Image taken from the website www.incidentalcomics.com
lunes, 22 de septiembre de 2025
"Novel Tea", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).
"El certificado", de Isaac Bashevis Singer.
Se suele decir que muchos escritores, prolíficos ellos, en realidad sólo han escrito una novela, que el resto no son sino refritos y reorganizaciones estructurales o de personajes de la original. Y es que, para muchos narradores, la idea principal de su creación es tan poderosa, que no pueden dejarla atrás, sino "sólo" reinterpretarla una y otra vez. Esto puede parecer muy injusto, especialmente cuando se aplica a un escritor del inmenso talento como fue el Premio Nobel de literatura de 1978. Creo haberme deshecho en elogios (merecidamente, sin duda) ante las novelas de Isaac Bashevis Singer; creo haber leído todo aquello que se ha traducido a la lengua castellana; he pasado innumerables horas embelesado en la lectura de sus páginas; me ha costado (me sigue costando) encontrar prosistas capaces de igualarlo (salvo que se incluyan los autores de la llamada "literatura victoriana"). En definitiva, admiro hasta la adoración a I.B. Singer como narrador. No lo oculto. Sin embargo, en el ámbito argumental, sus novelas son muy semejantes: joven judío jasídico sale de su shtetl (pequeña localidad o barrio habitado exclusivamente por judíos, generalmente cercado a una población gentil) y se encuentra con el gran mundo, sufriendo todo tipo de contrastes entre lo que aprendió de niño y lo que ve en su nuevo barrio ciudadano. Se debatirá entre una vida y otra; las relaciones con los demás siempre serán conflictivas, especialmente con las mujeres; tratará de encontrar su camino, a medias entre ambos (manteniendo una religiosidad más en el fondo que en la forma, adaptándose a las formas de vida moderna). Todo narrado a la vez que se describen las circunstancias de política nacional e internacional que arrastran a las masas humanas hacia uno u otro derrotero. Esto ocurre bien en Europa (Polonia principalmente) o en América (Nueva York). Todo esto, en grandes líneas, se encuentran siempre en los argumentos de las novelas de Singer.
Tan es así la homogeneidad argumental de Singer, que leyendo sus novelas uno no puede preguntarse una y otra vez, ¿esto no lo he leído yo antes? Los nombres de los personajes cambian, la localización geográfica, ya digo, un poco la edad y los tiempos... Pero lo demás es muy semejantes. Sólo las novelas ambientadas en siglos anteriores al XX, como Satán en Goray, El esclavo o su reinterpretación el el Golem se escapan a estas líneas argumentales generales. Por cierto, filtrando todas las entradas de este humilde blog, he contado el número de libros que he leído de I.B. Singer: veintiuno con el que estoy reseñando, ¡Veintiuno! Ya digo, creo que no se ha traducido más al castellano (de momento, espero), tendré que animarme a leerlo en inglés, porque en su lengua original, en yidis...
En fin, que nadie se lleve a engaño, todo esto que digo sobre la repetición del argumento principal en las novelas de Singer no desmerece en absoluto la altísima calidad de su prosa y mucho menos mi admiración hacia la literatura del autor. Es una simple afirmación, creo que suficientemente argumentada y con la que estarán de acuerdo, supongo, muchos de sus lectores. En El certificado, el argumento susodicho se repite una vez más; es tan evidentemente autobiográfico que sólo los nombres cambian: el propio por el del protagonista, David Bendinger; el de su hermano Israel Yehoshua, once años mayor que él, por Aarón; así como las mujeres con las que se relaciona el chico, Sonia, Minna y Edusha (todas ellas más mayores y experimentadas que David) por otras tantas de distintas novelas. En fin, aquí se repite todo, pero como lo cuenta con esa maestría, nunca cansa.
