No sé si eres el simple energúmeno de siempre, gritando como un animal fuera de sí. No sé si no eres más que un viejo senil que ha perdido el poco autocontrol que tuvo. No sé si eres otro maltratador más, bravucón con los débiles y cobarde con los bravucones. Sólo sé que no quiero ser como tú ni un solo segundo de mi vida. Has sido un gran ejemplo para mí, concretamente el mal ejemplo, lo que nunca he de ser ni hacer. ¡Gracias, energúmeno!
sábado, 17 de mayo de 2025
jueves, 15 de mayo de 2025
"Tinta simpática", de Patrick Modiano.
Reconozco mi supina ignorancia con respecto al título de esta novela breve del Premio Nobel de 2014. Nunca había escuchado ni leído la expresión "tinta simpática" queriendo decir "tinta invisible", pero el caso es que son sinónimos, de hecho, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua define tinta simpática como "composición líquida que tiene la propiedad de que no sea visible lo escrito con ella hasta el momento en que se le aplica el reactivo conveniente", es decir, tinta invisible. Y, claro, así se explica que ese título se aplique tan bien a esta novela de Modiano y, en realidad, a casi toda su producción narrativa, pues las novelas del francés presentan a personajes que van, lentamente, a medida que avanza el texto, recuperando la memoria y reconociendo a personas y lugares olvidados; es decir, los personajes van volviendo en escritura legible esa tinta invisible, esa tinta simpática.
Y esta novela, que fue publicada en 2019, también coincide con la mayor parte de la producción literaria de Modiano en mostrar esos personajes evanescentes, como sombras del pasado que aparecen y desaparecen; también París, más como personaje en sí mismo que como paisaje es otra constante "modianesca"; el personaje principal, claro alter ego del autor, alterna la voz en primera y en tercera persona, también habitual en su narrativa.
El argumento, grosso modo, es el que sigue: un joven aprendiz de detective, Jean Eyben es enviado a buscar información sobre una joven desaparecida, Noëlle Lefebvre, con muy pocas pistas y vagas descripciones. El joven se entrevistará con otros individuos, de edad semejante a la suya, de los que obtendrá poco más que silencios y evasivas. Esta época se alternará con la del propio Eyben diez años más tarde y otra más, ya en época digital (buscará a Noëlle y a otros en internet) con la misma escasez de resultados, apoyándose en lo escrito en una vieja libreta (otro lugar común de Modiano). Esta alternancia entre el pasado en el que el protagonista es un joven de unos dieciocho años con una época decenios posterior y el presente es también algo muy frecuente en Modiano. Finalmente, se encontrará a Noëlle, pero ya en Roma, decenios después.
En realidad, como puede verse, el argumento es tan inconsistente como los propios personajes, pero, no sé muy bien por qué, la narrativa de Modiano tiene una extraña atracción que hace que se lea fácil y rápido. Se me ocurre que, desde luego, su narrativa está en las antípodas de un Dostoievski o un Tolstoi. Los personajes tienen de todo menos complejidad; sí se puede aducir que hay evolución en los mismos, sobre todo en el protagonista, pero, con todo siguen siendo muy vaporosos.
Son lecturas sencillas, sin grandes exigencias, quizás idóneas para los tiempos que nos han tocado vivir, en los que todo parece ir demasiado rápido.
miércoles, 14 de mayo de 2025
"Una dulce venganza", de Jonas Jonasson.
Reconozco que Los cuatro jinetes del Apocalipsis, de Blasco Ibáñez, ha sido una de las mejores novelas que he leído en los últimos tiempos. Ciertamente, tiene altibajos en la calidad, con capítulos excelsos y otros que parecen de relleno, pero la apreciación general es la de haber leído una gran novela. Ahora bien, la sensación que me ha dejado es mala debido a su dureza: Vicente Blasco Ibáñez no escatima descripciones minuciosas para retratar esa barbarie exclusivamente humana que llamamos "guerra". Para un servidor, ya entrado en años y vivencias, no son estrictamente necesarias tales detalles, ya sé que la guerra (y la violencia, en general) es la lacra más brutal que posee el "mono con pantalones", de modo que la lectura de esos pormenores me afecta sobremanera. Tanto es así, que quedo verdaderamente perturbado durante unos días. Huyendo de tan negros pensamientos me sumerjo en uno de los mejores escritores de humor contemporáneos: Jonas Jonasson, el cual ha vendido cientos de miles de ejemplares de su primera novela, El abuelo que saltó por la ventana y se largó, y que después ha continuado con novelas muy semejantes en la forma e incluso el argumento. El sueco pergeña novelas ligeras, amables y divertidas, de esas que se leen con facilidad y lo dejan a uno con una sonrisa en la cara, algo que necesitaba urgentemente tras leer a Blasco Ibáñez. Ésta es la quinta novela de Jonasson que leo: Una dulce venganza.
