viernes, 15 de agosto de 2025

"El ceremonial. Antología de relatos de Folk Horror", Parte segunda: "Mitos y monstruos"

  Segunda parte del volumen de la editorial Valdemar dedicado a los relatos de Folk Horror, es decir, cuentos basados en creencias y tradiciones populares, principalmente en países anglosajones (al menos, sus autores son anglosajones). Ahora toca el turno a mitos y monstruos, como el dios Pan o las gorgonas. Siguen siendo autores muy reconocidos y leídos como Clark Ashton Smith, Arthur Machen o John Buchan.
 El primer relato es El vigilante del umbral, de John Buchan, ambientado en las Tierras Altas escocesas donde un tipo va a visitar a sus primos. Su prima le pidió que acudiera porque su marido está enfermo. Se encontrará con lo que parece un enfermo mental, alguien que cree que el diablo lo hostiga. Al final sí hay presencia maligna.
 A continuación está La bestia de Averoigne, de Clark Ashton Smith, un escritor especializado en relatos de terror ambientados en el mar, ya sea con malignas criaturas oceánicas o con la temible calma chicha. En esta ocasión se trata de un hombre-lobo que mata tanto animales como humanos en esa ficticia comarca francesa. Se descubrirá que la criatura no es otra que el abad del monasterio local.
 El gran dios Pan, de Arthur Machen, es el mejor texto de esta parte del volumen. Estructurada en ocho capítulos que versan sobre individuos que quedan dementes, mueren extrañamente o se suicidan. Todos ellos han contemplado al dios griego Pan.
 El cuerno del horror, de E. F. Benson, narra una aventura en los Alpes con criaturas peludas semejantes al Yeti.
 La cabeza de la gorgona, de Gertrude Stein, es, por el contrario, el relato más flojo. Previsible como su título, sus personajes se enfrentan a la cabeza cortada de la gorgona, que los convierte en piedra.
 Por último están los relatos del autor greco-irlandés Lafcadio Hearn: Jikininki, Riki-Baka y Yuki-Onna. Son narraciones tan exóticas como la corta vida del escritor, protagonizadas por criaturas mitológicas japonesas que devoran cadáveres humanos o que matan con la mirada.
 De nuevo, son relatos imaginativos (unos más que otros) que aprovechan el tirón del miedo humano a lo desconocido, quizá proveniente del instinto de supervivencia animal que nos mantiene alentando.

domingo, 10 de agosto de 2025

"Ladran" ("Kläeffer"), de Johann Wolfgang von Goethe.

 Cabalgamos en todas direcciones
En pos de alegrías y negocios;
Pero siempre ladran detrás
Y ladran con todas sus fuerzas.
Quisieran los gozques del establo
Acompañarnos todo el tiempo,
Pero el ruidoso sonido de sus ladridos
Sólo demuestra que cabalgamos.


Wir reiten in die Kreutz und Quer
Nach Freuden und Geschäften
Doch immer kläfft es hinterher
Und bellt aus allen Kräften.
So will der Spitz aus unserm Stall
Uns immerfort begleiten,
Und seines Bellens lauter Schall
Beweist nur, dass wir reiten.


 O, como reza el dicho popular (descabalando el origen, pero manteniendo el sentido): "Ladran, Sancho, señal que cabalgamos".

miércoles, 6 de agosto de 2025

"¿Adónde vas, manzanita?", de Leo Perutz.

