El concierto de anoche estuvo dirigido por la batuta austriaca Katharina Wincor, mientras que el solista invitado fue el pianista ucraniano Alexander Gavrylyuk.
Inició el concierto con una obra de la compositora ruso-americana Lera Auerbach, Icarus, una pieza difícil de escuchar, representada por primera vez en España ayer. Es un supuesto poema sinfónico de tintes angustiosos y estresantes. Se entendería mejor si se conociese el título con el que su autora lo creó: Requiem for Icarus. Así podríamos entender la obra como el llanto desconsolado de Dédalo tras la muerte de su hijo Ícaro, que, según la leyenda, cayó al mar al derretirse sus alas por la cercanía al Sol.
A continuación escuchamos el Concierto para piano y orquesta Nº 1 de Chaikovski, con la participación del pianista Gavrylyuk. Esta obra es tomada frecuentemente como ejemplo para explicar el Romanticismo musical: preeminencia del piano; melodías intensas, líricas y vivas; expresividad máxima buscada con bruscos contrastes rítmicos y melódicos; o una orquesta a su máximo desarrollo. Está estructurado en tres movimientos: el primero, Allegro non troppo e molto maestoso - Allegro con spirito, se inicia con un tutti del viento-metal apabullante, que deja a toda la sala pegada a sus respaldos. La alternancia entre el piano y el resto de la orquesta da ese contraste tan marcado que antes nombraba. Todo acaba de un modo heroico que suele provocar que los espectadores no formados aplaudan al fin del movimiento como si fuera el fin de la obra, algo típico de Chaikovski, que introduce un finale abrumador en un movimiento intermedio, para luego terminar con un movimiento más lento, como un anticlímax. Y, efectivamente, el segundo movimiento, Andante semplice - Prestissimo supone ese parón rítmico y melódico que deja a la parte ignorante del auditorio in albis. El tercer movimiento, Allegro con fuoco, se inicia vigorosamente, para luego contrastar con otro cambio de ritmo.
Después del descanso, las Danzas sinfónicas de Rajmáninov, una de las menos interpretadas y conocidas del compositor y pianista ruso. Comienza con un solo de saxofón alto, instrumento inusual en una orquesta sinfónica, combinando luego melodías enérgicas con otras más reposadas. En esas melodías incluye obras propias anteriores, diríamos que se "autocita", no en vano es ésta una obra tardía, de 1940, tres años antes de fallecer su autor. El movimiento intermedio, Andante con moto (Tempo di Valse) es una de las partes más reconocibles de la obra, con su clásico ritmo 1-2-3 tan bailable.
En fin, otro concierto, muy ruso éste, basado en el Romanticismo musical, tan caro para los espectadores, con el aperitivo (un tanto amargo, la verdad) de Auerbach.


