El argumento, enrevesado y surrealista hasta el absurdo, se centra en cinco personajes principales: un arribista capaz de vender a su madre para hacerse rico, Víctor Svensson; una chica, víctima del anterior, que consigue rehacerse, Jenny Alderheim; un joven negro, aunque sueco, víctima también del primero, Kevin; el padre adoptivo, un masái, del anterior, Ole Mbatian; y un publicista con afán de emprendedor, Hugo Hamlin. Víctor es un tipo sin escrúpulos que casa con una joven veinte años menor que él para heredar su fortuna como hija única de un famoso marchante de arte; por otro lado, le llega un supuesto hijo natural, Kevin, al cual abandona al cumplir la mayoría de edad en mitad de la sabana africana con la intención de que sea devorado por las fieras. Pero, en un disparate bien buscado, Kevin es rescatado por un curandero masái, Ole Mbatian, que lo adopta como hijo y le enseña todos sus conocimientos de guerrero y brujo. Pasado unos años, el chico vuelve a Estocolmo (todos los viajes son, claro, absurdos y extravagantes hasta el summum), donde conocerá a Jenny y se enamorará de ella. La casualidad ideada por Jonasson hace que se junten dos víctimas del mismo criminal, y, claro, ya aprovechan para concebir una venganza. Casualmente, un publicista echado para adelante, acaba de crear una empresa justo con ese mismo fin; esa empresa da nombre a la novela, pues es "Dulce venganza S.A.", y, como su nombre explica, ofrece venganzas a rencorosos por un módico precio. Los tres entran en contacto y planean la represalia contra Víctor. Para aumentar el follón, el padre adoptivo de Kevin, Ole Mbatian, un masái con túnica y lanza, se planta en Estocolmo para buscar a su hijo. La realización de la vendetta y el reparto de los dividendos ocupa el resto de la novela.
Es, pues, una novela de embrollo, de corte surrealista, con una prosa rápida, casi periodística, al igual que las otras novelas del autor sueco. En otras circunstancias igual no me hubiera gustado tanto, pero tras Los cuatro jinetes del Apocalipsis, me ha parecido una delicia. Jonasson tiene una sexta novela publicada en español, La pitonisa y el idiota, que, probablemente, leeré en un futuro próximo.
sábado, 10 de mayo de 2025
"Los cuatro jinetes del Apocalipsis", de Vicente Blasco Ibáñez.
Leí a Blasco Ibáñez en mi primera juventud, tal vez con diecinueve o veinte años, quizá demasiado joven. Recuerdo bien Entre naranjos y Cañas y barro. No me gustaron mucho. Me pareció demasiado tétrico y sórdidas las vidas de aquellos valencianos, ya fueran de clase alta, como en la primera novela citada, o de clase baja, como en la segunda. Ese costumbrismo realista con tintes tremendistas no encajaba bien a la edad tenía en aquel entonces. Sin embargo, sí recuerdo una calidad evidente en la descripción de personajes y paisajes, así como en la narración de vidas más o menos sencillas. Ahora he leído Los cuatro jinetes del Apocalipsis, novela que no tiene que nada que ver con su Valencia natal (está ambientada en Argentina, París y la ficticia localidad de Villeblanche, a orillas del Marne), pero sí contiene un cierto tremendismo. Es, claramente, una novela antibelicista, toda vez que muestra el salvajismo, la barbarie y la sinrazón de la guerra en toda su crudeza. Tal vez no haya una condena explícita de la guerra, pero el hecho de no escatimar la más mínima descripción de los asesinatos, desmembramientos, agonías y brutalidades que se producen en la batalla lleva a cualquier alma sensata y sensible (aquí está quizá el problema, que éstas son minoría en la humanidad) a aborrecer el belicismo.
