradable sorpresa que Vlatkovic nos regaló fue un bis navideño, en el que los seis trompistas de la OSCyL y él mismo interpretaron un popurrí de villancicos, ataviados los intérpretes con el inevitable gorrito de Papá Noel. Una delicia.
 Después del descanso tocó la Sinfonía nº1 de Johannes Brahms, una de las típicas sinfonías románticas. En primer lugar, la potencia de la sinfonía romántica lleva al mayor desarrollo de la orquesta, con todos sus músicos en escena, perfectamente sincronizados por Marc Albrecht; en segundo lugar, la sensibilidad y el sentimiento del Romanticismo regala frases musicales emotivas, con las que es muy difícil no dejarse arrastrar y empezar a mover cabeza, manos o pies. Como decía antes, contrasta con Mozart, es diferente, ni mejor ni peor, simplemente diverso. Dicen los musicólogos que Brahms tardó más de catorce años(de 1855 a 1874) en concluir esta sinfonía, en parte por el perfeccionismo del compositor alemán, en parte por la inmensa influencia de la Novena sinfonía de Beethoven (escrita en 1824). Parece ser que la  última sinfonía del sordo genial provocó tal terremoto en todos los compositores del momento que muchos tuvieron que reinterpretar sus obras para que no quedaran arrumbadas ante la brillantez sin igual de la Novena. La Sinfonía nº1 de Brahms está estructurada en los típicos cuatro movimientos, que difieren notablemente en los tempi, en los ritmos: el primero, Un poco sostenuto - Allegro tiene un compás 6/8 que consiste en un único tema que es interpretado en distintas variantes según familias de instrumentos; el segundo movimiento, Andante sostenuto, está en compás 3/4, con un carácter lírico y movido; el tercero, Un poco allegretto e grazioso, está en tempo 2/4 e incluye la melodía más reconocible de toda la sinfonía, liderada por el clarinete y el oboe con el sustento de toda la cuerda; por último, el cuarto movimiento, Adagio - Più andante - Allegro non tropo, ma con brio, está en compás 4/4 con un Finale también muy reconocible. Es, en definitiva, una obra monumental, que da para estudiarla días movimiento a movimiento. El desempeño de la OSCyL, una vez más, de matrícula de honor. 

miércoles, 3 de diciembre de 2025

"Siempre un poco más lejos", historietas de Corto Maltés, por Hugo Pratt.

  Siempre un poco más lejos contiene cinco historietas protagonizadas por Corto Maltés y ambientadas en América, principalmente el Caribe y el río Orinoco. Son cómics no continuos, pudiéndose leer pues de forma independiente. Al igual que ocurre con el resto de la obra de Pratt, los mediocres argumentos no están a la altura de los excelentes dibujos, ejemplo de arte menor con aspiraciones a arte a secas. La edición que he disfrutado es de Norma editorial, en  blanco y negro, publicada en 2019 en tapa dura y papel de buena calidad. Los más puristas disfrutan del cómic en blanco y negro, que da una sensación más dramática, menos comercial al tebeo. Pratt lo escribió en 1970, pero está ambientado en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, incluyendo varios personajes rebotados de aquella carnicería. Protagonistas habituales, aparte de Corto, como Leví Columbia y Steiner aparecen en las narraciones. La esmerada edición de Norma incluye un prólogo de Ana Merino, así como unos dibujos coloreados de Pratt, con técnica mixta, plumilla y acuarela.
  Cabezas y hongos sitúa a Corto en Maracaibo (Venezuela) con Leví Columbia y Steiner. El anticuario quiere ir en busca del mítico "Eldorado" y planea una expedición por el Orinoco. Consiguen hongos alucinógenos y pretenden ir a territorio de los jíbaros, los reductores de cabezas.
 La conga de las bananas es otra historia enrevesada y poco interesante pero con excelentes dibujos. Corto está en Mosquito (quizá la Costa de Mosquitos, actual Honduras). Matan a un tipo ante sus ojos para robarle el maletín que porta. Corto se queda con el maletín por el que varios individuos son tiroteados y muertos. Se descubre finalmente que el dichoso maletín tan solo contiene recortes de papel de periódico.
 Vudú por el presidente está ambientado en Barbados, a donde llega Corto con Steiner. Allí unos pocos locales tienen atemorizado a toda la población con la momia del antiguo presidente. Corto conseguirá convencer a la gente para que se levante en armas contra los tiranos.
 En La laguna de los hermosos sueños aparece un nuevo personaje, un joven oficial británico que delira a la orilla de una laguna del Orinoco. Los indios caribeños lo dejan morir entre sueños de victorias militares, idilios románticos y triunfos personales.
  En Abuelos y leyendas contratan a Corto Maltés para que encuentre a un niño mestizo, hijo de india jíbara y de europeo. Lo encuentran con la ayuda de su abuelo materno, que iba de incógnito como guía. Finalmente, el abuelo paterno permite que la criatura mestiza se quede en la jungla sudamericana.
 Otro cómic típico de Pratt, pues, extraordinarios dibujos, regulares tramas.