Porque Isaac Bashevis Singer no es sólo un narrador de experiencias concretas, sino un pensador de la existencia humana en el sentido más amplio de la expresión. Afortunadamente, un servidor ha tenido una vida mucho más cómoda (y, tal vez, aburrida) que la del propio Isaac Bashevis, pero los avatares y zozobras por las que he pasado no se alejan mucho de las de sus personajes. El talento del autor para retratar la psicología de sus personajes es lo que lo eleva a niveles sólo alcanzados por un puñado de escritores de todos los tiempos. Los personajes de Singer sufren por cada poro de su piel; los remordimientos que tienen, producto del choque cultural del que hablaba antes, de la educación ortodoxa y el mundo moderno; los sentimientos de culpa, pesados como yunques, que los atribulan... Todo eso convierte a los personajes en criaturas tan verosímiles como el propio lector, que empatiza inmediatamente con ellos.
Toda vez que no soy dado a releer, me entristece un tanto pensar que quizá no vaya a disfrutar de nuevo del asombroso arte literario de Isaac Bashevis Singer. Esperemos que los traductores nos faciliten a los lectores hispanohablantes disfrutar del manjar de este autor. Por cierto, siempre olvido hacer mención a los traductores: El certificado fue traducido al castellano por Teresa Snajer, pero quiero alabar especialmente a Rhoda Henelde Abecasís, extraordinaria traductora del yidis al español, quien, además, firma un acertado epílogo de la novela. Son muchas las obras que esta traductora y su marido, Jacob Abecasís han traducido a lo largo de los años de los grandes autores en lengua yidis, especialmente de los hermanos Singer. Sin traductores tan excelsos como el matrimonio Abecasís nos hubiéramos perdido la literatura en yidis; nunca está mal acordarnos de ellos y alabar justamente su importantísima labor. Desde este humilde blog, envío un caluroso abrazo virtual a estos y otros importantes traductores.
Equinoccio de otoño.
Kandinsky, Wassily. (1908). Otoño en Baviera. (Óleo sobre cartón). Museo de arte moderno y contemporáneo, Estrasburgo.
Imagen tomada de Wikimedia Commons
miércoles, 17 de septiembre de 2025
"Reunión de bachilleres", de Franz Werfel.
Franz Werfel (1890-1945) pertenece a esa augusta nómina de escritores austrohúngaros (él era étnicamente judío, checo de nacimiento, pero de lengua alemana) que vivió la caída del imperio de los Habsburgo tras la Guerra del 14 como el fin de unos bonancibles tiempos y la llegada de otros más angustiosos. Al ser identificable por el nacionalsocialismo como judío, aunque no practicara religión alguna, huyó de Austria en 1938, primero a Francia y luego a Estados Unidos. Su situación social en Viena, hasta esa época, claro, no debió ser empero mala, pues disfrutó de una cierta fama como escritor y casó con la viuda del gran compositor Gustav Mahler, Alma, once años mayor que Werfel. Ganó parte de esa fama por una de las narraciones más conocidas del Genocidio armenio, lo cual ha favorecido la erección de numerosas estatuas y placas conmemorativas en el país caucásico.
De sus congéneres, quizá sea Stefan Zweig el que más se le asemeja. Ambos tienen una excelente capacidad de plasmar las emociones y sentimientos de sus personajes, especialmente cuando se trata de sentimientos de culpa o de miedo. Es precisamente el sentimiento de culpa el que domina esta novela, un sentimiento de culpa que parecía imposible en un exitoso pilar de la sociedad austriaca, un juez de instrucción. Alguien (probablemente un crítico literario) llamó a Zweig el "orfebre de los sentimientos", para alabar su destreza a la hora de describir la evolución psicológica de los protagonistas, pues bien, no sé si Werfel será también un orfebre, un platero o un mero herrero, pero no dista mucho la habilidad del praguense de la del vienés en este orden de cosas.