  Tercera novela de Leo Perutz que leo, otra gran novela, ambientada como es frecuente en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, con la desintegración del Imperio Austrohúngaro, patria de Perutz y de otros grandes escritores (Zweig, Roth, Lernet-Holenia y otros). En este caso, sin embargo, no hace hincapié en ese sentimiento de extrañamiento, alienación o derrota por la desaparición de un Estado que, con todos sus defectos, les proporcionó una estabilidad vital y cultural, sino en la guerra en sí misma y la brutalidad de la Revolución rusa. Sí es destacable que, aunque la prosa de Perutz sigue siendo de gran calidad, hay cambios notables en cuanto a la rapidez de la misma (por mayor o menor adjetivación, por la presencia o no de frases subordinadas, por la preeminencia de diálogos frente a la descripción...), siendo ¿Adónde vas, manzanita? una novela de ritmo más rápida que la de De noche, bajo el puente de piedra. Quizás sea necesario este tempo más apresurado para transmitir una sensación de precariedad y desintegración que difunde la novela que recensiono. Sí he encontrado reminiscencias de la prosa kafkiana, especialmente cuando el protagonista, Georg Vittorin, cae en las garras del comunismo incipiente pero ya brutal en la Revolución rusa y las contiendas entre la Rusia blanca y lo que sería el esbozo de la entonces futura Unión Soviética. Esas situaciones angustiosas, absurdas, repetitivas y deshumanizadas que definirían lo que se ha llamado "kafkiano" se encuentran a raudales en la novela.
 El argumento de ¿Adónde vas, manzanita? es, brevemente, el siguiente: cuatro excombatientes austrohúngaros, prisioneros de un campo de concentración ruso vuelven en tren a Viena. Recordando las brutalidades y penurias del encarcelamiento resuelven regresar a Rusia, buscar a un oficial ruso responsable de esas crueldades, Mijail Seljukov, y ajustar cuentas con él (no se llega a explicitar en ningún momento pero se intuye que quieren asesinarlo). Tras el paso de varias semanas en Viena, sin embargo y aunque la situación del país es caótica, todos han conseguido reengancharse a la vida civil con mayor o menor éxito, sólo uno de ellos, George Vittorin, sigue pensando firmemente en volver a Moscú para cobrarse esa venganza. Para ello, Vittorin habrá de pasar mil dificultades, empezando por la consecución de pasaporte y dinero suficiente para las primeras semanas. En esas situaciones, por cierto, se explica el título, que deriva de una cancioncilla popular, al parecer, rusa, que un funcionario le espeta al protagonista; el fragmento es: "¿Adónde vas, manzanita? Vas a caer en el agua... ¿A Moscú? ¿Se ha escapado usted de los lobos y quiere volver al bosque?", con lo que, evidentemente, se manifiesta la incomprensión de volver al lugar más peligroso de Europa en aquel año 1919. Pero lo cierto es que llega a Moscú, para, como era previsible, caer en la violencia sin fin del "terror rojo", siendo recluido en una checa