viernes, 9 de mayo de 2025

"Invictus", de William Ernest Henley.

  Otro poema conocidísimo, especialmente en el ámbito anglosajón, es Invictus, del inglés William Ernest Henley, con fragmentos que todos conocen y que son declaraciones furibundas de independencia y autoafirmación. Suena un poco menos ñoño que el de Kipling, pero también tiene su dosis de ingenuidad.

Invictus

Out of the night that covers me,
      Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
      For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
      I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
      My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
      Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
      Finds and shall find me unafraid.

It matters not how strait the gate,
      How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate,
      I am the captain of my soul.

"If", de Rudyard Kipling.

  La verdad es que el poema es bueno (teniendo en cuenta cuándo fue escrito y las circunstancias sociales que promovían un tipo clásico, ya desfasado, de la virilidad), pero ha sido tantísimas veces utilizado torticeramente por imbéciles autoritarios de todo pelo, que leído ahora parece más rancio y anticuado si cabe. Con todo esto, si conseguimos librarnos de las influencias posteriores al poema, podremos disfrutar de algo típico de Kipling, un tanto ingenuo para nuestra época, pero con esa belleza exótica (como la de El libro de la selva) que tan bien sabía plasmar el británico. 

IF

If you can keep your head when all about you
   Are you losing theirs and blaming it on you,
If you can trust yourself when all men doubt you,
   But make allowance for their doubting too;
If you can wait and no be tired of waiting,
   Or being lied about, don't deal in lies,
Or being hated, don’t give way to hating,
    And yet don’t look too good, nor talk too wise:

If you can dream—and not make dreams your master;   
    If you can think—and not make thoughts your aim;   
If you can meet with Triumph and Disaster
    And treat those two impostors just the same;   
If you can bear to hear the truth you’ve spoken
    Twisted by knaves to make a trap for fools,
Or watch the things you gave your life to, broken,
    And stoop and build ’em up with worn-out tools:

If you can make one heap of all your winnings
    And risk it on one turn of pitch-and-toss,
And lose, and start again at your beginnings
    And never breathe a word about your loss;
If you can force your heart and nerve and sinew
    To serve your turn long after they are gone,   
And so hold on when there is nothing in you
    Except the Will which says to them: ‘Hold on!’

If you can talk with crowds and keep your virtue,   
    Or walk with Kings—nor lose the common touch,
If neither foes nor loving friends can hurt you,
    If all men count with you, but none too much;
If you can fill the unforgiving minute
    With sixty seconds’ worth of distance run,   
Yours is the Earth and everything that’s in it,   
    And—which is more—you’ll be a Man, my son!

jueves, 8 de mayo de 2025

Tremenda paráfrasis de la guerra, por Vicente Blasco Ibáñez.

  Millares y millares estaban ocultos para siempre en las entrañas de una tierra mojada por su baba agónica, tierra fatal que al recibir una lluvia de proyectiles devolvía como cosecha matorrales de cruces.

miércoles, 30 de abril de 2025

"Places fo Feel Small", by Grant Snider. (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the website www.incidentalcomics.com

"¿Fue él?", de Stefan Zweig.