Reunión de bachilleres trata de esos sentimientos de culpa en la figura de Ernst Sebastian, juez instructor, individuo satisfecho de sí mismo y de su posición social. Él es llamado a una reunión del instituto en el que estudió el Bachillerato, veinticinco años atrás, a la vez que está instruyendo el juicio contra un tal Franz Adler, que presuntamente ha asesinado a una prostituta. El nombre de este enjuiciado le trae a la memoria a otro homónimo con el que vivió aventuras adolescentes. La mayor parte de la novela consiste en la descripción de los remordimientos que atenazan al juez por haber complicado sobremanera la existencia de su compañero por puro comportamiento adolescente hasta el punto de haber convertido a uno de los mejores estudiantes del instituto en un despojo social capaz de cometer un repulsivo asesinato. Finalmente, se constatará que todo está en la cabeza de Sebastian, pues el Franz Alder que están juzgando no es el mismo que el del instituto, pero lo importante es cómo explica el autor los desasosiegos y pesadumbres de alguien que se caracterizaba por su incólume autoestima. Como decía antes, la evolución psicológica del protagonista es lo más notable de esta novela. Aquí, Werfel está al nivel de Zweig, sin duda.
Es la primera novela que leo de Franz Werfel, y, por lo que veo, no hay mucho más disponible en bibliotecas o librerías, pero sí un pequeño puñado de novelas breves. En los próximos meses, D.m., leeré más novelas de este autor.
domingo, 14 de septiembre de 2025
"La tercera bala", de Leo Perutz.
Cuarta novela de Perutz que leo. Y, con mucho, la peor. Parece ser que fue publicada cuando su autor sólo contaba con veintiséis o veintisiete años, con lo que puede considerarse una obra de juventud, una novela escrita cuando su personalidad de escritor todavía no se había desarrollado plenamente. No sé, se me ocurre esto, otra posibilidad es, simplemente, que la novela es rematadamente mala. Aunque, a decir verdad, ya se aprecian las características que hacen de De noche, bajo el puente de piedra o de ¿Adónde vas, manzanita? las mejores novelas que he leído del praguense. Por ejemplo, el afán de encontrar algo mágico, inexplicable o anómalo en una narración histórica que, sin ello, sería incluso anodina. Si es verdad que Perutz y Lernet-Holenia tuvieron una cierta amistad e incluso una estrecha colaboración profesional, como se insinúa actualmente, ambos pudieron optar por una literatura principalmente histórica pero que tuviera el mordiente de algo extraño, insólito, que le diera ese atractivo del que las meras narraciones históricas carecen. No sé, es eso o la inexperiencia del escritor novel.
El argumento se sitúa en el Nuevo Mundo, en época de la conquista del Tenochtitlan azteca a manos de Hernán Cortés. La narración es en primera persona, del hidalgo Grumbach, un noble alemán al servicio del emperador Carlos V. Grumbach huye de Europa para escapar a la persecución del emperador y la imposición del catolicismo en sus dominios. En América, Grumbach y sus campesinos germanos pueden practicar su luteranismo sin miedo a represalias, cultivar tierras e incluso establecer relaciones amistosas con los indios. Por cierto, un inciso, aquí Perutz ahonda en lo que se ha llamado "Leyenda negra española", esa tendencia historiográfica en la que los españoles y la cultura hispana eran pérfidos, responsables de todos los males que acaecen a la humanidad. Tan evidente es esto, que Hernán Cortés y sus tropas son descritos como animales sedientos de sangre y oro, capaces de las mayores tropelías, asesinatos, violaciones y brutalidades que un ser humano puede cometer. Frente a ellos, los alemanes son retratados como humanitarios europeos, deseosos de compartir sus conocimientos con los indios e incluso asociarse con ellos de buena fe para aumentar sus riquezas. En fin, los que me conocen saben que no soy del tipo patriotero que abunda por estos lares, con lo que estoy libre de la sospecha de tendenciosidad chovinista ante lo que es una narración puerilmente inverosímil como la que pretende imponer ahora (la de los indios, seres de luz, invadidos por salvajes europeos, demonios con forma humana). Bien, al margen de sesgos jingoístas, la narración continúa con la escasa tropa germánica tratando de defender a los indios en contra de Cortés. Para ellos han de proveerse de armas, algo que el conquistador había prohibido. Conseguirán un arcabuz del verdugo español, un tal García Navarro, el cual echará una maldición al alemán (tal vez aquí esté lo más fantástico de la novela), que consiste en que, de tres balas, una matará a Moctezuma, otra a Dalila (amante india de Grumbach) y la última al propio alemán. Grumbach, por su parte, asegurará que la primera bala matará a Cortés, la segunda al duque de Mendoza, y la tercera al verdugo. Como se ve, esto explica el título de la novela. Tras mil y un avatar, la distribución de las balas será como la maldición había predicho
Leo Perutz. Imagen tomada del sitio www.stifterhaus.at
En fin, una novela histórica clásica, según yo la veo. El elemento fantástico, característico de Perutz, es muy débil por no decir casi inexistente. Leeré algo más de este autor para contrarrestar el mal sabor de boca que me ha dejado esta novela.
