miércoles, 24 de diciembre de 2025

Natividad de Nuestro Señor.

Murillo, Bartolomé Esteban. (1655-1670). Natividad con el anuncio a los pastores. [Óleo sobre lienzo]. Colección particular.
Imagen tomada de Wikimedia Commons

domingo, 21 de diciembre de 2025

Solsticio de invierno.

Foschi, Francesco, (1750-1780). Pasaje invernal con una familia de campesinos [Óleo sobre lienzo]. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.
Imagen tomada del sitio www.museothyssen.org

viernes, 19 de diciembre de 2025

"La escalera del hotel", de Franz Werfel.

  Mármara ediciones publica un pequeño volumen de Werfel que contiene un pequeño relato, una pequeña joya en realidad del autor praguense. La escalera del hotel es un relato de técnica impecable, casi parece un ejercicio autoimpuesto para describir psicológicamente a un personaje, una de las características que diferencian un gran escritor de uno del montón. Y, en esto y otras cosas, Werfel alcanza la excelencia. Pero, además, esta edición incluye una introducción del autor, prevista para ser leída por estadounidenses que no conocían nada de Austria-Hungría ni de Europa en general. Esa introducción, que el autor titula Ensayo sobre el Imperio austriaco, ocupa más espacio y es mucho más interesante que el relato que da nombre al tomo. Observe el lector que digo "es mucho más interesante", no que sea mejor; de hecho, ha sido para mí bastante decepcionante conocer la visión social, política e histórica que tenía este hombre. En parte decepcionante, pero en parte es un buen recordatorio de que no hay nadie a quien seguir, ¡nadie! Digo esto sin acritud y sin vehemencia, pues, a mis cincuenta y pico años, estoy ya muy "de vuelta" de las estupideces del ser humano como para caer en una suerte de idolatría hacia alguien. Nunca fui mitómano, ni siquiera en mi adolescencia; tuve, por otro lado, unos terriblemente malos ejemplos familiares que me vacunaron por las bravas contra la adoración a ninguna otra persona.
 Bueno, entro en faena. Como decía, Ensayo sobre el Imperio austriaco, es la cosmovisión del autor, la pérdida de su patria (no tanto en un sentido político, sino social y cultural) y lo que esto supuso. Comienza con una suerte de metáfora en la que el Imperio austrohúngaro sería de naturaleza divina y los Estados resultantes de su desmembración, entidades demoníacas. No llega a argumentar esta aseveración tan atípica, aunque, a lo largo de la historia haya habido tantos territorios (y, sobre todo, sus monarcas y regentes) que han asegurado ser rey o emperador o lo que sea "por la gracia de Dios". Quizá la inteligencia de Werfel le impidió llegar a escribir tamaña estupidez, aunque, a juzgar por lo que más tarde afirma, lo pensaba. Pero antes glosa la belleza y unicidad del Imperio austrohúngaro recordando la diversidad del enorme territorio (enorme para ser Europa central, claro), comenzando por los climas, desde la alta montaña de los Alpes hasta las costas mediterráneas de la Dalmacia, pasando por las llanuras húngara o serbia; después la variedad cultural y racial del país, desde las mayorías dominantes germánica y magiar, hasta los rumanos, serbios, eslovacos, checos, polacos, croatas, italianos... sin olvidar el elemento judío, tan abundante en Austria-Hungría. Hasta aquí todo es soportable, pero luego comienza a alabar a los Habsburgo, considerándolos la esencia de las bondades del imperio, y luego personaliza todo en la figura del emperador Francisco José. Ya que no soy dado a leer biografías (son pura idolatría en la mayor parte de los casos, y estúpida vanidad cuando son autobiografías) no estoy acostumbrado a estos ejercicios de adoración cuasi infantil de un líder político, con lo que me rechinan todos los dientes según voy leyendo los párrafos. Para Werfel, Francisco José I de Austria era el paradigma del buen gobernante e incluso del buen ser humano; lo retrata con todas las cualidades posibles: era bondadoso, noble, reflexivo, compasivo, sacrificado, humilde... Vamos, un dechado de virtudes. La mayor parte de los historiadores serios actuales consideran al emperador un hombre honesto pero incapaz de comprender los cambios sociales y políticos que se estaban dando en el seno de su imperio. Sin duda él creía en el derecho divino a ser emperador de varios millones de seres humanos, se creía incluso con derecho a mandar a la muerte a miles de chicos jóvenes para defender ese statu quo. Más de cien años después, la imagen que llega de ese emperador es la de un hombre trasnochado, habitante solitario de las inmensidades de su Palacio de Schönbrunn, desde el que seguro que no podía tener un visión sensata de lo que les pasaba a sus súbditos. Ni los actuales austriacos, ni, por supuesto, el resto de pueblos que formaban parte de ese "Estado Frankenstein" que era Austria-Hungría guardan un buen recuerdo de Francisco José, no hay más que ver cómo el nacionalismo serbio (muy desarrollado en ese país balcánico) considera a Gavrilo Princip, el asesino de Francisco Fernando (sobrino de Francisco José), como un héroe nacional. En fin, los tiempos cambian y las consideraciones también, pero parece que estos emperadores y reyes ya estaban obsoletos hace más de cien años.
 Y después, el relato que da nombre al volumen. La escalera del hotel es la historia de un suicidio, el de la joven Francine, que se arroja desde el quinto piso de la escalera de un hotel de lujo. Pero, como decía antes, es, sobre todo, un excepcional ejercicio de descripción psicológica del personaje. Werfel detalla de forma tan excepcional los sentimientos y pensamientos que abruman a la chica, que uno cree conocerla desde hace años aunque la conozca desde hace sólo unos párrafos. Son retratos psicológicos equivalentes a los de Stefan Zweig o Dostoievski, de una complejidad sobresaliente sin caer en sensiblerías o excesos.

miércoles, 17 de diciembre de 2025

"Un circo pasa", de Patrick Modiano.

  Hay que cumplir con lo que se dice, aunque no sean promesas y se diga como de pasada y sin verdaderamente desearlo. Dije hace poco que aunque no me acaba de gustar Modiano, reconozco que tiene algo extraño que me atrae y me incita a leerlo. Sí, es verdad que sus novelas (todas muy cortas, la mayoría más relatos que novelas) son muy ligeras y tienen poca enjundia; también es verdad que sus personajes son demasiado evanescentes y están poco definidos; y, en última instancia, aseveré, y no lo retiro, que no me parece que estuviera justificado el Premio Nobel que le concedieron en 2014. Pero, a pesar de todo, aquí está otra novela más, esta publicada en 1992, Un circo pasa, una novela de mayor calidad en cualquier caso que la anterior, aunque sus características son siempre las mismas: ambientada en París, narrada en primera persona por un joven que sale de la adolescencia, relaciones extrañas y peligrosas que el protagonista establece con tipos patibularios... El título de la novela hace referencia a que el marido de la protagonista trabajó en un circo, pero, echándole imaginación, también puede hacer referencia a algo que pasa sin dejar mucha huella, como las relaciones y avatares que sufren los personajes de Modiano, no sé, es una hipótesis...
 Argumento de Un circo pasa: Jean es un adolescente al que sus padres han abandonado a su suerte (el padre se va a Suiza y la madre al sur de España), malvive en París con trabajos mal remunerados conviviendo con un amigo y socio de su padre. Conoce a una chica, ligeramente mayor que él que, a su vez, trata con gente de más edad y condiciones de vida cercanas al ámbito delincuencial. Sus vidas se encuentran en una situación cuando menos compleja, aunque, como siempre, Modiano lo narra sin dramatismos. Todos los tratos que se deparan son poco intensos, ninguno sabe realmente quién es el otro, simplemente se juntan en determinados pisos y bares. Uno de esa pandilla propone a los jóvenes un encargo: han de atraer hacia él a un tipo al que no conocen. Cobrarán por ello. Las amistades son siempre muy laxas, pero inquietantes, tanto que los chicos se empiezan a angustiar y planean dejar París, aprovechando que han prometido a Jean un trabajo en una librería francesa en Roma. Para aumentar la intriga y el desasosiego, un supuesto policía habla con Jean para asegurarle que corre riesgo con esas amistades, especialmente con la chica, la cual, supuestamente, estuvo casada (eso ya lo sabía él), había cometido varios delitos e incluso había pasado por la trena. Cuando ya están a punto de coger el tren para la capital italiana, la joven tiene un accidente mortal con el coche que les habían prestado la inusual banda. Ahí acaba todo, sin conclusión verdadera.
 Es, verdaderamente, una novela muy "modianesca", con esa sensación de vidas irreverentes, evanescentes y vaporosas que uno lee como en una suerte de inquietante sueño. Otra más, quedan pocas.

martes, 16 de diciembre de 2025

"La dura leyenda de la soga rota", de Franz Werfel.