y torturado. Como en aquel año estaba en plena explosión la Guerra Civil rusa, Vittorin es rescatado por militares de la Rusia blanca y liberado, pero lejos de retornar a su país, siguiendo con la búsqueda de Seljukov, intenta ingresar en el Ejército rojo pensando encontrarlo allí. Sin embargo, continuando con las desgracias, resulta que el regimiento donde estaba el oficial Seljukov se había pasado en bloque al enemigo, con lo que el propio Vittorin es de nuevo considerado traidor al comunismo. Es entonces cuando Perutz describe con precisa calidad la sinrazón de la opresión comunista (purgas sin sentido, asesinatos por error, brutalidad sistematizada...) con esos rasgos kafkianos de los que antes hablaba. Tras mil y una penalidades, enfermo y derrotado, consigue desertar del Ejército rojo. Pero sigue sin desistir de su obsesión por buscar a Seljukov para ajustar cuentas. Así, comienza un periplo por toda Europa, preguntando a rusos exiliados para tratar de encontrar al antiguo oficial. Llegará a Estambul, después a Roma, Milán, Marsella, Tolón, Barcelona y París. En París, gracias a la abundante colonia de expatriados rusos consigue la dirección segura de Seljukov, que no era otra que Viena. Sí, después de dos años luchando en la Revolución rusa, encarcelado, malviviendo enfermo, recorriendo Europa, trabajando en todo tipo de oficios mal pagados, conviviendo con criminales de la peor ralea... resulta que Seljukov estaba en la misma Viena, sólo tenía que haberlo buscado en su misma ciudad. De modo que se encamina a su ciudad natal para encontrarse con el oficial ruso y acabar con su vida. ¿Cómo termina la novela? Con el encuentro entre Vittorin y Seljukov, claro, pero de un modo sorprendente, pues resulta que Mijail Seljukov no es el cruel torturador que fue, sino un puro mendigo que construye juguetes de hojalata que vende por las calles para poder sobrevivir. Su anterior altanería y desprecio por la vida ajena se ha trocado en una modestia y naturalidad que desactiva cualquier voluntad homicida de Vittorin. Éste llega incluso a comprarle los juguetes que fabrica.
 En fin, es una novela que narra fielmente las barbaridades que tuvieron que sufrir varias generaciones de centroeuropeos en esa barbaridad que se llamó "Primera Guerra Mundial" y todas las falsas paces que siempre siguen a las guerras, entre las cuales estuvo la Guerra Civil rusa, que provocó la muerte de más de diez millones de seres humanos entre combates, represiones, purgas, hambre o enfermedades. 
 También es una novela sobre la estupidez humana, sobre la tozudez que lleva a su autodestrucción. De ahí el título de la novela, por la incomprensible actitud del protagonista, capaz de tirar por la borda una vida en plena juventud para perseguir un impulso vengativo. El propio autor tomó el camino contrario, exiliándose a lugares más pacíficos (aunque no del todo) por huir de otra barbarie que se estaba instalando en su país de origen, el nazismo.