  Un relato más que una novela breve de Zweig, publicado en 1940, cuando su autor ya había huido a Suiza, de donde partiría un año después hacia Brasil, su último destino. A diferencia de otras novelas, ¿Fue él? no se centra en la descripción de relaciones personales, al menos éstas no son la principal, sino que es un perro y su trato con los humanos lo que centra el relato. Sí es típico de Zweig la prosa elegante, precisa y refinada, así como su minuciosa descripción de caracteres.
 No me gusta, creo haberlo comentado con anterioridad, que la Editorial Acantilado aproveche el tirón de popularidad (justísimo, por supuesto y que explica que los lectores no son tontos) de Stefan Zweig para publicar su obra de relatos y novelas breves uno a uno. ¿Fue él?, por ejemplo, es un relato de poco más de setenta páginas de letra grande, y, con los precios actuales, roza los diez euros. Es un relato que se lee en poco más de una hora, así que, echando la cuenta de la vieja, si un servidor lee en torno a cuatro o cinco horas diarias, le saldría la lectura a 40-50 euros por día, unos 1500 euros al mes. Y, hombre, me gusta leer, pero necesito comer, con esos gastos tendría que elegir entre una cosa y la otra. En fin, bromas aparte, el negocio editorial se aprovecha demasiado de los autores en boga para publicar de la forma más antieconómica posible. ¡Menos mal que disponemos de bibliotecas públicas!
 Argumento de ¿Fue él?: una pareja de jubilados compra una pequeña casa cerca de Bath, Inglaterra, junto a los ya inactivos canales que llevaban el carbón galés al Canal de la Mancha. Junto a ellos se instalará una joven pareja con la que  establecerán una buena relación de vecindario. Por pura casualidad, la voz narradora (el texto está narrado en primera persona, voz femenina) regala un cachorro de bulldog a los recién casados, el cual se adapta excepcionalmente bien a su nuevo hogar, pero pasados unos meses comienza a mostrar un carácter dominante y agresivo. Como era previsible, los jóvenes "encargan" una nueva vida, lo que los lleva a centrarse en sí mismos y en la nueva criatura, pasando el perro a un segundo plano. El can, antes objeto de toda suerte de mimos, queda olvidado, desarrollando un feroz odio hacia la nueva criatura. En el nacimiento de ésta, Ponto, así se llama el perro, ataca a la niña. Sólo la rápida actuación de los allí presentes la libra de una muerte segura. Se deshacen del animal entregándolo a un carnicero local que puede mantenerlo, pero se escapa y vuelve para acosar a su antigua familia. En un final no explicado totalmente que justifica el título del relato, el cochecito del bebé acaba trágicamente en el canal, ahogándose la niña. Todo, claro, apunta al animal.
 En fin, como antes decía, no es tema frecuente en Zweig, casi parece más propio de autores de subgénero policíaco como Agatha Christie, Conan Doyle o Georges Simenon, pero aquí el tratamiento es distinto, no se hace hincapié en los asuntos detectivescos sino en los sentimientos (no sólo de los humanos, también se elucubra sobre los del animal). En ese sentido, Zweig es un verdadero maestro pergeñando personajes, haciéndoles evolucionar en el tiempo y mostrando sus dificultades, alegrías y tristezas, lo cual favorece que el lector empatice con ellos. Así pues, otra pequeña joya de Zweig. 

domingo, 27 de abril de 2025

"El doctor Thorne", de Anthony Trollope.