  Con Werfel ocurre lo mismo que con Lernet-Holenia: fueron autores prolíficos (aunque Werfel muriera con sólo cincuenta y cuatro años, comenzando la madurez de un escritor), y muchas de sus obras tradujeron al español, aunque siempre fueron literatos para una minoría cultivada, nunca para el gran público. Con todo, como digo, hasta hace apenas treinta años se podían encontrar sus obras, ya fueran de narrativa, poesía o teatro en nuestra lengua; desgraciadamente, los últimos decenios han sido, ya se sabe, un terrible desastre para la literatura. Al igual que en otras artes se ha optado por cultivar ligeramente a la mayoría desatendiendo a la minoría más cultivada. El resultado es que lo que se publica y premia hoy en día es basura que podría escribir un chico de quince años que tuviera algún ligero afán creativo; no digamos ya cuando intervienen las veleidades político-sociales del momento, que aprovechan también la literatura (más fácilmente esta "seudoliteratura" de tres al cuarto) para promover los cambios que la "ingeniería social" pretende desarrollar en ese rebaño de borregos que llamamos "sociedad". En fin, con este panorama tan poco halagüeño nos encontramos ante la desaparición de las librerías y bibliotecas de los autores de verdadera calidad. Vamos, por hacer un símil con el vino, han cambiado los reservas más exquisitos por garrafón.
 Así, son las pequeñas editoriales independientes las que todavía sacan de cuando en cuando algo de calidad. En este caso, se trata de una minúscula editorial radicada en Logroño, Pepitas editorial, la que se ha atrevido con tres cuentos de Franz Werfel.
 La dura leyenda de la soga rota da título al volumen y está ambientada en la Guerra Civil española, donde un delincuente común de proporciones hercúleas y asesinatos a su espalda es puesto ante el verdugo dos veces. La primera vez es fusilado y, por azar del destino o por inteligencia propia, se tira al suelo lo suficientemente rápido para que no le alcancen las balas; después, los chicos que habían de rematarlo tienen escrúpulos de conciencia y deciden no hacerlo. Más tarde es ahorcado, pero sus dimensiones rompen la soga, impidiendo el ajusticiamiento. Así, los militares del bando sublevado, que son los que lo tienen en su poder, deciden darle un nuevo uso: será  verdugo. En ese terrible oficio destacará con brillantez; su cuerpo brutal y su escasa inteligencia favorecen las funciones de matarife. El relato está narrado con toda la crudeza posible, para destacar la brutalidad de la guerra, la más animalesca de las actividades humanas, que necesita de zafios salvajes para matar mejor y más rápido.
 Weissenstein, el perfeccionador también tiene un halo negro y pesimista. Ambientado en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, presenta a Weissenstein, un enano hidrocefálico que no encuentra su lugar en el mundo. Es despedido de una y otra profesión, parece que no vale para nada, pero, ¿por qué? Pues porque no puede tolerar la mentira, el cinismo o el disimulo; de ahí el subtítulo de "el perfeccionador". Se trata de un individuo que no encaja en la sociedad civil porque es consciente de todos los defectos de la humanidad, de sus vilezas y mezquindades; él es insobornable, busca la honestidad absoluta y, claro, no la encuentra entre los hombres. Esta situación cambia cuando, con la guerra, se alista en el ejército austro-húngaro y allí, entre esas brutalidades, asesinatos masivos y salvajadas, encontrará su lugar. Es un relato, pues, antibelicista, igual que el anterior, que muestra que la guerra saca lo peor del ser humano y promociona a los peores. El propio físico del personaje refleja la deformidad interior.
  La danza de los derviches contrasta vivamente con los anteriores. Se trata de una minuciosa descripción de las danzas de derviches sufíes en El Cairo. Werfel retrata de manera tan pormenorizada todos los detalles de los religiosos musulmanes, sus aspectos, sus movimientos... Parece un ejercicio de una facultad de filología, eso sí, con una maestría que ningún estudiante alcanza normalmente. 
 Como muy acertadamente ponen en la contraportada que escaneo, la diferencia entre los tres relatos es notable, no sólo en el carácter pesimista u optimista, también en el tiempo. En efecto, el tercer relato data de 1925, cuando las circunstancias generales y personales de Werfel eran más que aceptables, mientras que los dos segundos son de 1938 y 1939, cuando ya Europa estaba sumida en el abismo de violencia y sangre que todos conocemos y que obligó al autor a huir hacia horizontes más amables.

domingo, 14 de diciembre de 2025

"The Best Part", by Grant Snider. (www.incidentalcomics.com).

Image taken from the website www.incidentalcomics.com

"Memory Lane", de Patrick Modiano.

  Otra novela (relato, en realidad) que leo del Nobel de 2014. Y vuelvo a sentir lo mismo que siempre: si este tipo mereció el Nobel de Literatura, entonces, muchos más lo merecieron y no lo recibieron. Leyendo a Lernet-Holenia, Perutz, Zweig, Roth... y tantos otros que jamás estuvieron siquiera en las "quinielas" para posibles Nobel no tiene sentido que se lo dieran a Modiano (y a otros muchos más). Obviamente, sé que todo es un montaje político-mercantil, que en función de la actualidad político-social internacional interesa que un escritor (cada vez más y también por razones políticas, escritora) de un determinado país o continente gane el premio; que en función del lanzamiento comercial de un autor sea necesario el premio. Vamos, que es todo un montaje artificioso de espurio interés. Así que cuando critico acerba y justificadamente la concesión de premios "nacionales" como el Planeta, las mismas razones se pueden argüir  para denostar premios "internacionales" como el Nobel (que no son, evidentemente, sino premios nacionales venidos a más, en este caso de origen sueco). Aceptémoslo, siempre estaremos pendientes de los premios, aunque sea para poder reprobarlos con mayor agudeza.
 Así que, la pregunta que yo mismo me hago es: ¿por qué diablos sigo leyendo a gente como Modiano, que considero mediocre? La respuesta es: ni idea. No sé por qué leo al francés, quizá porque tiene una prosa sencilla pero hasta cierto punto atrayente; puede que porque sus evanescentes personajes, mal delineados y sin profundidad acaben siendo verosímiles; o tal vez porque en ese extraño proceso de la memoria que falla nos hemos visto todos retratados alguna vez (no digamos ya cuando tenemos personas cercanas que, por la edad y la enfermedad, comienza a fallar su retentiva). No lo sé, pero siempre que acabo de leer a Modiano me doy cuenta de lo vulgar que es... pero sé que lo volveré a leer.
 Con todo esto de la memoria, el título de la novela viene que ni pintado, pero en realidad hace referencia a una canción que hace referencia a unos caballos que son llevados al matadero, "caballos que pasan al amanecer para no volver". Quizá recuerdo de una decadencia que afecta a todos.
 El tema principal es, como siempre en Modiano, la nostalgia del pasado, quizá esta vez más claro una sensación de derrumbe personal y social con el paso del tiempo. ¿El argumento? El siguiente: en primera persona, el autor rememora su pertenencia a un grupo de amigos, "grupito" lo llama. En este caso se ven en París (localización habitual de Modiano), pero también en Antibes (Costa Azul francesa), donde pasan vidas despreocupadas, aparentemente acomodadas y sin un proyecto de futuro viable. Ha vuelto tras diez años fuera de Francia y se encuentra con que todo ha cambiado, algunos están ilocalizables; otros llevan vidas distintas, más estables y tradicionales; alguno incluso ha fallecido.
 La visión general de las novelas de Modiano sigue siendo la de personajes evanescentes, que llevan vidas irreflexivas, y que sin razón aparente se separan de pronto. Es como si un amnésico tratase de recuperar la memoria poco a poco. También es frecuente en el francés los oficios un tanto inusuales de sus personajes, en otras novelas hay algunos incluso que llevan vidas delincuenciales, en esta novela hay desde "un anticuario especializado en maderas claras", hasta quien trata de conseguir un matrimonio ventajoso que lo retire de la lucha cotidiana, pasando por jóvenes que viven de sus padres.
 La edición de Anagrama que tengo en mis manos está enriquecida por unos cuantos dibujos del artista francés de origen vietnamita Pierre Le-Tan, que ilustra tanto personajes como localizaciones de la novela.
 En fin, otra novela de Patrick Modiano, no me gustó pero es tan ligera que casi se lee como un artículo periodístico. A pesar de todo, seguiré leyendo a este tío. Tanto que ya tengo el siguiente libro sacado de la biblioteca, Un circo pasa.

sábado, 13 de diciembre de 2025

Inciso musical: séptimo concierto de abono de la temporada 25-26 de la Orquesta de Castilla y León. Obras de Gubaidúlina, Chopin y Stravinski.