El argumento que pergeña Blasco Ibáñez para denunciar el militarismo y la guerra es muy sencillo pero eficaz: la lucha fratricida que es todo conflicto armado particularizado en una misma familia, los Desnoyers-Hartrott. A partir de un emigrante español, Madariaga, se inicia la infeliz familia. Éste tendrá dos hijas que casarán con sendos emigrantes, uno francés, Desnoyers, y otro alemán, Hartrott. Los hijos de éstos, nietos, por tanto, del español, se acabarán enfrentando y matando en las trincheras franco-prusianas en la Primera Guerra Mundial. Pero el autor se fija principalmente en la rama francesa de la familia, encabezada por Marcelo Desnoyers, el emigrante francés que casará en Argentina con una de las hijas de Madariaga. Marcelo volverá a su país en los inicios de la contienda y será protagonista destacado cuando, viviendo en su castillo de Villeblanche, a orillas del río Marne, se convierta en rehén de las tropas prusianas. El hijo de Marcelo, Julio, argentino de nacimiento, también volverá al país de origen paterno, pero con finalidad muy distinta, para vivir la vida bohemia y juerguista de París, hasta que, ya bien mediada la guerra, se alistará y acabará muriendo en una cenagosa trinchera.
La narración es lenta, prolija a veces por la cantidad de detalles personales que se aportan, algunos de los cuales no son imprescindibles para narrar la trama. Se puede percibir altibajos en la calidad de la novela. Ésta está dividida en tres partes, con cinco capítulos cada una de ellas; los capítulos finales de cada parte son, sin duda, los mejores, en ellos se resume lo ocurrido en los anteriores y se utiliza a un personaje para dar lo que probablemente sea la opinión del autor. Uno de esos personajes secundarios de gran aprovechamiento es el ruso Tchernoff, vecino de Julio Desnoyers en París, que, con la mente fría, hace el análisis más certero de la impiedad humana, así como del origen de la violencia en los distintos países en contienda, especialmente de Prusia. El último capítulo de la novela es casi un epítome de la misma, pues, ante la tumba de su hijo Julio y la de cientos de jóvenes franceses, Marcelo Desnoyers repudia la bestialidad de la guerra que ha destruido la familia.
Es una gran novela, furibundamente antibelicista a través de la descripción cruda de la barbarie, tanto que para una sensibilidad refinada como la del que esto escribe supone un golpe duro, brutal. Buscaré horizontes más amables en un futuro próximo.
Decimoquinto concierto de abono de la temporada 24-25 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por Pierre Bleuse. Obras de Chaikovski y Bohuslav Martinu.
Ayer fue el día de Chaikovski en el Auditorio Miguel Delibes. Tal vez fue para celebrar el ochenta y cinco aniversario de su nacimiento (el 7 de mayo de 1840), o quizá porque siempre es buen momento para que una orquesta sinfónica represente sus obras. Lo cierto es que comenzó el concierto con la obertura de Romeo y Julieta y terminó con la Sinfonía nº6, "Patética", dos obras cumbre del atribulado compositor ruso. Es por ello que la obra del compositor búlgaro Bohuslav Martinu quedó un tanto desleída entre tan magnas creaciones. El director de ayer no fue el habitual, sino el francés Pierre Bleuse, mientras que el solista invitado fue el oboísta granadino Ramón Ortega Quero.
Chaikovski compuso su Romeo y Julieta inspirándose en la tragedia de Shakespeare, construyendo una obra de un dramatismo y una emotividad extraordinarias. En verdad, cuando una orquesta sinfónica alcanza su clímax es con una sinfonía del periodo Romántico, cuando más músicos hay en su formación y más contrastantes son sus melodías y ritmos. La obertura-fantasía de Romeo y Julieta es un ejemplo claro, con melodías melosas de gran belleza contrastando con enérgicas y apabullantes frases musicales. Es otra de esas obras que casi todo el mundo, incluso los que jamás escucharon música culta, recuerdan haber tarareado alguna vez. La obertura acaba tras un clímax marcado por el redoble de los timbales, acabando así abruptamente, recordando la trágica muerte de los dos amantes.