lunes, 8 de septiembre de 2025
"El ceremonial", parte cuarta, "Las malas artes".
Y por fin, la cuarta parte de la compilación de relatos de "Folk horror" de la editorial Valdemar; la han titulado: Las malas artes, y son un poco un cajón de sastre donde caben todas las tradiciones terroríficas que se dan principalmente en el medio rural. Son cinco relatos, de Machen, Sheridan Le Fanu, M. R. James, Thomas Hardy y W. S. Whitehead.
Comienza con Una velada junto al fuego, de M. R. James, en la que un abuelo narra a sus nietos lo que parecen ser asesinatos en rituales paganos en la Inglaterra moderna.
Continúa con El brazo marchito, de Thomas Hardy, un excelente rechazo de hechicería, rencor y relaciones malsanas. Es, sin duda, el mejor relato de esta parte del libro, de modo que lo resumiré un poco más detalladamente: en el medio rural inglés un terrateniente tuvo un hijo ilegítimo con una lechera. Tiempo después, el terrateniente casa con una joven; la lechera, despechada y envidiosa, sueña con que la agarra por el brazo y le echa una maldición. La maldición se cumple: la joven señora queda con el brazo marchito (el brazo que, en sueños, le agarraba la lechera). Por recomendación de un hechicero local, la joven terrateniente ha de tocar con el brazo marchito el cuello de un recién ahorcado para que se "renueve la sangre". Lo hace, pero las circunstancias harán que el ahorcado sea el hijo de la lechera y el terrateniente, que se había dado a la delincuencia. La lechera, fuera de sí, le lanza otra maldición y la joven señora muere.
El pueblo blanco, de Arthur Machen, es un relato muy "lovecraftiano" (usa criaturas ideadas por el "solitario de Providence") sobre una niña que descubre un pueblo mágico en una dimensión paralela a la real.
En El gato blanco de Drumgunniol, Joseph Sheridan Le Fanu pergeña un cuento de terror en el que un gato blanco fantasmal se aparece a aquellos que van a morir en breve.
Por último, Los tambores de las colinas, de W. S. Whitehead, narra los sinsabores de un diplomático británico destacado, a disgusto suyo, en una isla del Caribe recibe una cancioncilla satírica de los negros del lugar. La tonada burlona lo despide a la capital de Armenia, donde el diplomático estuvo con anterioridad. Él, de forma inconsciente, escribe una carta pidiendo su vuelta a su anterior destino; sus superiores la aceptan. Así, como si fuera un vudú, los negros analfabetos han conseguido largar de su isla al malhadado diplomático
En fin, otros cinco relatos de muy desigual calidad, el mejor, sin duda, el de Hardy, pero todos con su respectivo mordiente para pasar unas horas entretenido.
miércoles, 3 de septiembre de 2025
"Dersu Uzala", de Vladimir Arseniev.
Otra novela o diario de aventuras, como las del conde Almásy en el Oasis de Zarzura, los siete años en el Tíbet de Heinrich Harrer o la navegación en el "Kon-Tiki" de Thor Heyerdahl. Igual que el húngaro, el austriaco y el noruego, el ruso tampoco era un escritor profesional, lo cual, obviamente, se nota en todo momento. No son textos en los que buscar la excelencia literaria, la prosa es bastante ramplona y se centra en la narración de las aventuras, no en la descripción de personajes o en el desarrollo de temas y argumento. Con todo, ninguna de las cuatro "novelas de exploración" que he leído deja mal sabor de boca para alguien que busca un mínimo en esa calidad literaria. Tal vez los editores pulieron los textos, eliminando lo más rechazable, no sé, pero el resultado es más que aceptable.