  Ayer la OSCyL no estuvo dirigida por Elim Chan, como anuncia el programa de mano, sino por el macaense Lio Kuokman; el solista invitado fue el pianista Javier Perianes.
 El concierto abrió con una obra de la recientemente finada Sofiya Gubaidúlina, inspirada en un cuento infantil del checo Milos Macourek, El trocito de tiza. El relato gira en torno a un trozo de tiza escolar que, tras un uso intensivo, queda relegada en el bolsillo de un niño; pero cuando cree que todo ha acabado, el niño la usa para trazar en el suelo un bello dibujo infantil. Así, la obra de Gubaidúlina, Poema de cuento de hadas, trata de reflejar esos sentimientos de la tiza, el de satisfacción inicial por su función, el de tristeza por el abandono y el de felicidad suprema final. Digo que "trata" porque, a menos a un servidor, no le ha transmitido sentimiento alguno. De nuevo, se trata, en mi humilde opinión, de una obra de "música clásica contemporánea" que malgasta el potencial humano y artístico de toda una orquesta sinfónica. Es evidente el desempeño de los intérpretes y del propio director, a los que aplaudo sin reparo, pero no a la obra de la compositora, que no consigo comprender plenamente.
 Porque, claro, uno acabaría con complejo de zote al escuchar a compositoras como Gubaidúlina, si no fuera porque, al continuar el concierto, se escucha a Chopin y a Stravinski. Todo cambia, o sea, que uno no debe ser tan torpe e ignorante cuando se consigue emocionar hasta poner el vello de punta con el polaco o el ruso.
 De Chopin, la OSCyL interpretó el Concierto para piano nº1, obra sublime estrenada en 1830, cuando el genial compositor contaba veinte años de edad. Eso lo convierte en una obra de relativa juventud (teniendo en cuenta que Chopin fallecería de tuberculosis con sólo treinta y nueve años), por lo que, según los musicólogos no se aprecia la maestría que alcanzaría en sus últimos años. Lo cierto es que servidor sí identificaría esta obra como propia de Chopin en cuestión de minutos, especialmente por el segundo movimiento (Romanze - larghetto) que tiene uno de esos solos de piano que lo llevan a uno a un estado de melancolía y nostalgia carentes de pena que pocos compositores saben lograr. En ese movimiento (al igual que en los otros dos, claro) Perianes logra transmitir de una forma excelsa lo que la partitura propone. Para el bis, el gran pianista onubense eligió otra pieza de Chopin, llevando al auditorio a un entusiasmo que se materializó en una ovación en pie que duró varios minutos.
 Para después del descanso se programó una obra de Stravinski, Petrushka, que también tuvo la aprobación general de público. Con todo, tuve la misma sensación que cuando se interpretó, semanas atrás, La consagración de la primavera, que, al ser obras escénicas, pensadas para ser acompañadas por un ballet, la genial música queda un poco carente de fuerza, concretamente de la fuerza que dan las imágenes de la danza. Por supuesto, Petrushka es una obra de digestión mucho más sencilla que La consagración de la primavera, que para aquellos que no estén familiarizados  con su argumento puede parecer discordante en exceso; para aquellos familiarizados, por el contrario, entenderán que se está describiendo un ritual pagano que incluye sacrificios humanos, de ahí esas melodías tan estridentes. Pero no, Petrushka no es tan cruda como la anterior, es, en realidad, un triángulo amoroso entre marionetas, con lo que las melodías son mucho más amables, más convencionales e incluso populares, ya que Stravinski trata de describir una verbena en la semana del carnaval. De nuevo, sigo echando de menos el acompañamiento visual del ballet para el que esta obra fue compuesta.
 En fin, otro concierto contrastante (¡caray, cómo repito esto!), tanto en estilos como en calidad.

"Las Dos Sicilias", de Alexander Lernet-Holenia.

  Es una verdadera pena sentir el terrible bajón de calidad que se ha producido en la producción literaria en los últimos decenios. Si comparamos la basura de Premios Planeta que se ha entregado en estos últimos tiempos (presentadoras, tertulianos y demás ágrafos con ínfulas de escritor) con autores como Lernet-Holenia y los excelsos autores de aquella Austria-Hungría finiquitada tras la Primera Guerra Mundial (Perutz, Werfel, Zweig, Roth, Von Horváth...) por no hablar ya de los victorianos (Dickens, Trollope, Hardy, Austen, Brönte, Thackeray...) el panorama actual es desalentador. Y lo más terrible de todo es que, mientras las librerías están atestadas de los bodrios de esos escritorzuelos recientes de tres al cuarto, los grandes autores no son reeditados y sus obras están descatalogadas. Eso me ha pasado precisamente con Lernet-Holenia, para leer al cual he tenido que recurrir a librerías de viejo a través del portal iberlibro.com. Porque también ocurre que en las propias bibliotecas, aun cuando estén tan bien surtidas como la Biblioteca de Castilla y León, tienen pocas obras y la mayoría ya en depósito. ¡Y pensar que buena pare de la población se idiotiza con esa narrativa actual! ¡Y ésos son los que leen! ¡Poco nos pasa! Cuando alguien introvertido, tímido y volcado en el disfrute intelectual de la alta literatura y la música culta echa un vistazo afuera, especialmente a la "clase gobernante", no siente sino una profunda vergüenza ajena y unas enormes ganas de no volver a salir más a "ese mundo". 
 En fin, vamos a lo nuestro: Las Dos Sicilias es, aparentemente, una novela policíaca, pero en realidad es una profunda reflexión metafísica sobre la vida, la muerte y la identidad personal. El nombre de la novela hace referencia al ficticio Regimiento de las Dos Sicilias, perteneciente al Imperio Austro-húngaro que ha sido destruido por completo en la Primera Guerra Mundial. Tanto es así, que sólo sobreviven un coronel, Rochonville, cinco oficiales y un suboficial. En una fiesta, en Viena, el coronel charla con un tal von Putendorf, quien comparte su pensamiento sobre la vida y la muerte, especialmente en el ámbito militar. Considera este ruso de origen alemán que el destino de todo soldado es la muerte en el campo de batalla, que todo lo demás es una anomalía sin sentido. La extraña charla no cae en el olvido, esa misma noche muere uno de los oficiales supervivientes del regimiento de las Dos Sicilias. En las semanas siguientes seguirán cayendo uno a uno el resto de militares. 
 Cada vez que se produce un deceso o una desaparición (pues uno de ellos, Fonseca, desaparece misteriosamente sin dejar rastro) hay la consecuente meditación acerca del significado de la vida y la muerte. En una de ellas, el coronel Rochonville reflexiona: "En el fondo, tal vez nunca debiéramos preguntar a nadie de dónde viene y adónde va, porque, ¿de dónde viene verdaderamente cada uno de nosotros? De la nada. ¿Y adónde va? Pues, igualmente, a la nada".
 El encargado de investigar las muertes y desapariciones es el detective Gordon, quien al principio es presentado como un tipo romo y sin inteligencia, pero que, en las postrimerías de la novela, se revela como agudo y perspicaz, entrando el mismo en esas reflexiones metafísicas.
 El resultado es una novela interesante en dos planos, uno superficial, el de la novela policíaca, que ya por sí solo merece la pena; y otro más elaborado y profundo, el de la consideración metafísica que da un interés añadido sin hacer la novela farragosa o pesada.
 En fin, otra gran novela de un intelectual dedicado a pergeñar textos interesantes que enriquecen al lector en cada página. ¡Qué diferencia con lo actual!

domingo, 7 de diciembre de 2025

"Diario de un desesperado", de Friedrich Reck-Malleczewen.