  Tercera entrega de las novelas de Barchester, tras El custodio y Las torres de Barchester. Sigue la minuciosa descripción de los habitantes de ese ficticio condado (Barsetshire, Barchester en la traducción española, que, según los estudiosos, se trataría de Winchester -Hampshire, sur de Inglaterra- con otro nombre). Al igual que en las dos anteriores, la mayoría de los personajes están ligados de una u otra forma a la Iglesia anglicana, vamos, que son clérigos, desde simples sacerdotes hasta obispos, aunque en ésta no son los personajes principales. Parece ser que de las seis novelas incluidas en ese ciclo llamado "Crónicas de Barsetshire", El doctor Thorne fue la más exitosa. A mí, por el contrario, me gustaron más las dos primeras, especialmente la segunda, Las torres de Barchester, que considero una verdadera obra de arte de la literatura universal. En la tercera entrega siento que hay menos enjundia, menos argumentos secundarios, menos embrollo, menos tramas. Sin embargo, los personajes están tratados con esa maestría que pocos autores saben utilizar (para ser sincero, muchos de ellos en la conocida como "literatura victoriana"), así como las circunstancias que los atribulan o sus evoluciones en el tiempo están pergeñados con una genialidad que no debe tomarse a la ligera, sobre todo en estos tiempos, en los que nos hemos acostumbrado tanto a la "literatura-basura". En fin, que leer El doctor Thorne ha sido un placer y un ejercicio de resistencia frente a la mediocridad intelectual que el poder político-social y sus adláteres mediáticos tratan de imponer al grueso de la población.
 El argumento principal, obviamente, se centra en un médico de Barchester, el doctor Thorne y su sobrina y ahijada, Mary. Como es frecuente en el Realismo literario, no se esconde en ningún momento la preferencia del autor hacia esos personajes, se los califica de "héroes" y se los trata con todo tipo de halagos y alabanzas, y se critica acerbamente las actitudes de otros personajes que, por envidia u odio, los atacan. En esencia, el embrollo consiste en que Mary Thorne está enamorada (y es correspondida, desde luego) por el hijo de un noble, por Frank Gresham, pero tal amor es imposible según las normas sociales del momento (la década de los años 50 del siglo XIX) porque Mary no tiene título nobiliario alguno, con lo que no puede pretender casarse con alguien de alta alcurnia, y Frank, aun siendo noble, está arruinado y debe casarse sí o sí con una dama de gran riqueza. Al igual que ocurría en otras novelas del mismo ciclo, Trollope delinea excepcionalmente bien los personajes femeninos malvados. En esta novela es Lady Arabella, madre de Frank Gresham, que recuerda a su vástago una y otra vez que debe "casarse por dinero" para poder pagar todas las deudas que su padre acumuló. Tanto es así, que la matriarca de los Gresham no duda en lanzar a su hijo a los brazos de una tal señorita Dunstable, mujer de mediana edad pero de notable riqueza. Claro está que ni la rica dama ni el joven noble están interesados el uno en el otro. La trama se complica con una familia noble de origen plebeyo, los Scatcherd, cuyos varones tienen un especial apego a la botella, lo que los matará irremediablemente. El viejo Scatcherd, en todo caso, tiene suficiente cabeza como para desear que su hijo case con Mary (verdadero dechado de virtudes) para que lo aleje de la bebida; lo desea tanto que incluirá a la sobrina de Thorne como heredera universal de su fortuna si se casa con su hijo Louis. Louis y Mary nunca se casarán, pero el testamento nunca se cambiará (hecho fundamental que lo cambia todo), porque así, al morir Louis, Mary Thorne se convierte en la heredera universal de los Scatcherd, siendo dueña de una enorme fortuna entre casas, tierras y acciones empresariales. De este modo, Frank y Mary se podrán casar, él aporta el título nobiliario y ella el dinero. ¿Y Lady Arabella, qué tiene que decir ella a todo esto? Pues ella tan feliz, porque, al fin y al cabo, la noble señora sólo busca lo mejor para su hijo, le importa muy poco la moralidad de sus actos, se mueve por simple interés económico.
 En fin, lo cierto es que, a medida que se va leyendo la novela, se puede prever el final, no hay muchos giros argumentales, es francamente previsible, pero la calidad prosística de Anthony Trollope es tan descomunal que uno disfruta la lectura aunque el final sea predecible.
 Los temas tratados en la novela son la anticuada moralidad de mediados del XIX, moralidad que se basa en hipocresías y apariencias; la fuerza imparable del amor, que todo lo puede; o la honradez y honestidad que vence al retorcimiento y a la falsedad. Bien mirado, habrá quien tilde a la novela de ñoña además de previsible, y quizá no le falte razón. A la vista del siglo XXI, El doctor Thorne es un tanto simplona, pero, ya digo, en lo que respecta a calidad narrativa, no se alcanza en nuestros tiempos nada semejante.

Concierto de la Orquesta y Coro Nacionales de España, dirigidos por Juanjo Mena. Obras de Vaughan Williams, Haydn y Mozart.