Dersu Uzala, todos lo sabrán ya, es el nombre de un cazador de principios de siglo XX en el confín oriental de lo que entonces era el Imperio ruso. Se trata, cuando tiene lugar la narración, de un hombre de cincuenta y tantos años, de etnia gold o nanái. Ese cazador servirá de guía por la cuenca del río Ussuri (afluente del Amur) al capitán Vladimir Arseniev y su pequeño destacamento. El libro refleja las experiencias en esa naturaleza tan agreste, así como las vivencias de todo el grupo, especialmente de Dersu, un tipo analfabeto con un inmenso corazón de oro.
Las "aventuras vividas" (como llaman los de Grijalbo a su colección) son de una dureza extrema, la vida de Arseniev y su destacamento están en riesgo en numerosas ocasiones, principalmente por el frío terrible al que están sometidos, las agresiones de ladrones y secuestradores, así como los ataques de fieras salvajes (tigres y osos, mayormente). Las labores de Dersu Uzala como guía son imprescindibles para la supervivencia del grupo de militares, pero lo que más destaca es su compenetración con la naturaleza. El cazador conoce cada rastro animal hasta el punto no sólo de identificar al animal, sino de asegurar cuanto tiempo pasó por allí y si puede ser cazado o no; predice también el tiempo meteorológico con una precisión asombrosa; y consigue alimento para todos los soldados. Sin embargo, lo más destacable de Dersu es su enorme humanidad: es de una sencillez inabarcable, incapaz de ejercer maldad alguna, algo que enamora a los maleados militares. La brutal severidad en la vida del cazador no lo ha convertido en un ser resentido y rencoroso, sino todo lo contrario, su amabilidad y generosidad no conoce límites, hasta el punto de poner en peligro su vida para salvar la de los otros. Así, la novela es una oda a la naturaleza y el mundo salvaje, pero también a la bondad sin doblez que frecuentemente halla su refugio en el corazón de los más humildes.
Como tantos otros, un servidor descubrió esta extraordinaria historia a través de la película homónima de Akira Kurosawa, rodada en 1975. Tras haber leído la novela que la inspiró, sólo cabe destacar la notable fidelidad del gran director japonés, porque la gran calidad de la fotografía y de los actores ya había quedado acreditada.
Parece ser que esta novela fue casi clásico de obligada lectura para jóvenes en Rusia desde su publicación en 1921 hasta la actualidad, independientemente de los complejos avatares políticos por los que ha pasado ese país. Y lo cierto es que lo entiendo plenamente, pues sus páginas destilan un amor a la naturaleza y a la amistad que está muy por encima de toda batahola política que siempre ha ensuciado el corazón de los hombres.
jueves, 28 de agosto de 2025
"La base atómica", de Halldór Laxness.
Segunda novela que leo del Premio Nobel de literatura de 1955, el islandés Halldór Laxness; la primera fue La campana de Islandia, que ya reseñé en este blog. Creo que lo puse en aquella entrada: Laxness es un autor olvidado que merece ser releído. Me recuerda mucho, y no creo que sea exclusivamente por cuestiones geográficas, a Knut Hamsun. Ambos ambientan sus novelas en países nórdicos, claro, Laxness en Islandia y Hamsun en Noruega, pero, más importante que eso, ambos filosofan sobre la naturaleza humana, tanto en un plano individual como de las sociedades que genera. En Hamsun quizá es más evidente, hasta el punto de que sus personajes parecen sacados de cualquier libro del Antiguo Testamento, en el sentido de que son arquetipos humanos como los de las historias patriarcales. Los personajes de Laxness también están muy estereotipados, casi hasta el arquetipo. Eso convierte a estos autores en escritores nacionales, casi como Cervantes, Shakespeare, Goethe, Molière o Dante. Es cierto que el noruego cayó en desgracia por su apoyo a los nazis, pero supongo que, con el paso de los decenios, sus nacionales irán entendiendo que fueron temas más personales (experiencias negativas de su vida en Estados Unidos) y de ideas generales (las del supuesto mundo germánico frente al mundo anglosajón) de los años treinta del pasado siglo. El islandés pasó por varias fiebres juveniles políticas y crisis religiosas, pero luego emergió como un escritor maduro capaz de interpretar la sociedad que le tocó vivir.