  Este es el texto más conocido de Friedrich Reck (lo llamaré así en adelante, pues parece que la segunda parte del supuesto apellido compuesto hace referencia sólo a su localidad de nacimiento y origen, y lo añadió él mismo para darse prestigio) junto con Historia de una demencia colectiva que ya reseñé en este humilde blog. Llamo texto a lo que voy a comentar a continuación pues, aunque lleve el título de diario, tiene enjundia suficiente para ser considerado ensayo, aunque no tenga la estructura necesaria y carezca de la bibliografía obligatoria. En cualquier caso, las fechas de este diario abarcan desde mayo de 1936 hasta el 14 de octubre de 1944, pocos meses antes de su muerte. Es un diario en el que critica acerbamente la Alemania del Tercer Reich y sus dirigentes, sin escatimar epítetos insultantes, muchos de los cuales le acarrearon la prisión. El texto en sí mismo, al igual que ocurría con Historia de una demencia colectiva es una prosa cuidada, pulcra y de gran riqueza léxica; al tener forma de diario no llega a ser nunca farragoso ni pesado, al contrario, es directo y rápido, pero siempre erudito. 
 Capítulo aparte merece la verosimilitud de lo contado. Friedrich Reck ha pasado a la Historia como un enemigo acérrimo del nazismo, que acabó matándolo (vía tifus exantemático) en el Campo de concentración de Dachau. Eso sí, no era en absoluto un revolucionario, ni defendía a los millones de inocentes asesinados por el Tercer Reich, sino que abogaba por una visión de Alemania y Europa más cercana al Antiguo Régimen que al siglo XX, ahora lo explico. Pero volviendo a la verosimilitud, Reck también fue conocido por, digamos, tener una imaginación muy viva o, diríamos hoy, adornar en exceso su curriculum vitae. En este sentido, es de gran ayuda el posfacio firmado por Christine Zeile, escritora y periodista que arroja luz sobre datos biográficos del autor, desmintiendo ciertos datos que él da por ciertos.
 Como decía, se trata de un diario en el que va desgranando su odio hacia el nazismo y sus líderes, que se va acentuando a medida que avanza el tiempo. Friedrich Reck se presenta como un "Junker", antigua nobleza baja de Prusia oriental y Pomerania, poseedores de grandes terrenos; su padre, ciertamente, era terrateniente en esa zona, aunque parece que conseguidos recientemente. Estos Junker eran un colectivo claramente arcaizante de la sociedad alemana, adheridos a viejos privilegios ya periclitados en el siglo XX, mantenían un monarquismo a prueba de bombas (aunque, luego explicitaré, el monarquismo de Reck era hacia la casa real bávara). Bien, desde esa hipotética visión Junker, el nacionalsocialismo era una suerte de revolución de obreros, de plebeyos, de chusma, en definitiva. Así trata Reck a los gerifaltes nazis. Para Friedrich Reck, la sociedad perfecta es la del Antiguo Régimen, con diferenciación de estamentos sociales impermeables, origen divino de la monarquía y unión entre Iglesia y Estado.
 Reck trata a Hitler de mediocre y vulgar, e incluso lamenta no haberlo asesinado cuando, en un evento oficial lo tuvo a pocos metros suyo, teniendo una pistola cargada en el bolsillo. Pero si el desprecio a los líderes nazis es patente, es más acentuado el rechazo a la sociedad que sigue el nazismo, a los que llama "hombre masa" (el mismo término, por cierto, que acuñara Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, filósofo español citado en un par de ocasiones por Reck). Estos hombres masa constituyen el sustento social del nazismo; son  la mediocridad intelectual personificada,  pronos a la vulgarización y adocenamiento.
 Entre las contradicciones de Reck, muestra un terrible desprecio hacia todo los prusianos, llegando incluso a usar un insulto estereotipado, "caras de patata". Él se siente más cercano a los bávaros y austriacos y sus supuestos refinamientos, frente a la vulgaridad de los prusianos, que sólo saben cumplir órdenes, promover el militarismo y ahorrar dinero. Algo sorprendente, pues aunque Reck vivía en Baviera, era prusiano de origen, nacimiento y crianza.
 Compara a Hitler (al que llama "el gran eunuco"), vegetariano y frugal, con Bismarck, canciller alemán conocido como un Pantagruel  capaz de comer como cuatro o fumar tres puros a la vez con una boquilla especial fabricada a tal efecto. Cree que el régimen está indefectiblemente unido a la condición física de su líder, por lo que no duda de que el Tercer Reich será de corta duración.
 El diario termina con los días de su encarcelamiento en Dachau; las razones del mismo, según Reck, son que nunca saludó con un "¡Heil, Hitler!", que no colabora con el régimen, que lo critica abiertamente ante distintas personas... Él mismo augura su fin cuando lo encierran en lóbregos calabozos llenos de piojos y pulgas donde antes se aislaba a enfermos de tifus. Efectivamente, moriría de tifus exantemático poco tiempo después.
 Hasta aquí el texto de Reck, como decía furibundamente antinazi, pero por defender sus supuestos privilegios de clase, no por las barbaridades que el Tercer Reich cometió contra sus propios ciudadanos y el resto de europeos. En todo caso, como decía antes, la escritora Christine Zeile firma un posfacio en el que se hace eco de distintas informaciones sobre Friedrich Reck, tanto de su época como posteriores, y que ponen en un brete las afirmaciones del autor. Tanto es así, que trata de aclarar sus mentiras, que, básicamente son estas: en primer lugar, aunque Reck se presente como Junker, ya lo dije antes, no lo era, puesto que su padre sí era terrateniente en Prusia oriental, pero no de origen noble; en segundo lugar, Reck nunca combatió en la Primera Guerra Mundial, aunque en el texto narra anécdotas y experiencias de su vida como alférez, lo cierto es que fue declarado "no apto" para el servicio por su diabetes; en tercer lugar, más que una mentira, es una inexactitud decir que fue detenido y encarcelado por no saludar con sus "¡Heil, Hitler!" correspondientes o por ser crítico con el régimen, puesto que la razón última de su encarcelamiento fue su negativa a alistarse forzosamente cuando fue llamado a filas (aunque ya contaba cincuenta y muchos años). Estas mentiras e inexactitudes pueden ser consideradas delirios de grandeza o simples simulaciones, pero lo cierto es que devalúan notablemente el valor testimonial de sus escritos. Esto, por cierto no es exclusivo de Friedrich Reck, todo un Premio Nobel de Literatura, Günter Grass negaba por activa y por pasiva haber pertenecido al ejército nazi, hasta que le demostraron fehacientemente que incluso formó parte (a edad muy temprana y en puestos subalternos, eso sí) de las Waffen-SS.
 En fin, a pesar de esas simulaciones, inexactitudes y claras mentiras, la obra de Reck merece ser leída. Es difícil, por no decir imposible, compartir desde el siglo XXI su arrobo por el Antiguo Régimen y sus brutales desigualdades, pero, como antes decía, la calidad prosística del prusiano es muy alta, y sus reflexiones son interesantes y, en muchos casos, acertadas.

sábado, 6 de diciembre de 2025

Inciso musical: sexto concierto de abono de la temporada 25-26 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Obras de Unsuk Chin, Mozart y Brahms.