  Ayer, en el Auditorio Nacional de Príncipe de Vergara, pude escuchar Serenata a la música de Ralph Vaughan William, una excelente obra del compositor británico, no mi favorita (que es, creo haberlo escrito aquí antes, The Lark Ascending), en una versión coral y sinfónica que no me entusiasmó sobremanera; el Concierto y orquesta para violonchelo y orquesta Nº 2 de Joseph Haydn; y la Sinfonía Nº 40  de Mozart. Juanjo Mena fue el director orquestal, quien, parece ser, colabora habitualmente con la ONE, y el solista fue el violonchelista británico Steven Isserlis, a quien ya había tenido el gusto de escuchar con la OSCyL.
 Esta vez tenía una butaca de primer anfiteatro, eso sí, en la última fila. El asiento era mucho más cómodo que el que sufrí hace meses en el segundo anfiteatro, la visión de la orquesta y el coro también era mejor, aunque no tengo tan claro que la acústica no se viera perjudicada por el propio techo que no era sino el forjado que sirve de sustento al segundo anfiteatro. Es decir, al estar en la última fila del primer anfiteatro, mi butaca estaba un tanto encajonada y quizá la reverberación del sonido no era tan buena como en las filas delanteras del primer anfiteatro, que se benefician de los grandes deflectores de sonido de madera anclados en el techo de la sala y que permiten una acústica de gran calidad. En fin, ¡quién sabe! Tengo que reconocer que me ocurre a menudo con obras que escucho frecuentemente en casa, pero, claro, en casa lo escucho en un aparato de alta fidelidad, con auriculares de sonido envolvente, algo que mejora notablemente la audición (tal vez tanto como si uno estuviera en la situación del director de orquesta). Bien, por otra parte, la versión de Serenata a la música de Vaughan Williams interpretada ayer concurría con la participación del coro, versión, por supuesto, creada por el propio autor, pero yo había escuchado la versión estrictamente sinfónica, que prefiero por aquello de tener una cierta animadversión a los coros.
 Después le tocó el turno al Concierto para violonchelo y orquesta Nº 2 de Franz Joseph Haydn, una obra típica del repertorio de cualquier orquesta que se precie. El solista, ya dije, fue el británico Steven Isserlis, que, rizada melena al compás, ejercía una hipnótica seducción en el público. Habiendo escuchado durante unas semanas antes la misma obra en ejecución de otra orquesta, me pareció que el solista reinterpretaba de una forma un tanto personal la partitura, llegando incluso a permitirse unas digresiones melódicas que no fueron de mi agrado
 Después del descanso, la Sinfonía Nº 40 de Mozart, otra obra clave en cualquier repertorio sinfónico, obra genial que todo el mundo, incluso los no melómanos, han escuchado alguna vez y sabrían tararear los primeros acordes del primer movimiento. De nuevo, en contraste con lo escuchado en otras interpretaciones, me pareció que la Orquesta Nacional de España se apresuraba demasiado en el tempo de los distintos movimientos, especialmente en el tercero, Menuetto, que, claro está, es un baile, un scherzo, un minueto, que quizá, en mi modesta opinión, se tocó demasiado rápido. En todo caso, mientras escuchaba esta obra, no podía dejar de pensar en que, según todos los musicólogos, Mozart es paradigma del clasicismo musical, con su simetría, elegancia, su melodía nunca demasiado notable, pero que, en la Sinfonía Nº 40, Mozart ya esboza lo que vendrá mucho después, el Romanticismo musical, con sus melodías apabullantes que muestran una emotividad inexistente anteriormente. Dicho de otra forma, en el concierto de ayer, entre Haydn y Mozart había tan enorme diferencia, que cualquiera habría afirmado sin dudar que el primero era exponente del Clasicismo y el segundo del Romanticismo. Por otro lado, los musicólogos recuerdan que en la corta y azarosa vida de Mozart las angustias por las estrecheces económicas lo llevaron a escribir composiciones más desesperadas y acongojadas de las que, sin duda, escribió Haydn, quien disfrutó de gran respaldo económico de varios mecenas, tanto en Londres como en Viena.

miércoles, 23 de abril de 2025

Día internacional del libro 2025.