Antes de pasar a reseñar brevemente el argumento y los temas de La base atómica tengo que hacer una pequeña referencia a la traducción. La edición de Cátedra que he leído está prologada y traducida por Aitor Yraola, quien, parece ser, es un erudito en cultura y literatura islandesa; tanto que vivió en el país nórdico durante muchos años. No pongo esto en duda, ¡faltaría más! Pero sí critico negativamente su opción por traducir nombres propios famosos en otras lenguas a una pronunciación española sin que haya norma alguna que lo sancione. Así, por ejemplo, a Chopin lo llama "Sopen", así como suena; a Schubert, "Subert"; o a Lord Byron "Lord Bairon". El tal Yraola será docto en la lengua y la cultura islandesas, pero eso no lo eleva a estar por encima de las normas que la Real Academia de la Lengua y la Asociación de Academias de la Lengua Española. Si no se respetan las normas en la traducción todo será un caos, no valen eruditos ni doctos catedráticos.
La base atómica tiene unas coordenadas espaciotemporales muy claras: la Islandia de los años cuarenta, cuando es ocupada pacíficamente primero por británicos y luego por estadounidenses. Cuando la Segunda Guerra Mundial termina, los americanos pretenden quedarse indefinidamente, de modo que al gobierno islandés de entonces le toca negociar (habría que decir más bien, ceder al chantaje) y acabar entregando un terreno para la instalación de una base militar en la isla a cambio de la desocupación. Ese es un tema en toda la novela, la "venta del país", como parece que buena parte de la población islandesa lo percibió. Otro tema es la recuperación de los restos mortales (poco más que huesos, obviamente) de un poeta nacional del siglo XVI que estaban en Dinamarca. Laxness lo trata irónicamente, haciendo que esos huesos acaben en la isla en dos cajas, una que pone "arcilla danesa" y otra, "sardinas portuguesas". Aparte de esos dos temas, otro que también aparecía en La campana de Islandia es la diferencia entre el sur urbano y más civilizado, Reikiavik concretamente, y el norte rural y primitivo. Aquí, Laxness toma claro partido por el norte, pues presenta a sus habitantes como seres atemporales, desligados de los vaivenes políticos y sociales de turno; los reikiavikenses, por contrario, con toda su supuesta superioridad cultural, son meros peleles que bailan al son de la música política coyuntural. Un cuarto tema sería la maduración personal de la protagonista, Ugla ("búho" en islandés, por lo visto, insulto para mujeres viejas y feas), que pasa de ser una joven manipulable e ignorante a ser una mujer independiente y decidida.
El ínclito Yraola divide la estructura de la novela en tres partes en función de la geografía donde se desarrolla: en Reikiavik primero, cuando llega Ugla del norte para servir en la casa del diputado Búi Árland, encontrándose con una sociedad dividida en capitalistas y comunistas; en el norte de Islandia, la segunda parte, a donde Ugla retorna para dar a luz y criar a su hija Gudrun, aclara sus ideas y madura como persona; y de vuelta a Reikiavik, cuando todo ha cambiado, siendo la joven la persona madura y resuelta, y los demás los empequeñecidos. Aquí, el estudioso acierta, siendo esto el sucinto argumento de La base atómica.