   Ayer, la OSCyL estuvo dirigida por el batuta alemán Marc Albrecht, quien se compenetró perfectamente con la orquesta; el solista invitado fue el trompista croata Radovan Vlatkovic, que dio una agradable sorpresa a la sala, ahora cuento.
 Uno de las expresiones más manidas entre los musicólogos y programadores de conciertos a la hora de dar información en un programa de mano es la de "concierto contrastante", en el sentido, claro, de obras muy diversas entre sí. Les gusta mucho. Y, claro, en realidad es fácil conseguir que contrasten tres obras entre sí. Lo difícil (aquello en lo que fallan una y otra vez) es conseguir que esas obras contrastantes sean de la más alta calidad posible. Por ejemplo, en el concierto de ayer había notable contraste musical entre la obra de Mozart, el Concierto para trompa nº2, y la de Brahms, la Sinfonía nº1, pues el primero es la esencia del clasicismo mientras que el segundo lo es del Romanticismo. Hasta aquí todo perfecto, ya que las obras de Mozart y Brahms, como la totalidad de sus repertorios, son de una calidad excelsa, y, además, contrastan mucho entre sí. Objetivo cumplido. Ahora bien, ayer también hubo contraste no sólo por estilo musical, sino también de calidad. Me refiero a la obra de la compositora surcoreana Unsuk Chin, cuya obra, Frontispiece, estaba a años luz de cualquier obra de Mozart o Brahms. Vamos, dicho sin circunloquios, que Frontispiece es un auténtico bodrio.
 No quiero ser injusto, es posible que si se escucha la obra de Unsuk Chin de forma aislada, sin escuchar a continuación a Mozart, tal vez (digo sólo "tal vez", que nadie vaya más allá) se pueda encontrar alguna virtud en esa obra carente de melodía y ritmo. Pero es que, amigos míos, la música es la combinación armoniosa de melodía y ritmo, si carece de estos elementos no es sino ruido. Y, para mí, no se ofenda nadie, esa pieza era ruido tocado por excelentes músicos con sus instrumentos profesionales y guiados por un notable director, pero ruido al fin y al cabo. Así que sí, efectivamente, hubo mucho contraste (pero del malo) entre Unsuk Chin, Mozart y Brahms.
 En fin, tras el mal trago, se interpretó el Concierto para trompa nº2 de Mozart. Y, claro, todo cambió. A mí, particularmente, cuando estaba escuchando ayer me venía a la cabeza cómo un genio que sólo vivió treinta y cinco años en este atribulado mundo y que pasó por todo tipo de miserias y problemas pudiera componer obras tan solemnemente complacientes. Me explico: no es cuestión de Mozart sino del Clasicismo musical en general, con sus frases musicales claras y sencillas, sin el exceso del periodo anterior, el Barroco; el ritmo armónico más lento y cadencioso que en el Barroco; el predominio del modo mayor, mucho más optimista, sobre el modo menor, idóneo para expresar estados anímicos decaídos. La combinación de esas tres características (y la genialidad sin igual de Mozart, por supuesto) hace que sus obras sean un canto a la resiliencia, a seguir adelante pase lo que pase. Pero, cuidado, no es optimista como tantas obras del Romanticismo (estoy pensando en la Sexta sinfonía de Beethoven) que te elevan el ánimo en cuanto se escuchan los primeros acordes. No, las obras mozartianas, y por extensión todas las clásicas, no te animan, simplemente manifiestan que todo sigue adelante, en un equilibrio natural que lleva milenios funcionando. Para un servidor escuchar a Mozart es darse cuenta de la irrelevancia de los acontecimientos cotidianos, es como olvidarse de todo lo que ocurre a mi alrededor para volver a la perfección musical que me acuna y protege; no es, como en el caso de muchas obras románticas que dicen: "¡vamos, ánimo, lucha contra el desaliento, que no te venzan las dificultades!". No, escuchar a Mozart es como si te dijeran: "la cotidianeidad es intrascendente, ignórala". En muchos sentidos escuchar a Mozart es una experiencia religiosa, ya que te aísla del mundo, de sus miserias y sufrimiento. Igual que un místico centra su existencia en lo espiritual, escuchar a Mozart te permite prescindir del aplastantemente mediocre día a día. 
 Bueno, después de esta pequeña reflexión, diré que el Concierto para trompa nº2 cumple perfectamente con esos principios, incluso siendo la trompa un instrumento tan poco frecuente como solista. Estamos acostumbrados a disfrutar de las trompas como acompañantes, especialmente cuando se requiere melodías épicas (todos pensamos en Wagner cuando se habla de trompas). Así, las trompas parecen instrumentos muy burdos como para denotar sensibilidad. Bueno, ayer Radovan Vlatkovic demostró, con ayuda de Mozart, claro, que eso no es correcto, que la trompa también puede transmitir refinamiento y delicadeza. Por cierto, la pequeña y agradable sorpresa que Vlatkovic nos regaló fue un bis navideño, en el que los seis trompistas de la OSCyL y él mismo interpretaron un popurrí de villancicos, ataviados los intérpretes con el inevitable gorrito de Papá Noel. Una delicia.
 Después del descanso tocó la Sinfonía nº1 de Johannes Brahms, una de las típicas sinfonías románticas. En primer lugar, la potencia de la sinfonía romántica lleva al mayor desarrollo de la orquesta, con todos sus músicos en escena, perfectamente sincronizados por Marc Albrecht; en segundo lugar, la sensibilidad y el sentimiento del Romanticismo regala frases musicales emotivas, con las que es muy difícil no dejarse arrastrar y empezar a mover cabeza, manos o pies. Como decía antes, contrasta con Mozart, es diferente, ni mejor ni peor, simplemente diverso. Dicen los musicólogos que Brahms tardó más de catorce años(de 1855 a 1874) en concluir esta sinfonía, en parte por el perfeccionismo del compositor alemán, en parte por la inmensa influencia de la Novena sinfonía de Beethoven (escrita en 1824). Parece ser que la  última sinfonía del sordo genial provocó tal terremoto en todos los compositores del momento que muchos tuvieron que reinterpretar sus obras para que no quedaran arrumbadas ante la brillantez sin igual de la Novena. La Sinfonía nº1 de Brahms está estructurada en los típicos cuatro movimientos, que difieren notablemente en los tempi, en los ritmos: el primero, Un poco sostenuto - Allegro tiene un compás 6/8 que consiste en un único tema que es interpretado en distintas variantes según familias de instrumentos; el segundo movimiento, Andante sostenuto, está en compás 3/4, con un carácter lírico y movido; el tercero, Un poco allegretto e grazioso, está en tempo 2/4 e incluye la melodía más reconocible de toda la sinfonía, liderada por el clarinete y el oboe con el sustento de toda la cuerda; por último, el cuarto movimiento, Adagio - Più andante - Allegro non tropo, ma con brio, está en compás 4/4 con un Finale también muy reconocible. Es, en definitiva, una obra monumental, que da para estudiarla días movimiento a movimiento. El desempeño de la OSCyL, una vez más, de matrícula de honor. 

miércoles, 3 de diciembre de 2025

"Siempre un poco más lejos", historietas de Corto Maltés, por Hugo Pratt.

  Siempre un poco más lejos contiene cinco historietas protagonizadas por Corto Maltés y ambientadas en América, principalmente el Caribe y el río Orinoco. Son cómics no continuos, pudiéndose leer pues de forma independiente. Al igual que ocurre con el resto de la obra de Pratt, los mediocres argumentos no están a la altura de los excelentes dibujos, ejemplo de arte menor con aspiraciones a arte a secas. La edición que he disfrutado es de Norma editorial, en  blanco y negro, publicada en 2019 en tapa dura y papel de buena calidad. Los más puristas disfrutan del cómic en blanco y negro, que da una sensación más dramática, menos comercial al tebeo. Pratt lo escribió en 1970, pero está ambientado en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, incluyendo varios personajes rebotados de aquella carnicería. Protagonistas habituales, aparte de Corto, como Leví Columbia y Steiner aparecen en las narraciones. La esmerada edición de Norma incluye un prólogo de Ana Merino, así como unos dibujos coloreados de Pratt, con técnica mixta, plumilla y acuarela.
  Cabezas y hongos sitúa a Corto en Maracaibo (Venezuela) con Leví Columbia y Steiner. El anticuario quiere ir en busca del mítico "Eldorado" y planea una expedición por el Orinoco. Consiguen hongos alucinógenos y pretenden ir a territorio de los jíbaros, los reductores de cabezas.
 La conga de las bananas es otra historia enrevesada y poco interesante pero con excelentes dibujos. Corto está en Mosquito (quizá la Costa de Mosquitos, actual Honduras). Matan a un tipo ante sus ojos para robarle el maletín que porta. Corto se queda con el maletín por el que varios individuos son tiroteados y muertos. Se descubre finalmente que el dichoso maletín tan solo contiene recortes de papel de periódico.
 Vudú por el presidente está ambientado en Barbados, a donde llega Corto con Steiner. Allí unos pocos locales tienen atemorizado a toda la población con la momia del antiguo presidente. Corto conseguirá convencer a la gente para que se levante en armas contra los tiranos.
 En La laguna de los hermosos sueños aparece un nuevo personaje, un joven oficial británico que delira a la orilla de una laguna del Orinoco. Los indios caribeños lo dejan morir entre sueños de victorias militares, idilios románticos y triunfos personales.
  En Abuelos y leyendas contratan a Corto Maltés para que encuentre a un niño mestizo, hijo de india jíbara y de europeo. Lo encuentran con la ayuda de su abuelo materno, que iba de incógnito como guía. Finalmente, el abuelo paterno permite que la criatura mestiza se quede en la jungla sudamericana.
 Otro cómic típico de Pratt, pues, extraordinarios dibujos, regulares tramas.

"Mientras dan las nueve", de Leo Perutz.