viernes, 1 de agosto de 2025

"El ceremonial. Antología de relatos de Folk Horror". Parte primera: "Cultos ancestrales".

  No sé cuántas veces me habré deshecho en elogios con las compilaciones de la editorial Valdemar en el formato de libro que ellos llaman "El Club Diógenes"; bueno, pues allá va otra. Una de las tareas editoriales más importantes es la difusión o recuperación en su caso de autores y obras que por diversas cuestiones han caído en el olvido. No es fácil, desde luego, son creaciones y escritores que no concitan el agrado del gran público o que, directamente, han pasado de moda. Muchas editoriales, en busca del beneficio puro y duro, dejarán de lado esos textos precisamente por dudosa rentabilidad; Valdemar, por el contrario, apuesta firmemente por esos escritos, conocedores de la altísima calidad que presentan. Eso ya, de por sí, tiene un mérito extraordinario; pero, además, el reducido formato que eligieron para "El Club Diógenes" (edición de bolsillo, pero muy cuidada, con tapa dura y buena calidad de papel) es espléndido para todos los lectores que disfrutamos de estos relatos en cualquier lugar: un parque, la playa, una piscina, el transporte público... Creo tener todos los volúmenes de antologías que Valdemar ha sacado en esta colección, así que cuando la pasada Feria del Libro de Madrid me encontré con que habían editado un nuevo volumen, no dudé en comprarlo. Aquí está.
 Eso sí, he de reconocer que, teniendo tanta obra de los autores contenidos en otros libros (de Valdemar y de otras editoriales), muchos de estos relatos los he leído ya. Aun así, compré y compraré con gozo cuantos volúmenes de El Club Diógenes saquen mis buenos amigos de Valdemar.
 El ceremonial es una antología como ellos mismos dicen de "relatos de Folk Horror"; es decir, de relatos de terror basados en tradiciones y costumbres populares. En la lengua más utilizada para la narrativa de terror, el inglés, estos relatos son frecuentes. Hablando en plata, son narraciones sobre palurdos ignorantes de zonas rurales cometiendo todo tipo de aberraciones que llevan haciendo por generaciones y generaciones. Así, normalmente los textos están escritos en primera persona, en la que el autor, proveniente de una ciudad y con un nivel cultural alto, investiga la brutalidad de los paletos y sus burdos rituales. Los de Valdemar han dividido el volumen en cuatro partes: Cultos ancestrales, Mitos y monstruos, El corazón del bosque y Las malas artes; yo también separaré en cuatro las pequeñas recensiones que escribo en este humilde blog.
 Cultos ancestrales está compuesta por siete textos de seis autores, todos ellos de gran calidad. Abre el volumen el relato homónimo, El ceremonial de Howard Phillips Lovecraft, exquisita obra que narra un rito arcaico en la Nueva Inglaterra rural, para celebrar el solsticio de invierno en el que un visitante de la ciudad pero con orígenes en la región se ve inmerso. Después le toca el turno a Robert E. Howard, el inmortal creador de Conan, esta vez con La piedra negra, una suerte de obelisco con grabaciones en una lengua desconocida sito en Hungría donde, en el solsticio de verano, unos extraños individuos celebran sacrificios humanos. Tierra de nadie fue escrita por John Buchan y está ambientada en las Tierras Altas escocesas, donde primitivos seres peludos que hablan un gaélico primitivo secuestran tanto animales como personas para realizar aberrantes ceremonias.
 El relato más flojo de esta parte es el de la escritora Vernon Lee (Violet Paget), Dionea, sobre una niña náufraga que es rescatada en las costas genovesas. Dicha niña crece extrañamente provocando desgracias y muertes a los lugareños. Finalmente se descubre que no era una persona sino una criatura mitológica (intuyo, porque no se explicita, que es Dione, la madre de Afrodita, diosa de la belleza, la sensualidad y el amor). Lovecraft repite con su Gente muy antigua, interesante relato ambientado en la Hispania romana, concretamente a las afueras de Pamplona, donde los romanos, civilizados y racionales, estudian con horror las barbaridades de los vascones y sus aquelarres. M.R. James con su Aviso a los curiosos es el siguiente, con un relato de fantasmas ambientado en Anglia Oriental y las famosas tres coronas que adornan el escudo regional y que, según la leyenda, se enterraron en la costa para impedir la invasión de pueblos extraños. Bien, una de esas coronas es desenterrada, provocando todo tipo de maldiciones para los que perturbaron su paz. Por último, La última fiesta de Arlequín, de Thomas Ligotti es un relato muy lovecraftiano (de hecho, está dedicado a Lovecraft por su autor) sobre una antigua fiesta en el sur profundo de Estados Unidos, donde en el solsticio de invierno, unos pocos lugareños se disfrazan de payasos y son sacrificados con su propio consentimiento.
 En fin, siete relatos de gran calidad, con ese denominador común de reflejar cultos ancestrales. Paso a la segunda parte de este volumen, Mitos y monstruos.

jueves, 24 de julio de 2025

"Escoria", de Isaac Bashevis Singer.