Halldór Laxness. Imagen tomada de la web www.islit.is
La novela está extraordinariamente bien pergeñada. Sin conocer el país insular más que por la literatura y cine que he leído y visionado en los últimos años, se puede apreciar que el análisis social y cultural de Islandia es extraordinariamente acertado, aunque los personajes, como decía antes, son arquetípicos, de manera que podrían ser trasladados a cualquier otra localización espacial y temporal. Es, pues, una novela que habla del ser humano en general, tanto a nivel de individuo como de sociedad. Leeré más de este olvidado Premio Nobel.
martes, 26 de agosto de 2025
"Los oscuros años luz", de Brian Aldiss.
Hay novelas que, según uno las va leyendo, va pensando: "¡qué mal está aprovechando el autor la idea original!" Porque, y eso me ha pasado con Los oscuros años luz, se encuentra uno con excelentes ideas, argumentos a priori interesantísimos y temas igualmente sugestivos, pero, sin embargo, el escritor no parece sacarles rédito, convirtiéndose al final en una novela tediosa. Cuando leí la sinopsis de la contraportada de esta novela, conociendo la excepcional calidad que tenía Aldiss para pergeñar mundos paralelos, pensé que Los oscuros años luz podía estar a la altura de Heliconia, una excelente trilogía que ya reseñé en este blog; pero no, desgraciadamente no. El autor no acaba de sacar el máximo partido a un tema tan interesante (en el ámbito de la ciencia ficción, pero también en el filosófico, aunque sea una filosofía "de andar por casa") a las relaciones humanos-alienígenas, enfocando desde ambos extremos la relación, especialmente cuando la especie alienígena es, a todas luces, mucho más evolucionada e inteligente que la humana. No, Los oscuros años luz se pierde en describir relaciones entre los investigadores humanos, ya sea de índole laboral o familiar y personal.
Desde el punto de vista estructural, la novela está dividida en catorce capítulos, siendo el primero y el último del presente narrativo, mientras que el resto es una analepsis. Incluso con estos saltos en el tiempo, el regusto que deja la novela es un tanto amargo.
El argumento se explicita en el primer capítulo como una relación entre unos seres alienígenas a los que despreciativamente llaman "hombres-rinoceronte" pues tienen el aspecto poco grácil de este animal terrestre, si no fuera por su seis extremidades locomotoras y sus dos cabezas. Pero para gran indignación y repulsa de los científicos, los alienígenas centran su cultura en restregarse en sus propios excrementos, algo que, lógicamente, para los prejuiciosos "exobiólogos" no puede ser sino síntoma de que son animales inferiores, incapaces de emitir el más mínimo juicio racional. Que los tratan como cerdos, vamos. Así, esos investigadores se dedican poco más que a cazar a esos alienígenas y diseccionarlos, cuando no practicarles una brutal vivisección para comprobar su resistencia al dolor. Todo eso lo confronta Aldiss de forma magistral con los pensamientos de los alienígenas, mucho más elaborados y refinados que los de los humanos. Aquéllos no entienden cómo éstos pueden practicar tales iniquidades con ellos; las víctimas se apiadan de sus verdugos, de las brutalidades que cometen con ellos. Y todo porque los científicos humanos no entienden la relación cultural que esos extraterrestres tienen con sus propios excrementos. Es por ello por lo que en la contraportada se cita una frase contenida en la novela, muy humana, que es la de "la civilización es la distancia que el hombre pone entre sí mismo y sus excrementos". Esa frase, muy victoriana, en efecto, supone el mayor prejuicio que impide ver en al otro una cultura distinta, ni mejor ni peor, tan solo distinta. Se me ocurre que algo semejante debió ocurrir cuando los exploradores europeos del siglo XIX se topaban con tribus centroafricanas que tenían (y tienen hoy, al menos los no occidentalizados) la costumbre de untar su piel y pelo con una mezcla de arcilla rojiza (ocre) con grasa animal. A pesar de la evidente protección que tal mejunje les proporcionaba tanto del sol como de los insectos hematófagos, los europeos sólo vieron cómo unos salvajes en taparrabos se ensuciaban de pies a cabeza con un potingue repugnante. (Curioso, por cierto, que decenios después se pusiera de moda en toda Europa untarse con lodos en famosos balnearios...). En fin, el tema principal en Los oscuros años luz es el choque cultural entre especies de distintos planetas. Pero hay otros temas...