  Sexta novela que leo del autor praguense, y cambio de tercio. Las cinco anteriores podrían ser calificadas como "novelas históricas" en el sentido de que Perutz idea una trama en un periodo histórico perfectamente reconocible, en el que alterna personajes reales con otros inventados. Mientras dan las nueve, sin embargo, no tiene referencia histórica alguna; se trata de una obra de ficción por completo, con personajes totalmente ficticios. Por supuesto sí hay una línea literaria común con las otras, especialmente con un sentido del absurdo, que  identifiqué más claramente en ¿Adónde vas, manzanita?, y es un argumento un tanto desquiciante que hace que el personaje protagonista se choque una y otra vez contra situaciones absurdas y angustiosas que lo retrotraen a momentos ya vividos. Vamos, lo que hoy conocemos como "kafkiano". Y es que, al igual que los personajes de Franz Kafka en El proceso o El castillo, el protagonista de Mientras dan las nueve está atrapado en una suerte de círculos viciosos de los que no puede salir. La sensación de absurdidad, sinsentido y opresiva realidad domina a Stanislaus Demba hasta su muerte. Tal vez no tenga la fuerza de La metamorfosis, en la que Kafka retrata genialmente la vida alienante y perturbadora de un ciudadano de a pie, pero sí comparte con ella la existencia monótona, cíclica y sin salida del hombre moderno.
 En esencia, el argumento gira en torno a Stanislaus Demba, un estudiante universitario que se mantiene económicamente a duras penas dando clases particulares a niños y con alguna traducción. Demba está enamorado de una tal Sonja, que no lo corresponde, ya que ella bebe los vientos por un tal Weiner, que planea llevarla a Venecia. Muerto de celos, Stanislaus intenta por todos los medios conseguir el dinero necesario para ese viaje, pensando que así Sonja se fijará en él. Y en ese afán, el de conseguir dinero, trascurre toda la novela. Cada vez que está a punto de conseguir el vil metal, alguna circunstancia ridícula se interpone e impide el ansiado fin. Así, trata de cobrar por adelantado las clases particulares a los niños de una acomodada familia, y cuando ya tiene el dinero a su alcance quema accidentalmente la alfombra de la casa con la ceniza de un puro y, por vergüenza sale corriendo de la casa, dejando el dinero atrás. En otra ocasión, trata de vender unos costosos libros que ha "tomado prestados" de un anticuario; el comprador sospecha el robo y llama a la policía, que acaba esposando a Demba; aun maniatado, consigue huir de los policías. A partir de entonces, Stanislaus llevará las manos esposadas, teniendo que usar una vieja capa para disimular los grilletes. Siguiendo con la búsqueda del dinero, juega en una casa de apuestas, consiguiendo una alta suma, suficiente para su viaje, pero los organizadores de la timba sospechan que ha robado un reloj (algo que no es cierto) y, para no ser denunciado a la policía, tiene que salir huyendo sin el dinero. Otra vez consigue el dinero, pero se le cae el sobre en el que lo lleva, cuando se da cuenta un policía lo ha recogido y se lo va a devolver; él, temeroso de que vea que, bajo la capa, lleva las manos esposadas, dice que el dinero no es suyo y el policía se lo entrega a otro transeúnte. En fin, un ciclo vicioso impide que se haga con el dinero. La novela acaba con la muerte, inexplicada, de Stanislaus Demba.
Leo Perutz. Imagen tomada del sitio www.goethe.de
 La opresiva sensación final tras leer la novela no difiere mucho de lo que se siente con las novelas de Kafka. De puro absurdo, la vida de Stanislaus Demba no puede ser más verosímil. La semejanza con el autor de La metamorfosis es patente. Sin embargo, Mientras dan las nueve fue publicada en 1918, entre El proceso (1915) y El castillo (1922). Kafka tuvo el boom editorial y de público ya a mediados de la década de los 60, con lo que es muy improbable que Perutz y él se hubieran conocido, aun siendo ambos coetáneos y praguenses. Es más verosímil contar con una coincidencia de estilos y temas por la influencia social y política de la Europa central de finales del XIX y principios del XX.

domingo, 30 de noviembre de 2025

Adventus Domini.

Fra Angelico. (1425-1426). La Anunciación [temple sobre tabla]. Madrid: Museo del Prado.
Imagen tomada del sitio www.museodelprado.es

viernes, 28 de noviembre de 2025

"El Consejo de Egipto", de Leonardo Siascia.

  Según parece, Leonardo Sciascia fue profesor de educación primaria la mayor parte de su vida profesional; ya pasados los cincuenta, gracias a publicaciones en diarios y a las propias novelas que iba sacando con aceptable éxito de público y crítica, pudo jubilarse de la profesión docente y dedicarse en exclusiva a la literatura. Quiero decir con esto que Sciascia fue casi veinte años (murió a los sesenta y ocho) un escritor profesional. Esto implica que ya no vale con escribir lo que uno piensa y siente (probablemente, el siciliano escribiría "para sí mismo" durante la mayor parte de su vida) sino que uno está obligado a presentar un escrito con una periodicidad determinada por exigencia de la editorial. Esta exigencia contractual lleva a los autores a bajar necesariamente su calidad literaria (no en todos, claro) y, sobre todo, a cultivar todo tipo de subgéneros literarios que, tal vez, no eran los propios del escritor. Uno de esos subgéneros literarios muy recurridos son las llamadas "novelas históricas", en las que el autor, que ya no tiene imaginación para pergeñar argumentos propios, reinterpreta una época pasada de un determinado país o región. Esto, quizá, sea aplicable a Sciascia. En todo caso, seamos compasivos, las características del autor, esas que nos hacen valorarlo y leerlo, permanecen.
 El Consejo de Egipto  es, efectivamente, una novela histórica. Al menos está ambientada en Sicilia (indefectiblemente en Sciascia) en 1782, es decir, en el Reino de Sicilia bajo dominación borbónica. Aquel periodo de finales del siglo XVIII fue tiempo de revoluciones antimonárquicas en toda Europa; la más importante, obviamente, la Revolución Francesa, que tuvo lugar en 1789. Pero incluso en la periférica y tradicionalista Sicilia también hubo revolucionarios antimonárquicos que veían en la forma republicana el camino más sensato y moderno para que los pueblos se autogobernaran. El revolucionario de Sicilia fue el abogado Francesco Paolo Di Blasi, personaje secundario de esta novela, que llegó incluso a tramar el asesinato del arzobispo de Palermo y virrey de Sicilia, Filippo Lopez y Royo. La confabulación antimonárquica fracasará y Di Blasi será decapitado. Por otro lado, un monje maltés, Giuseppe Vella, personaje central de la novela, fue un falsificador de códigos y un tipo con una caradura impresionante. Fue capaz de hacer creer a sus superiores, principalmente al arzobispo, que había traducido un código que contenía correspondencia de los emires de Sicilia con los príncipes árabes del Norte de África, cuando en realidad contenía una biografía de Mahoma, ése era el Código de Sicilia. Pero fue más allá cuando se inventó el Consejo de Egipto, que, según el tal Vella, relacionaba a los nobles normandos con la entonces actual nobleza Siciliana. Por supuesto, todo era falso. La impostura la descubrió un conocido arabista de origen austriaco, Joseph Hager, lo cual acaba llevando a Vella a la cárcel.
 Bueno, pues todos esos hechos históricos los novela Sciascia con esa ironía que caracteriza al italiano. Tanto es así, que el gran impostor, Vella, es retratado más como un tipo genial capaz de burlarse de todo y de todos. Es, en buena medida, el carácter siciliano, ácrata y burlesco ante toda autoridad y con la creatividad que da el mediodía. Es probable que los hechos fueran mucho más sórdidos e incluso brutales (especialmente la tortura y ejecución de Di Blasi, claro), pero, pasados ya dos siglos, se reinterpreta más jocosamente.
 En fin, una de las características de Siascia, quizá la principal, es la búsqueda de la "sicilianidad" en sus personajes, en buscar comportamientos que son comunes a todos y que son explicables por la forma de ser insular. Esto vale tanto para finales del XVIII como para finales del XX, cuando escribe novelas en las que la mafia (principalmente, la Cosa nostra) es la protagonista principal. En esta novela no hay mafia en Sicilia, de momento, pero Sciascia describe unos comportamientos de abuso de unos ciudadanos sobre otros que no es sino una variedad local del feudalismo; también la ausencia de una policía eficaz llevó en esos tiempos a que todo el mundo se tomase la justicia por su mano, que no eran sino las famosas vendettas que, más organizadas se producirán después. En todo caso, Giuseppe Vella no era siciliano, sino maltés, pero ese carácter irreverente y de desafecto a la autoridad es tomado como ejemplo claro del estereotipo siciliano.
 Una novela muy interesante, que mantiene el rigor histórico para que pueda llamarse propiamente "novela histórica", pero que fabula suficientemente para que sea amena y entretenida.

sábado, 22 de noviembre de 2025

"Stuck Indoors Reading", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the website www.incidentalcomics.com

"Una boda en Lyon", de Stefan Zweig.