Y, como antes decía, entre Chaikovski y Chaikovski tocó Martinu. Y, claro, resulta un poco injusto meter una pequeña obra (el Concierto para oboe y pequeña orquesta) entre dos producciones de la calidad de Chaikovski. Además, el concierto de Bohuslav Martinu, en mi humilde opinión, peca de una cierta pusilanimidad, pues no contiene ni frases musicales potentes ni especialmente bellas. El desempeño del oboísta Ramón Ortega fue el correcto para una obra que no exigía excesivos virtuosismos.
Pero después del descanso, mis queridos amigos, volvió Chaikovski con una de sus obras más celebradas y excepcionales, la Sinfonía nº6, la Sinfonía patética, vamos. Parece ser que el propio compositor no estaba muy satisfecho con ese sobrenombre, propuesto por su hermano Modest, pero lo cierto es que ha calado hasta la actualidad. En todo caso, con el diccionario de la RAE en la mano, patético se define como "que conmueve profundamente o causa un gran dolor o tristeza". Bueno, pues me quedo con la primera parte, pues está claro que la Sinfonía patética de Chaikovski conmueve profundamente. Está, como toda sinfonía romántica, dividida en cuatro movimientos: el primero, Adagio- Allegro ma non troppo tiene un solo de fagot que luego se acompaña de contrabajos y que nos introduce a un mundo de sombría desesperación, tema que se repite ya con la participación de toda la orquesta; el segundo movimiento, Allegro con grazia, es una danza que, por lo visto, el propio compositor denominó como un "vals a cinco tiempos"; pero el tercer movimiento, ¡ay, el tercer movimiento, amigos! Es un brillantísimo scherzo que va in crescendo hasta acabar con un tutti verdaderamente apabullante; el cuarto movimiento, Finale, adagio lamentoso es un anticlímax, que vuelve al tono lúgubre del primer movimiento. Muchos musicólogos han aducido la extraña estructuración de Chaikovski, que probablemente hubiera hecho mucho mejor si hubiese cambiado el orden de los últimos dos movimientos, pero, de nuevo, en ese caso esta sinfonía no hubiese sido "la patética", ni Chaikovski hubiera sido el atribulado y genial compositor que se suicidó con cincuenta y tres años.
viernes, 9 de mayo de 2025
"Invictus", de William Ernest Henley.
Otro poema conocidísimo, especialmente en el ámbito anglosajón, es Invictus, del inglés William Ernest Henley, con fragmentos que todos conocen y que son declaraciones furibundas de independencia y autoafirmación. Suena un poco menos ñoño que el de Kipling, pero también tiene su dosis de ingenuidad.
Invictus
Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate,
I am the captain of my soul.
"If", de Rudyard Kipling.
La verdad es que el poema es bueno (teniendo en cuenta cuándo fue escrito y las circunstancias sociales que promovían un tipo clásico, ya desfasado, de la virilidad), pero ha sido tantísimas veces utilizado torticeramente por imbéciles autoritarios de todo pelo, que leído ahora parece más rancio y anticuado si cabe. Con todo esto, si conseguimos librarnos de las influencias posteriores al poema, podremos disfrutar de algo típico de Kipling, un tanto ingenuo para nuestra época, pero con esa belleza exótica (como la de El libro de la selva) que tan bien sabía plasmar el británico.
IF
If you can keep your head when all about you
Are you losing theirs and blaming it on you,
If you can trust yourself when all men doubt you,
But make allowance for their doubting too;
If you can wait and no be tired of waiting,
Or being lied about, don't deal in lies,
Or being hated, don’t give way to hating,
And yet don’t look too good, nor talk too wise:
If you can dream—and not make dreams your master;
If you can think—and not make thoughts your aim;
If you can meet with Triumph and Disaster
And treat those two impostors just the same;
If you can bear to hear the truth you’ve spoken
Twisted by knaves to make a trap for fools,
Or watch the things you gave your life to, broken,
And stoop and build ’em up with worn-out tools:
If you can make one heap of all your winnings
And risk it on one turn of pitch-and-toss,
And lose, and start again at your beginnings
And never breathe a word about your loss;
If you can force your heart and nerve and sinew
To serve your turn long after they are gone,
And so hold on when there is nothing in you
Except the Will which says to them: ‘Hold on!’
