Modiano es uno de esos escritores al cual uno reconoce en cuanto ha leído un par de páginas: su permanente ambientación en París, hasta el punto de que la capital del Sena se convierte en un personaje más de la novela; los personajes juveniles un tanto evanescentes, como memorias ya desleídas; las analepsis y prolepsis del personaje principal, frecuentemente un alter ego del autor; los esfuerzos del protagonista por recordar hechos acaecidos decenios atrás... Esas características son omnipresentes en Modiano, y no iba a ser menos en La hierba de las noches.
La hierba de las noches es una novela breve, el formato más frecuente del autor, que también está ambientada durante la ocupación nazi de París (otra característica más a sumar a los anteriores), aunque Modiano naciera en 1945, recién terminada la contienda. El protagonista, Jean, se narra a sí mismo y a un grupo de personas en tres momentos concretos de su vida: el París bajo ocupación, a sus escasos veinte años; unos pocos años después, pero todavía en época juvenil; y cincuenta años después, ya en la vejez del protagonista, desaparecidos casi todos los otros personajes. Los tres momentos se alternan en esas analepsis y prolepsis que antes decía, de un modo inteligente para mantener al lector en una cierta intriga que se aclarará, parcialmente, al final de la novela. En el periodo más antiguo, Jean tiene una relación de pareja (contada muy superficialmente, de hecho, se supone que es de pareja, pero podría ser una simple amistad) con una tal Dannie, la cual, a su vez, mantiene relación con tipos un tanto sospechosos, como el marroquí Aghamouri, Gérard Marciano, Duweltz o Paul Chastagnier. Estos cuatro, desde un principio, son retratados someramente, para que el lector tenga dudas sobre su honorabilidad. En el segundo periodo, ya desaparecida Dannie, aparece el policía Langlais, que interroga a Jean sobre su relación con los otros, aunque siempre da a entender que comprende que el chico no estaba en el grupo de forma "oficial". Por último, en el presente, lo que más ocupa en la novela, Jean, ya anciano, rememora sus relaciones con la chica y sus compinches, como un amnésico parcial trata de recordar hechos, de entresacar recuerdos de la neblina. Precisamente a este último periodo pertenece las últimas páginas del relato, en las que Jean se encuentra casualmente con Langlais, y el policía le entrega un dossier sobre todos ellos, aclarándose, como decía antes, la realidad de aquel grupo humano.
Ciertamente, en las novelas de Modiano la acción no es trepidante, no hay hechos tremendos que sobresalten al lector. Las malas andanzas de los protagonistas suelen ser pequeños delitos que acaban quedando en habituales conflictos juveniles. Con todo, el autor sabe mantener ese suspense que lo lleva a uno al final del relato deseando saber más. Justamente el hecho de que los personajes sean corrientes y molientes, tanto como el propio lector, hace, tal vez, que nos interesemos más por ellos y sus desenlaces.


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