  Otro pequeño tomito de Stefan Zweig editado por Acantilado, con cuatro relatos, de los menos conocidos del vienés, pero con su habitual prosa reposada, adjetivada y culta. Aun a riesgo de propasarme, recomendaré al lector que lea este libro en época cercana a la Navidad, pues los temas tratados en sus relatos encajan perfectamente con un tiempo en el que muchos nos sentimos llamados a una nueva conversión, la enésima, para ser mejor persona y crear entre todos una mejor sociedad. Suena ñoño y cursi, lo sé, pero si el lector de este humilde blog ha leído los relatos lo entenderá inmediatamente. Al margen de los temas, como antes decía, la prosa de Zweig es inconfundible; teniendo en cuenta que esto fue escrito en el primer cuarto del siglo XX, podría decirse que es una prosa anacrónica, arcaica. La cantidad de frases subordinadas que incluye, la profusa adjetivación (muchas veces, redundante) o la utilización de numerosas perífrasis provoca esa lectura lenta y despaciosa  que tanto disfrutamos.
 Una boda en Lyon es el primer relato y el que da título al volumen. Es una defensa cerrada del amor y la cordura en tiempos de violencia y locura. En los tiempos más salvajes de El Terror en la Revolución Francesa, unos novios ya en capilla son detenidos y separados. Por casualidad acaban en el mismo calabozo esperando su cruel destino. Cuando sus compañeros de infortunio se enteran de su terrible historia convencen a un sacerdote, también condenado, para que los case, e incluso consiguen que pasen una noche de bodas en total intimidad, durmiendo todos los demás en el patio de la prisión. Al día siguiente, son fusilados. Es un relato emocionante, esperanzador e ilusionante, el triunfo del amor sobre la muerte.
 La caminata es un hermoso relato cristiano (lo sé sobradamente, Zweig era judío, pero el espíritu y el texto es cristiano, léalo quien no me crea) en el que un peregrino que busca a Jesús en Jerusalén el día en que es crucificado. El cansancio y las distracciones (una mujer que lo seduce) lo retrasan. Llega ya cuando el Redentor está crucificado. Y sigue buscándolo.
 Un ser humano inolvidable. Una vivencia es el retrato de un hombre que vive al día, sin profesión ni oficio, ayudando a los demás y recibiendo su agradecimiento. Vive sin ambiciones, sin miedo ni obligaciones. Es alguien querido por su bondad, que no pide nada a cambio, que no acepta más de lo que necesita para pasar el día. Es un ser puro, sencillo, sin mácula.
 Dos solitarios es un bellísimo relato de dos seres maltratados por todos, incomprendidos, feos por fuera pero hermosos por dentro, que se unen en el dolor y encuentran comprensión el uno en el otro.
 Leyendo esta brevísima recensión se entenderá por qué es un libro para época navideña, o, al menos, para todos aquellos que quieran poner un poco de buena voluntad y esperanza en este matadero que llamamos sociedad.

Inciso musical: quinto concierto de abono de la temporada 25-26 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Obras de Auerbach, Chaikovski y Rajmáninov.

  El concierto de anoche estuvo dirigido por la batuta austriaca Katharina Wincor, mientras que el solista invitado fue el pianista ucraniano Alexander Gavrylyuk.
 Inició el concierto con una obra de la compositora ruso-americana Lera Auerbach, Icarus, una pieza difícil de escuchar, representada por primera vez en España ayer. Es un supuesto poema sinfónico de tintes angustiosos y estresantes. Se entendería mejor si se conociese el título con el que su autora lo creó: Requiem for Icarus. Así podríamos entender la obra como el llanto desconsolado de Dédalo tras la muerte de su hijo Ícaro, que, según la leyenda, cayó al mar al derretirse sus alas por la cercanía al Sol. 
 A continuación escuchamos el Concierto para piano y orquesta Nº 1 de Chaikovski, con la participación del pianista Gavrylyuk. Esta obra es tomada frecuentemente como ejemplo para explicar el Romanticismo musical: preeminencia del piano; melodías intensas, líricas y vivas; expresividad máxima buscada con bruscos contrastes rítmicos y melódicos; o una orquesta a su máximo desarrollo. Está estructurado en tres movimientos: el primero, Allegro non troppo e molto maestoso - Allegro con spirito, se inicia con un tutti del viento-metal apabullante, que deja a toda la sala pegada a sus respaldos. La alternancia entre el piano y el resto de la orquesta da ese contraste tan marcado que antes nombraba. Todo acaba de un modo heroico que suele provocar que los espectadores no formados aplaudan al fin del movimiento como si fuera el fin de la obra, algo típico de Chaikovski, que introduce un finale abrumador en un movimiento intermedio, para luego terminar con un movimiento más lento, como un anticlímax. Y, efectivamente, el segundo movimiento, Andante semplice - Prestissimo supone ese parón rítmico y melódico que deja a la parte ignorante del auditorio in albis. El tercer movimiento, Allegro con fuoco, se inicia vigorosamente, para luego contrastar con otro cambio de ritmo. 
 Después del descanso, las Danzas sinfónicas de Rajmáninov, una de las menos interpretadas y conocidas del compositor y pianista ruso. Comienza con un solo de saxofón alto, instrumento inusual en una orquesta sinfónica, combinando luego melodías enérgicas con otras más reposadas. En esas melodías incluye obras propias anteriores, diríamos que se "autocita", no en vano es ésta una obra tardía, de 1940, tres años antes de fallecer su autor. El movimiento intermedio, Andante con moto (Tempo di Valse) es una de las partes más reconocibles de la obra, con su clásico ritmo 1-2-3 tan bailable.
 En fin, otro concierto, muy ruso éste, basado en el Romanticismo musical, tan caro para los espectadores, con el aperitivo (un tanto amargo, la verdad) de Auerbach.

jueves, 20 de noviembre de 2025

"Hugo el lobo y otros relatos de terror", de Erckmann-Chatrian.