If you can talk with crowds and keep your virtue,
Or walk with Kings—nor lose the common touch,
If neither foes nor loving friends can hurt you,
If all men count with you, but none too much;
If you can fill the unforgiving minute
With sixty seconds’ worth of distance run,
Yours is the Earth and everything that’s in it,
And—which is more—you’ll be a Man, my son!
jueves, 8 de mayo de 2025
Tremenda paráfrasis de la guerra, por Vicente Blasco Ibáñez.
Millares y millares estaban ocultos para siempre en las entrañas de una tierra mojada por su baba agónica, tierra fatal que al recibir una lluvia de proyectiles devolvía como cosecha matorrales de cruces.
miércoles, 30 de abril de 2025
"Places fo Feel Small", by Grant Snider. (www.incidentalcomics.com).
"¿Fue él?", de Stefan Zweig.
Un relato más que una novela breve de Zweig, publicado en 1940, cuando su autor ya había huido a Suiza, de donde partiría un año después hacia Brasil, su último destino. A diferencia de otras novelas, ¿Fue él? no se centra en la descripción de relaciones personales, al menos éstas no son la principal, sino que es un perro y su trato con los humanos lo que centra el relato. Sí es típico de Zweig la prosa elegante, precisa y refinada, así como su minuciosa descripción de caracteres.
No me gusta, creo haberlo comentado con anterioridad, que la Editorial Acantilado aproveche el tirón de popularidad (justísimo, por supuesto y que explica que los lectores no son tontos) de Stefan Zweig para publicar su obra de relatos y novelas breves uno a uno. ¿Fue él?, por ejemplo, es un relato de poco más de setenta páginas de letra grande, y, con los precios actuales, roza los diez euros. Es un relato que se lee en poco más de una hora, así que, echando la cuenta de la vieja, si un servidor lee en torno a cuatro o cinco horas diarias, le saldría la lectura a 40-50 euros por día, unos 1500 euros al mes. Y, hombre, me gusta leer, pero necesito comer, con esos gastos tendría que elegir entre una cosa y la otra. En fin, bromas aparte, el negocio editorial se aprovecha demasiado de los autores en boga para publicar de la forma más antieconómica posible. ¡Menos mal que disponemos de bibliotecas públicas!
Argumento de ¿Fue él?: una pareja de jubilados compra una pequeña casa cerca de Bath, Inglaterra, junto a los ya inactivos canales que llevaban el carbón galés al Canal de la Mancha. Junto a ellos se instalará una joven pareja con la que establecerán una buena relación de vecindario. Por pura casualidad, la voz narradora (el texto está narrado en primera persona, voz femenina) regala un cachorro de bulldog a los recién casados, el cual se adapta excepcionalmente bien a su nuevo hogar, pero pasados unos meses comienza a mostrar un carácter dominante y agresivo. Como era previsible, los jóvenes "encargan" una nueva vida, lo que los lleva a centrarse en sí mismos y en la nueva criatura, pasando el perro a un segundo plano. El can, antes objeto de toda suerte de mimos, queda olvidado, desarrollando un feroz odio hacia la nueva criatura. En el nacimiento de ésta, Ponto, así se llama el perro, ataca a la niña. Sólo la rápida actuación de los allí presentes la libra de una muerte segura. Se deshacen del animal entregándolo a un carnicero local que puede mantenerlo, pero se escapa y vuelve para acosar a su antigua familia. En un final no explicado totalmente que justifica el título del relato, el cochecito del bebé acaba trágicamente en el canal, ahogándose la niña. Todo, claro, apunta al animal.
En fin, como antes decía, no es tema frecuente en Zweig, casi parece más propio de autores de subgénero policíaco como Agatha Christie, Conan Doyle o Georges Simenon, pero aquí el tratamiento es distinto, no se hace hincapié en los asuntos detectivescos sino en los sentimientos (no sólo de los humanos, también se elucubra sobre los del animal). En ese sentido, Zweig es un verdadero maestro pergeñando personajes, haciéndoles evolucionar en el tiempo y mostrando sus dificultades, alegrías y tristezas, lo cual favorece que el lector empatice con ellos. Así pues, otra pequeña joya de Zweig.
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