Y esos otros temas, quizá muy interesantes para otros, en mi humilde opinión arruinan la novela. Porque la mayor parte de la misma se dedica a describir las relaciones entre los científicos humanos: envidias profesionales, celos en la pareja, dificultades en las relaciones paterno-filiales... En fin, temas tal vez atractivos, pero que para mí, en una novela de ciencia ficción , están de más.
sábado, 23 de agosto de 2025
"El ceremonial. Antología de relatos de Folk Horror". Parte tercera: "El corazón del bosque".
La tercera parte de los relatos de Folk Horror contenidos en El ceremonial tienen que ver con bosques y, en general, la naturaleza indómita, recurrente ambientación para narraciones de terror. Y es que el ser humano no ha perdido totalmente el instinto de animal que se sabe presa además de depredador. El bosque, especialmente de noche, se nos antoja como un medio hostil lleno de criaturas amenazantes capaces de poner en peligro nuestra existencia. Son innumerables los relatos y leyendas terroríficas que presentan al bosque como un lugar peligroso; en nuestras latitudes y longitudes los aquelarres, por ejemplo, siempre se celebraban en el medio natural, ya fueran grutas o impenetrables forestas.
La editorial Valdemar ha seleccionado relatos de M. R. James, Saki, Mark Samuels y Algernon Blackwood, este último en dos ocasiones.
Luces antiguas es el primer texto de esta parte, de Algernon Blackwood. Un agrimensor va a reconocer un bosque cuyo propietario quiere talar. Pero es un bosque encantado que lucha por su vida, rechaza, hostiga y acaba expulsando al anonadado agrimensor.
A continuación le toca el turno a otro británico, M. R. James, con su Los mojones de una propiedad vecina. Montague Rhodes James fue un anticuario y medievalista más que escritor, aunque su forma de "ganarse la vida" fuera la de profesor en la prestigiosa y elitista universidad de Eton. Digo esto porque esa condición de medievalista y anticuario marcan sus relatos inconfundiblemente. Este relato está ambientado en bosque con fantasma, el de una difunta propietaria que, en vida, actuó con gran malicia y perversidad.
Los sauces también es de Algernon Blackwood, un cuento ambientado en el Danubio, por el que los protagonistas navegan en una piragua. Llegan a un islote fluvial poblado por raquíticos sauces que no pasan de la categoría de arbustos. De forma precaria, los dos excursionistas pasan unas noches en ese islote, protegidos del omnipresente viento y del nivel creciente del agua por una mísera tienda de campaña. A medida que el tiempo pasa, el islote va menguando. Las alucinaciones se alternan entre los dos personajes, que creen ver luminiscencias amenazantes sobre los sauces. Acaban por concluir que el río o los sauces o una fuerza de la naturaleza quiere sacrificarlos. Todo acabará cuando el cadáver de un campesino aparezca en el islote fluvial. Este es, sin duda, la mejor narración de esta parte del volumen.
El relato de Saki es La música de la colina, que presenta la ironía característica de Hector Hugh Munro, nombre de pila del autor. Una pareja londinense se muda al campo. Se encuentran con que los locales todavía adoran al primitivo dios griego Pan, hasta el punto de hacer pequeñas ofrendas de fruta. Ella, escéptica, retira una de esas ofrendas y, en consecuencia, el dios Pan se venga utilizando a una de sus criaturas, un ciervo.
Por último está el relato de Mark Samuels, el único contemporáneo de los presentados, titulado Una infestación elemental. Aquí un bosque de tejos impide que se construya una carretera a su través. En ese bosque se encontró un cuerpo momificado con dos mil años de antigüedad. Un funcionario municipal, un tal Havelock, encargado de investigar la demora en la construcción de esa carretera, será sacrificado para evitar la destrucción de los tejos.
En fin, cuatro relatos de calidad desigual (mucho mejores los de Blackwood y Saki) que ilustran ese miedo cerval que el hombre tiene a lo desconocido, al bosque, a sus criaturas, a su incapacidad para luchar contra ellos...
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