sábado, 10 de mayo de 2025

Decimoquinto concierto de abono de la temporada 24-25 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por Pierre Bleuse. Obras de Chaikovski y Bohuslav Martinu.

  Ayer fue el día de Chaikovski en el Auditorio Miguel Delibes. Tal vez fue para celebrar el ochenta y cinco aniversario de su nacimiento (el 7 de mayo de 1840), o quizá porque siempre es buen momento para que una orquesta sinfónica represente sus obras. Lo cierto es que comenzó el concierto con la obertura de Romeo y Julieta y terminó con la Sinfonía nº6, "Patética", dos obras cumbre del atribulado compositor ruso. Es por ello que la obra del compositor búlgaro Bohuslav Martinu quedó un tanto desleída entre tan magnas creaciones. El director de ayer no fue el habitual, sino el francés Pierre Bleuse, mientras que el solista invitado fue el oboísta granadino Ramón Ortega Quero.
 Chaikovski compuso su Romeo y Julieta inspirándose en la tragedia de Shakespeare, construyendo una obra de un dramatismo y una emotividad extraordinarias. En verdad, cuando una orquesta sinfónica alcanza su clímax es con una sinfonía del periodo Romántico, cuando más músicos hay en su formación y más contrastantes son sus melodías y ritmos. La obertura-fantasía de Romeo y Julieta es un ejemplo claro, con melodías melosas de gran belleza contrastando con enérgicas y apabullantes frases musicales. Es otra de esas obras que casi todo el mundo, incluso los que jamás escucharon música culta, recuerdan haber tarareado alguna vez. La obertura acaba tras un clímax marcado por el redoble de los timbales, acabando así abruptamente, recordando la trágica muerte de los dos amantes.
 Y, como antes decía, entre Chaikovski y Chaikovski tocó Martinu. Y, claro, resulta un poco injusto meter una pequeña obra (el Concierto para oboe y pequeña orquesta) entre dos producciones de la calidad de Chaikovski. Además, el concierto de Bohuslav Martinu, en mi humilde opinión, peca de una cierta pusilanimidad, pues no contiene ni frases musicales potentes ni especialmente bellas. El desempeño del oboísta Ramón Ortega fue el correcto para una obra que no exigía excesivos virtuosismos.
 Pero después del descanso, mis queridos amigos, volvió Chaikovski con una de sus obras más celebradas y excepcionales, la Sinfonía nº6, la Sinfonía patética, vamos. Parece ser que el propio compositor no estaba muy satisfecho con ese sobrenombre, propuesto por su hermano Modest, pero lo cierto es que ha calado hasta la actualidad. En todo caso, con el diccionario de la RAE en la mano, patético se define como "que conmueve profundamente o causa un gran dolor o tristeza". Bueno, pues me quedo con la primera parte, pues está claro que la Sinfonía patética de Chaikovski conmueve profundamente. Está, como toda sinfonía romántica, dividida en cuatro movimientos: el primero, Adagio- Allegro ma non troppo tiene un solo de fagot que luego se acompaña de contrabajos y que nos introduce a un mundo de sombría desesperación, tema que se repite ya con la participación de toda la orquesta; el segundo movimiento, Allegro con grazia, es una danza que, por lo visto, el propio compositor denominó como un "vals a cinco tiempos"; pero el tercer movimiento, ¡ay, el tercer movimiento, amigos! Es un brillantísimo scherzo que va in crescendo hasta acabar con un tutti verdaderamente apabullante; el cuarto movimiento, Finale, adagio lamentoso es un anticlímax, que vuelve al tono lúgubre del primer movimiento. Muchos musicólogos han aducido la extraña estructuración de Chaikovski, que probablemente hubiera hecho mucho mejor si hubiese cambiado el orden de los últimos dos movimientos, pero, de nuevo, en ese caso esta sinfonía no hubiese sido "la patética", ni Chaikovski hubiera sido el atribulado y genial compositor que se suicidó con cincuenta y tres años.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.