  ¡Mira que hay "días de..." para todo! No hay día del año, ni siquiera los escasos veintinueve de febrero, que no sean el "día de...". Que duda cabe de que es una mera estrategia propagandística para vender (o convencer, más frecuentemente) un producto o una idea; no iba a ser menos el día del libro. Obviamente, se busca promover la venta de libros, no con afán formativo, desde luego, ni siquiera con afán de entretener... Es una industria que fomenta su actividad comercial, ni más ni menos. Venden libros como podrían vender bragas. Que se escogiera el 23 de abril como día del libro parece que fue porque coincide en ese día (al ser fechas tan lejanas no hay seguridad total, pero bueno) las muertes de Cervantes y Shakespeare, o eso se dice. En fin, no soy prono a respetar imposiciones comerciales de esta índole, pero como quiera que soy lector empedernido también podría considerar este día como un día dedicado a mí mismo.
 Enfocándolo desde ese punto de vista tan egocéntrico me es más fácil disfrutar de este evento puramente mercantil y pasearme por los puestos que las librerías han colocado estratégicamente situadas en cierta plaza céntrica de la ciudad. No he comprado nada, la verdad, entre otras cosas porque los puestos presentaban principalmente los best-sellers del momento, que a mí no me interesan nada, pero el mero hecho de ver unos cuantos cientos de libros expuestos en la vía pública le alegra a uno el corazón.

domingo, 13 de abril de 2025

"Cuentos de humor y de horror", de Saki.

  Saki es el nom de plumme de Hector Hugh Munro, escritor inglés nacido en 1870 y muerto en combate en 1916. Este volumen no es lo primero suyo que leo, comprobando en este humilde blog, en 2013 publiqué una entrada de un volumen de relatos compilado por Valdemar, con animales como personajes llamado "Animales y más que animales". Es uno de esos autores poco conocidos, principalmente de relatos en los que se mezcla lo humorístico y lo siniestro en eso que han dado en llamar "humor negro" o humor sarcástico, algo muy del gusto del público inglés.
 Este tomo recoge veinte de esos relatos, con desigual calidad, claro, pero todos con ese tono irónico. Me ha gustado mucho La reticencia de Lady Anne, un sorprendente relato con un brusco giro argumental: una aparente desavenencia en un matrimonio lleva al marido a deshacerse en disculpas mientras ella se mantiene en un altivo y desdeñoso silencio; al final se desvela la razón de su mutismo, estaba muerta desde hacía un buen rato. En Sredny Vashtar un niño aburrido (se supone, hijo único) idea, jugando, una religión en la que un hurón mascota es convertido en un dios; harto de su tía y cuidadora, el hurón mata a la tía ante la total indiferencia del niño. La penitencia es un delicioso relato de humor negro: un tipo mata a un gato porque cree que se estaba comiendo sus aves de corral; unos niños, dueños del gato, lo han visto hacerlo y deciden tomar represalias, además, eran las ratas las que mataban las gallinas; finalmente, los niños deciden matar a la hija, una bebé, del asesino del gato; todo ello narrado con una exquisitez victoriana que contrasta vivamente con los hechos.
 En muchos relatos, Saki incluye a un personaje, Clovis, que parece encarnación del inglés sarcástico, que no siente empatía ninguna ante el dolor ajeno, capaz de los comentarios más hirientes con la mayor calma del mundo, ante situaciones de gran dolor colectivo.
 Quizá debido a su prematura muerte, Saki no es un autor más prolífico y conocido, pero lo poco que dejó escrito tiene bastante calidad y unas características peculiares que lo diferencian y permitieron su influencia sobre autores posteriores como P. G. Wodehouse,  Roald Dahl, Douglas Adams, Tom Sharpe o incluso el propio Terry Pratchett.

Decimocuarto abono de la temporada 24-25 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Obras de Beethoven y Stravinski.