 El volumen de la editorial Valdemar que tengo en mis manos recoge lo más granado de ese dúo de escritores (parece que finalmente se llegó a la conclusión de que el verdadero escritor era el primero y el segundo era más un promotor y publicista) de origen alsaciano, que escribían en francés pero siempre con reminiscencias alemanas. Subtitulan los admirados editores de Valdemar como "relatos de terror", cuando, en realidad, son más de esa llamada "literatura gótica" que tanto éxito tuvo a finales del siglo XVIII y principios del XIX. En la novela gótica lo que más se cultivan son ambientes opresivos, con paisajes ominosos, castillos abandonados a la luz de la luna llena, habitados por personajes oscuros presa de maldiciones. Todo eso encaja muy bien con el gusto dominante del Romanticismo literario, por lo que eso de narrativa gótica es en buena medida un pleonasmo. En todo caso, los Erckmann-Chatrian son verdaderos maestros en crear ambientes lúgubres, misteriosos y fantásticos a partir de los boscosos paisajes de la Selva Negra, región del sudoeste alemán donde están ambientados la mayor parte de sus textos.
 Hugo el lobo es una novela breve que los de Valdemar sitúan en último lugar, presentando antes diez relatos mucho más cortos pero de temática semejante. Aquí, de nuevo, diré que para este subgénero narrativo, los relatos son mejores que las novelas, por breves que éstas sean, ya que la sensación que el lector obtiene es mucho más interesante cuando el texto es corto y "golpea" más rápido.
 En El boceto misterioso un pintor dibuja casi en estado de trance un extraño boceto de una vieja asesinada junto a un pozo. Al verlo casualmente la policía concluye que el pintor es el asesino de una anciana que días antes fue encontrada junto a un pozo exactamente en la misma postura en la que estaba en el boceto. Ya en la cárcel, el artista sufre otra visión y retrata al verdadero asesino, que es detenido en breve.
 Las tres almas es un relato de ambiente asfixiante que ahonda en el famoso tema del científico loco. Un filósofo cree haber descubierto la existencia de tres almas en el ser humano: la vegetal, la animal y la humana. Para aislarlas no se le ocurre otra cosa que encerrar en una suerte de calabozo (el hueco de un granero abandonado) a sus pobres víctimas, sin agua ni comida, para ver cómo, al ir muriendo, sus almas van abandonando el maltratado cuerpo.
  La araña cangrejo está situado en un balneario de aguas termales en el que comienzan a ocurrir hechos extraños. Aparecen cadáveres de animales e incluso de personas. Un comodoro inglés toma baños en esas aguas caldas para no regresar jamás. Finalmente se descubre que una gran araña tropical, al abrigo de la alta temperatura de las aguas, ha hecho allí su refugio, atacando a todos los desprevenidos. 
 Aquí haré un alto para decir que ese último relato, pero también otros, son destripados por el propio título, que de puro explicativo anticipa el desenlace. Es un tanto triste leer relatos muy bien urdidos pero cuyo título ya da idea de lo que va a pasar.
 Hans Weinland, el cabalista es probablemente el texto más flojo de los contenidos en el tomo. Un cabalista teoriza sobre la existencia de un alma para cada dos seres humanos, por pura economía planetaria. Así, los individuos que comparten alma se encuentran en las antípodas el uno del otro, con lo que el alma viaja de un lado a otro del planeta cuando uno de ellos duerme. El infortunado cabalista entra en contacto con el tipo con el que comparte su alma, un hindú, que acabará contrayendo el cólera, lo que supondrá, cuando el alma migre, que la enfermedad llegará y se extenderá por Europa.
 Réquiem por un cuervo es una fábula sobre esta ave que atormenta a un compositor y cómo éste consigue matarlo con ayuda de un médico. El músico compondrá un réquiem para el cuervo, que se utilizará para los funerales de un noble, adquiriendo gran fama por ello el compositor.
 Maese Tempus es un breve cuento sobre el paso del tiempo en los seres humanos, personificado en un extraño personaje, cargado de relojes.
 El ojo invisible o el albergue de los tres ahorcados es un excelente relato en el que una vieja bruja echa mal de ojo a aquellos que duermen en una habitación concreta de una posada, elaborando maniquíes idénticos a ellos y forzándoles a suicidarse. El protagonista del texto repetirá la misma técnica con la anciana arpía. Quizá el mejor cuento de la compilación.
 En El burgomaestre embotellado, un burgomaestre muere de una apoplejía. Se narra su agrio carácter. Por la zona viajan un par de amigos del bebercio que van de taberna en taberna. Uno de ellos comienza a transformarse en el burgomaestre, con todos sus vicios y defectos. Se descubre que el alcalde fue enterrado junto a una parra de la que se hace vino, ¡han estado bebiéndose el alma del burgomaestre!
 En El violín del ahorcado, un compositor sin inspiración recibe a la musa cuando se hospeda en un hostal en el que el hijo del posadero, un tal Melchor, fue ajusticiado.
 La reina de las abejas narra como una joven ciega, que vive en las montañas puede ver el mundo exterior gracias a los ojos de miles de abejas y otros insectos.
 Como antes decía, Hugo el lobo es una novela breve, pero no es mejor que los anteriores, quizá incluso su extensión la perjudique. Ambientado en la Selva Negra, narra la maldición que sufre una familia noble, personificados en ese presente en el conde de Nideck, quien se convierte en una criatura lobuna todos los inviernos a la llegada de una vieja bruja conocida como "la Peste Negra".

sábado, 15 de noviembre de 2025

Inciso musical: cuarto concierto de abono de la temporada 25-26 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Obras de Coll, Wagner y Mahler.

  Anoche, la OSCyL estuvo dirigida por su batuta habitual, Thierry Fischer. Por razones que no se explicitaron, se modificó el orden de interpretación, iniciándose con Wagner, seguido de Coll y por último, Mahler. 
 Muchos de los que desprecian la música culta consideran que Wagner fue un autor de música épica, con dioses y criaturas mitológicas por doquier, tan sólo apta para ambientar películas bélicas. Obviamente, los que nos hemos dejado seducir por el Romanticismo musical hemos disfrutado cientos de veces de la sensibilidad extrema de Richard Wagner, capaz de componer, efectivamente, himnos enérgicos y vigorosos, pero también piezas de una sensibilidad enternecedora. El Idilio de Sigfrido pertenece a este segundo grupo. Por otro lado, es una pieza sinfónica independiente, no pertenece a ninguna obra operística, aunque, naturalmente, está basado en ese héroe mitológico germano que, matando a un dragón y manchándose con su sangre, se hizo inmortal, y en el que Wagner se inspiró para su ópera epónima en la que el dragón es bautizado como Fafner, al que matará con la espada Nothung, forjada por él mismo. Al bañarse con su sangre conseguirá la inmortalidad y la capacidad de entender a las criaturas silvestres. Un pájaro guiará a Sigfrido hasta la valquiria Brunilda, de cuya belleza quedará prendado. Bueno, pues el Idilio de Sigfrido narra ese enamoramiento. Dicen los musicólogos que esta obra fue compuesta en una de las mejores épocas personales de Wagner, cuando iba a ser padre de su tercer hijo (al que puso de nombre Sigfrido, claro), a orillas del Lago Lucerna. Desde luego, la paz y la felicidad se traducen en una melodía encantadora, que muestran a Sigfrido embelesado con la valquiria. El Idilio de Sigfrido es una de las pocas obras sinfónicas de Wagner, pensada para una orquesta reducida de trece músicos: flauta, oboe, dos clarinetes, fagot, dos trompas, trompeta, dos violines, viola, violonchelo y contrabajo. La frase musical más repetida, llevada por el violín solista, pero también por la flauta es una de las más bellas de todo el Romanticismo musical. Un comienzo de concierto inmejorable.
 Después se interpretó al valenciano Francisco Coll, compositor residente esta temporada, quien, por cierto, no se encontraba ayer en la sala (sorprendentemente). La obra interpretada ayer, Hímnica, fue compuesta, según el autor, "durante los extraños acontecimientos de 2020 y, para mí, representa la vida en toda su belleza y fealdad". Y, sí, la verdad es que bien se puede relacionar con aquel año maldito, el de la pandemia de Covid-19 que supuso la imposición de un confinamiento durante meses y la paralización de toda actividad social. Es una música que transmite la presencia de una amenaza ominosa. No es fácil de escuchar, desde luego. El autor la presenta como una suerte de pasacalle o chacona y afirma no pretender que fuera pesimista, pero la sensación de quien esto escribe es que sí lo es, pues traslada esos sentimientos de incomprensión y enfado, pero también resignación que todos tuvimos en aquel malhadado año.
 Después del descanso, el plato fuerte, la Primera sinfonía de Mahler, Titán, una de las obras más reconocidas del llamado "Postromanticismo". Dicen los musicólogos que Mahler estuvo inspirado por un romance con una mujer casada, que era "un ser luminoso, enteramente dedicado a la belleza y la bondad", lo cual deja claro la extraña y depresiva personalidad de Mahler, pues la sinfonía no transmite ese supuesto enamoramiento, sino un complejo mundo de sentimientos, alguno de ellos de claro ámbito funeral. La obra está estructurada en cuatro movimientos: el primero, "Langsam, scheleppend", incluye fragmentos modificados de composiciones previas del autor, con melodías amables en ritmos in crescendo (esto, por cierto, es característico de la sinfonía, el cambio de ritmos, no sólo entre movimientos, como es habitual, sino dentro de ellos); el segundo movimiento, "Kräfig bewegt, doch nicht zu schnell",  tiene una apariencia más tranquila y sosegada, aunque también incluye el cambio de ritmo interior al que antes aludía; el tercer movimiento, "Feierlich und gemessen", es el más hipnótico de todos, incluye la canción infantil Frère Jacques, pero en modo menor, dándole (como siempre en modo menor) un ambiente más triste, reforzado en este caso por un ritmo mucho más lento. Mahler troca, pues, una alegre canción infantil en una marcha fúnebre. ¡Increíble talento musical el de este hombre! El último movimiento, "Stürmisch bewegt", retoma la melodía inicial del primer movimiento, acabando la obra en un tutti apabullante.
 En fin, como decía al principio, no se explicitaron las razones para el cambio del orden previsto, pero, a toro pasado, parece que fue una buena decisión, pues acaba creando un bocadillo, con la obra más floja en el medio, comenzando con Wagner y acabando con Mahler, dos titanes que elevan el concierto de ayer a la categoría de lo excelso.