"Mientras dan las nueve", de Leo Perutz.

  Sexta novela que leo del autor praguense, y cambio de tercio. Las cinco anteriores podrían ser calificadas como "novelas históricas" en el sentido de que Perutz idea una trama en un periodo histórico perfectamente reconocible, en el que alterna personajes reales con otros inventados. Mientras dan las nueve, sin embargo, no tiene referencia histórica alguna; se trata de una obra de ficción por completo, con personajes totalmente ficticios. Por supuesto sí hay una línea literaria común con las otras, especialmente con un sentido del absurdo, que  identifiqué más claramente en ¿Adónde vas, manzanita?, y es un argumento un tanto desquiciante que hace que el personaje protagonista se choque una y otra vez contra situaciones absurdas y angustiosas que lo retrotraen a momentos ya vividos. Vamos, lo que hoy conocemos como "kafkiano". Y es que, al igual que los personajes de Franz Kafka en El proceso o El castillo, el protagonista de Mientras dan las nueve está atrapado en una suerte de círculos viciosos de los que no puede salir. La sensación de absurdidad, sinsentido y opresiva realidad domina a Stanislaus Demba hasta su muerte. Tal vez no tenga la fuerza de La metamorfosis, en la que Kafka retrata genialmente la vida alienante y perturbadora de un ciudadano de a pie, pero sí comparte con ella la existencia monótona, cíclica y sin salida del hombre moderno.
 En esencia, el argumento gira en torno a Stanislaus Demba, un estudiante universitario que se mantiene económicamente a duras penas dando clases particulares a niños y con alguna traducción. Demba está enamorado de una tal Sonja, que no lo corresponde, ya que ella bebe los vientos por un tal Weiner, que planea llevarla a Venecia. Muerto de celos, Stanislaus intenta por todos los medios conseguir el dinero necesario para ese viaje, pensando que así Sonja se fijará en él. Y en ese afán, el de conseguir dinero, trascurre toda la novela. Cada vez que está a punto de conseguir el vil metal, alguna circunstancia ridícula se interpone e impide el ansiado fin. Así, trata de cobrar por adelantado las clases particulares a los niños de una acomodada familia, y cuando ya tiene el dinero a su alcance quema accidentalmente la alfombra de la casa con la ceniza de un puro y, por vergüenza sale corriendo de la casa, dejando el dinero atrás. En otra ocasión, trata de vender unos costosos libros que ha "tomado prestados" de un anticuario; el comprador sospecha el robo y llama a la policía, que acaba esposando a Demba; aun maniatado, consigue huir de los policías. A partir de entonces, Stanislaus llevará las manos esposadas, teniendo que usar una vieja capa para disimular los grilletes. Siguiendo con la búsqueda del dinero, juega en una casa de apuestas, consiguiendo una alta suma, suficiente para su viaje, pero los organizadores de la timba sospechan que ha robado un reloj (algo que no es cierto) y, para no ser denunciado a la policía, tiene que salir huyendo sin el dinero. Otra vez consigue el dinero, pero se le cae el sobre en el que lo lleva, cuando se da cuenta un policía lo ha recogido y se lo va a devolver; él, temeroso de que vea que, bajo la capa, lleva las manos esposadas, dice que el dinero no es suyo y el policía se lo entrega a otro transeúnte. En fin, un ciclo vicioso impide que se haga con el dinero. La novela acaba con la muerte, inexplicada, de Stanislaus Demba.
Leo Perutz. Imagen tomada del sitio www.goethe.de
 La opresiva sensación final tras leer la novela no difiere mucho de lo que se siente con las novelas de Kafka. De puro absurdo, la vida de Stanislaus Demba no puede ser más verosímil. La semejanza con el autor de La metamorfosis es patente. Sin embargo, Mientras dan las nueve fue publicada en 1918, entre El proceso (1915) y El castillo (1922). Kafka tuvo el boom editorial y de público ya a mediados de la década de los 60, con lo que es muy improbable que Perutz y él se hubieran conocido, aun siendo ambos coetáneos y praguenses. Es más verosímil contar con una coincidencia de estilos y temas por la influencia social y política de la Europa central de finales del XIX y principios del XX.