  Escribo esta entrada, casualidades de la vida, el aniversario de la muerte de Singer (24 de julio de 1991). En estos treinta y cuatro años desde su desaparición de este mundo su fama entre los lectores de verdad sigue creciendo (la gentuza que lee basura editorial no sabe ni quién es, claro); y, en buena medida, esa fama aumenta precisamente por eso, porque lo que se publica hoy es (salvo honrosas excepciones) de tan ínfima calidad, que parece que cualquier tiempo pasado fue mejor, o, al menos, cualquier autor pasado fue mejor. En fin, no quiero seguir despotricando sobre el mundo actual; me congratulo de poder distinguir la calidad literaria para no gastar mi tiempo en basuras de moda y, sobre todo, para disfrutar con la crème de la crème. Lo malo es que se me está acabando la obra de Isaac Bashevis Singer traducida al castellano, llevo más de veinte novelas y, por lo que se puede deducir de la página de Wikipedia, no hay más; como quiera que las editoriales quieren ganar dinero a toda costa, estos autores "clásicos" están un tanto olvidados, y las pocas obras que siguen en yidis o en inglés no serán traducidas a nuestra lengua.
 Eso sí, las novelas de Isaac Bashevis Singer son todas muy parecidas en cuanto a los argumentos, los personajes y la estructuración narrativa. En Escoria, por ejemplo, el protagonista, Max Barabander, se debate entre la rendición a los instintos más bajos y el "afán de santidad" al que todo creyente es llamado. Todas las novelas de Singer son dramas, sin embargo traslucen una cierta comicidad irónica; principalmente porque es cómicamente trágico los esfuerzos de sus personajes, sus reflexiones, sus sentimientos de culpa y arrepentimiento, que sin embargo se traicionan en cuanto se cruzan con unas faldas.
 Max Barabander es un judío polaco que "hizo las Américas" en Buenos Aires con su mujer y su hijo Arturo. En lo material le fue muy bien con la venta de casas y fincas, ahorrando una pequeña fortuna, pero no en lo personal, con la súbita muerte de su hijo y la locura depresiva de su mujer. Vuelve a Varsovia con la excusa de visitar la tumba de sus padres, pero en cuanto llega a la capital polaca comienza a relacionarse con gente de los bajos fondos: prostitutas, proxenetas, busconas y delincuentes de la famosa calle Krochmalna (calle varsoviana que sale recurrentemente en las novelas de Singer). Pretende vivir de acuerdo a los principios de la religión de sus padres, pero mantiene relaciones con varias mujeres a la vez, además de su legítima esposa que sigue en Argentina. Cada día de su  estancia en Varsovia piensa en visitar el cementerio y volver a Buenos Aires, pero también cada día le surge una nueva posibilidad de relación, ya sea con la adolescente hija de un rabino, una prostituta mayor con afán de convertirse en madama, o una sirvienta a la que quieren prostituir. Barabander no renuncia a ninguna de ellas pero sólo para sufrir terribles remordimientos instantes después. Su final es, como había soñado tantas veces, la cárcel, cuando, accidentalmente, dispara a una de sus amantes.
 Como otras novelas de Isaac Bashevis Singer, Escoria se publicó por entregas en una publicación de temática judía editada en Estados Unidos, Forverts, escrita en yidis. Supongo que la sección de Singer sería de las más jugosas del periódico, devorada más que leída por una multitud de lectores de clase media, estadounidenses de pro pero que quieren seguir manteniendo la lengua de sus antepasados, que se divertían con historias de tipos normales y corrientes con una incapacidad crónica para mantener calmada la bragueta. Por eso decía antes que, bajo la forma de drama, las novelas de Singer son muy cómicas, o, al menos tragicómicas; pero desde luego, el morbo juega un papel importante a la hora de leerlo y, tal vez, alguien se vería reflejado.

sábado, 19 de julio de 2025

"Los apuñaladores", de Leonardo Sciascia.