  El concierto de anoche en el Miguel Delibes fue uno de los más completos a los que he asistido en los últimos diez años. La combinación de una de las cumbres sinfónicas de todos los tiempos, la Sinfonía Pastoral de Beethoven, con la obra para orquesta, tres solistas vocales y ballet de Stravinski, Pulcinella hizo de la velada uno de los más altos hitos culturales a los que se pueda asistir en la capital del Pisuerga. La OSCyL estuvo dirigida por su batuta habitual, Thierry Fischer, los cantantes fueron la soprano suiza Hélène Walter, el tenor cordobés Pablo García López y el bajo catalán Gerard Farreras. El ballet estuvo a cargo de los talentosos estudiantes de últimos cursos de la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León. El resultado final, ya digo, fue espectacular, una representación que aunó la música sinfónica, la vocal y la danza, ¡qué más se puede pedir!
 Para abrir boca, nada menos que la Sexta sinfonía de Beethoven, la Pastoral, una obra que, "in my humble opinion", es una de las cimas más señeras de la creación artística, una obra por la que ya Ludwig van Beethoven, aun sin que hubiese compuesto nada más debía haber sido elevado a los más egregios altares culturales de la Humanidad. Para un servidor, escuchar la Sexta sinfonía de Beethoven es una razón más para seguir alentando, un impulso que mueve a mi viejo y atribulado corazón a no desfallecer y a continuar en la lucha, un aporte de vitalidad y optimismo, en definitiva. Sólo con los primeros acordes del primer movimiento nota uno cómo el espíritu se eleva, se despejan negros nubarrones, y se mira al futuro con mayor optimismo. Cuentan los musicólogos (entre ellos, el que firma el programa de mano de ayer, Enrique García Revilla) que la Pastoral es bien la feliz estancia del sordo genial en una zona campestre, alejado del mundano ruido, bien la descripción de la inocente belleza rural, en el que su ya declarada sordera no le impedía gozar del mayor encanto paisajístico. Sea como fuere, Beethoven debía estar en un estado de humor altamente positivo cuando compuso su Sexta sinfonía, pues, salvo el movimiento que describe la tormenta, la obra rezuma optimismo por sus cuatro costados. La propia descripción de los cinco movimientos es mucho más expresiva que la de sus tempos: Despertar de alegres sentimientos al encontrarse en el campo (Allegro ma non troppo), Escena junto al arroyo (Andante molto mosso), Animada reunión de campesinos (Allegro), Relámpagos, tormenta (Allegro), e Himno de los pastores, sentimiento de agradecimiento después de la tormenta (Allegretto). De nuevo, los musicólogos describen la excelsa producción musical de Beethoven en tres periodos, incluyendo la Sexta en el segundo periodo, el "heroico", aunque la genialidad de Beethoven es tal que casi cada obra debería tener su propia categoría, de hecho, en mi opinión, la Pastoral puede considerarse como un esbozo para lo que se llamaría posteriormente "poema sinfónico", pues la descripción de paisajes y eventos es tan minuciosa que uno siente estar junto a un arroyo o en esa animada reunión de campesinos. En fin, no creo que yo sea el único que usa la Sexta sinfonía de Beethoven para animarse el día cuando las preocupaciones o el tedio de vivir lo acorralan en su devenir vital, es, como decía antes, un verdadero canto a la vida.
 Por otro lado, la interpretación ayer de la OSCyL, dirigida por Fischer no dejó nada que desear. Estoy acostumbrado a escuchar, centenares de veces, ya digo, la versión que tengo en casa: la Filarmónica de Berlín dirigida por Herbert von Karajan, en una edición que se podría considerar canónica de la Deutsche Grammophon, y, francamente, no noté ayer grandes diferencias; tal vez la percusión (timbales) un poco más notable de lo deseable, pero nada más. Esto hay que decirlo para ser justo, para poder decir sin tapujos que una supuestamente humilde orquesta regional no tiene nada que envidiar a una de las mejores orquestas del mundo.