  Comienzo esta breve recensión haciendo una referencia al título, Los apuñaladores, palabra esta última que no existe en español. Buscando en el Dizionario Olivetti, la palabra original de Sciascia, "pugnalatori" tampoco existe en italiano. Supongo que es una libertad creativa del escritor siciliano, que, aunque siempre fue muy ortodoxo en el uso de la lengua italiana, no dudaba en incluir localismos sicilianos y del resto de la Italia meridional. 
 Los apuñaladores tiene muchas semejanzas a otras obras de Sciascia: en primer lugar, es una novela policíaca, o, al menos, trata de crímenes y delitos; está ambientada, claro, en Sicilia, en Palermo concretamente; uno de los personajes, el investigador, es venido del norte del país, en este caso el fiscal Giacosa, turinés. Pero también tiene diferencias, como que se trata de un caso real, (aunque los otros casos narrados no lo sean, son muy verosímiles, desde luego); y, quizá la más notable, Los apuñaladores está escrita como una crónica periodística y judicial, no como una novela habitual. Esto último no es de extrañar, toda vez que Sciascia se "ganó la vida" durante mucho tiempo como periodista para distintos medios de comunicación. En todo caso, es una crónica periodística muy exhaustiva, con constantes referencias textuales a periódicos de la época. Esto, en mi opinión, no es una idea feliz, pues acaba degenerando en un texto farragoso y pesado, a pesar de ser una novela de apenas ciento veinte páginas. En fin... Según una nota final del autor, los hechos acontecieron realmente y escribió esta crónica a instancias de una nieta del fiscal turinés al que antes hacía referencia, personaje del relato.
  Los hechos narrados en la novela sucedieron en 1862, cuando, sin razón aparente, trece personas de distinto origen socioeconómico son apuñaladas por otros tantos agresores en el centro de Palermo. La policía detiene rápidamente a uno de ellos, el cual, bajo tortura, delata a los otros doce criminales, que son arrestados inmediatamente. Ellos, también bajo "labor policial", delatan a dos nobles sicilianos, entre ellos el príncipe Sant'Elia, importante preboste local. Para investigar y juzgar los actos criminales, llega a Palermo procedente de Turín el fiscal Giacosa. Lo irracional de las agresiones, alguna de las cuales acaba siendo fatal, es que no hay el más mínimo punto en común entre los agredidos, así como tampoco tiene mucho sentido que un rico de alta posición política como Sant'Elia se involucre en ello. Por supuesto, en cualquier sitio pero más en Sicilia, la justicia no es igual para todos, por lo que los "apuñaladores", pobres delincuentes comunes, serán juzgados con severidad y, algunos de ellos, condenados a muerte, mientras que los instigadores adinerados ni siquiera son arrestados. Para más inri, mientras se producen los interrogatorios, esto es, mientras están los criminales detenidos, se producen más apuñalamientos aleatorios. Se hipotetiza con que la única razón posible para que un noble como Sant'Elia se meta en esos embrollos es que pretenda crear un caos social que acabe por derribar al gobierno, por pura nostalgia del régimen borbónico imperante en Sicilia antes de la Unificación italiana bajo el reinado de Víctor Manuel II. 
 El resto de la novela es la crónica periodística y judicial, como decía antes, de las publicaciones de medios de comunicación, de declaraciones de unos y otros (entre ellos, del propio Sant'Elia). Finalmente, Giacosa retorna al Piamonte, harto de la idiosincrasia siciliana, tan prona al silencio ante el delito (omertà) y de la falta de colaboración general con la autoridad.
 Ya digo, la relación de hechos, declaraciones y citas textuales es tan exhaustiva que la lectura se hace un tanto pesada y farragosa, algo que no había encontrado hasta el momento en Sciascia. Esa nota final del autor aclara todo, se trata más de una labor periodística que literaria.

jueves, 17 de julio de 2025

"El estandarte", de Alexander Lernet-Holenia.