 Después de un largo descanso (necesario para poder habilitar el escenario en zona de baile, con el preceptivo suelo de goma), le tocó el turno a Pulcinella, de Stravinski. No soy un gran aficionado a los ballet, pero sí tengo claro que la música escénica está concebida para ser representada junto con la representación correspondiente, si no la música suele quedar un tanto coja, no entendiéndose bien del todo. Eso ocurrió con la La consagración de la primavera del propio Stravinski, que se interpretó semanas atrás en este mismo auditorio. Los que tuvimos la previsión de informarnos sobre los detalles más nimios de la música que íbamos a escuchar (hoy en día es facilísimo, gracias a YouTube, Wikipedia y otros programas de internet) conocíamos lo que nos encontraríamos: la descripción de un rito precristiano de llegada de la primavera, repleto de crudeza y brutalidad, que acaba incluso con un sacrificio humano. Obviamente, la música de Stravinski tenía que retratar esa brutalidad, y así, por momentos, la disonancia y estridencia de su música se hace difícilmente soportable (tanto que un bobo del auditorio salió de la sala haciendo aspavientos y diciendo en voz perfectamente audible, "me sangran los oídos", así de estúpida es la gente). Bien, por supuesto que se puede ir a un auditorio de música culta sin haber escuchado nada de lo que se programa, pero, para personas medianamente cultivadas, es exigible que se informen antes de lo que se va a representar, aunque sea sólo para no hacer el ridículo y molestar a los que sí se han informado. En fin, como decía el torero, "hay gente pa' tó". Bueno, pues Pulcinella no puede estar más alejado, musicalmente hablando, de La consagración de la primavera, pues se trata de la adaptación (encargo del todopoderoso productor y promotor musical de la época, Sergéi Diáguilev) de la Commedia dell'arte, género teatral nacido en Nápoles durante el Renacimiento, con una serie de personajes fijos (Polichinela entre ellos) y otros variables, que representaban enredos amorosos. Los musicólogos tienen dudas de que la música firmada por Stravinski fuera verdaderamente del compositor ruso, toda vez que se sospecha que lo hubiera tomado del compositor barroco Giovanni Pergolesi, autor del conocidísimo Stabat Mater. Bien, parece que Pergolesi, en su corta vida, además de música sacra, produjo mucho género musical teatral, entre ellas para la commedia dell'arte, tan en boga en su propia ciudad en aquella época, no hubiera sido nada raro que el napolitano hubiese dejado escrito buena parte de esa obra sobre Polichinela y que, doscientos años después, Diáguilev se la hubiese pasado a Stravinski. Nunca se sabrá a ciencia cierta. Lo que sí sabemos es que Stravinski pasó por distintas etapas a lo largo de su vida productiva, etapas que no es que fueran diferentes entre sí, sino que eran totalmente opuestas. Así, primero tendrá una "época rusa" entre las que estaba La consagración de la primavera ya citada y otras obras ambientadas en Rusia, con una armonía "politonal" que no es siempre fácil de escuchar; después pasará por un "periodo neoclásico", con una vuelta a la armonía melódica y a la tonalidad más clásica, aquí, claro está, se incluye Pulcinella; por último, el "periodo dodecafónico" , bajo la influencia de Arnold Schoenberg. Es obvio que para los gustos de quien esto escribe, el periodo intermedio es el más potable (salvando obras extraordinarias como El pájaro de fuego, del primer periodo), con lo que el ballet Pulcinella es obra de mi gusto. En todo caso, la representación conjunta de orquesta sinfónica, cantantes de ópera y danza da a la obra el carácter "global" al que antes aludía. La danza, por cierto, estuvo a cargo de los estudiantes de últimos cursos de la Escuela  Profesional de Danza de Castilla y León, quienes cumplieron ya en un nivel que claramente rayaba en la profesionalidad. El público del Miguel Delibes se deleitó sobremanera con esta excepción al exclusivo disfrute de la música sinfónica con la que nos deleitamos habitualmente.