  Gran novela de Lernet-Holenia. No tiene giros argumentales espectaculares del El barón Bagge, ni digresiones filosóficas como El conde Luna, las otras dos novelas que he leído del austriaco; de hecho, cabe decir que, en sentido estilístico, El estandarte es bastante clásica, muy lineal, tanto en el avance cronológico como en la ausencia de elementos mágicos o sobrenaturales (como en El conde Luna).  Supongo que desde un punto de vista comercial se podría clasificar como "novela bélica" o "de aventuras", y, en mi opinión, quien así la clasificara se equivocaba de lado a lado. Porque El estandarte es una novela sutilmente antibelicista, en el sentido de que de forma implícita se denuncia la guerra como actividad brutal que destruye sociedades e individuos.
 Es bien conocida la pléyade de escritores salidos de ese Imperio Austrohúngaro que periclitó en la Primera Guerra Mundial. Entre ellos están Stefan Zweig, Joseph Roth, Leo Perutz, Ödön von Horváth o el propio Lernet-Holenia; en todos ellos se aprecia esa nostalgia de un tiempo pasado mejor, más estable y, al menos para ellos, más favorable en lo económico. Y eso que había grandes diferencias entre ellos: de los judíos Zweig, Roth y Perutz (judíos desde un punto de vista étnico, no religioso ni cultural), al húngaro von Horváth o al noble austriaco Lernet-Holenia. Entre ellos, por cierto, hubo amistad e incluso colaboración profesional, y todos ellos perdieron personalmente con la desaparición del Imperio.
 El estandarte narra la vida del alférez Menis, recién llegado al servicio activo cuando la guerra ya está casi perdida para los austriacos. Será destinado a Belgrado, donde conocerá y se enamorará de una joven dama de compañía de la archiduquesa, Resa Lang; con ella, a pesar de su condición de mujer, correrá bélicas aventuras. El alférez es asignado a un regimiento a las afueras de la capital serbia, con la intención de enfrentarse a las tropas aliadas, mezcla de franceses e ingleses que se aprestan a conquistar toda Serbia.
 Lernet-Holenia narra de forma espléndida cómo el ejército austrohúngaro, reflejo del carácter multiétnico del Imperio, está ya en plena disolución, principalmente porque los componentes de origen no austriaco ni húngaro, es decir, los serbios, bosnios, ucranianos, polacos, checos, eslovacos, rumanos y demás no tenían la más mínima intención de derramar su propia sangre en beneficio del imperio de los Habsburgo. Así, la oficialidad está formada por esas dos etnias que mantenían la lealtad al emperador y la tropa por el resto de nacionalidades. Como consecuencia, cuando en el plano militar pintan bastos, se producen motines y deserciones masivas que acentúan la sensación de derrota. Tanto es así, que cuando el regimiento de Menis está para cruzar el puente de pontones que atraviesa el Danubio, la tropa se amotina, y los oficiales, tras varias advertencias, acaban por disparar contra sus propios soldados.
 En esas circunstancias, el alférez Menis se convierte en portaestandarte del regimiento, algo que para un joven de veintipocos años supone un honor extraordinario. Cuando las cosas se pongan especialmente mal, el alférez guardará el estandarte, separado del asta, entre sus ropajes. El estandarte es, claro está, el símbolo del país que desaparece, también de cambio de vida y de mentalidad. 
 Ya en Belgrado, Menis y otros pocos oficiales se encontrarán con Resa, pero están rodeados de enemigos, concretamente ingleses, que ya han tomado la ciudad. Desde la fortaleza de la ciudad conseguirán salir a través de sótanos y pasadizos ancestrales hasta llegar a la orilla del Danubio. Conseguir cruzar el gran río hasta la orilla libre de enemigos constituirá otra aventura en sí misma. De esa orilla, hasta Viena, viajando en trenes atestados, con controles de soldados amotinados, con escaramuzas que provocarán la muerte de alguno de los protagonistas...
 En Viena, la situación no es mejor. Se describe la caída del Imperio en todos los estamentos sociales, incluso la familia imperial, que ya ha eximido a sus súbditos del juramento de lealtad prestado, está para huir del país (Carlos I de Austria y IV de Hungría, el último emperador, se exiliaría en Suiza y moriría en 1922 en Madeira, a los 34 años, de una neumonía). En plena disolución y desbandada, los oficiales están quemando todas las banderas y estandartes en los patios del palacio de Schönnbrunn. Menis arroja en la pira el estandarte de su regimiento, que lo acompañó en las últimas semanas dentro de su casaca. La quema de los estandartes es otro símbolo de la desaparición del país y de sus sociedades.
 Todo esto es narrado con un ritmo frenético, reforzando la idea de precariedad y de cambios sin posibilidad de reversión, por eso, como decía antes, podría ser catalogada como "novela de aventuras", pero sabiendo la importancia personal y social que tuvo en estos escritores la caída del Imperio Austrohúngaro, hay una lectura social más interesante, al menos por sus consecuencias literarias.

jueves, 10 de julio de 2025

"What to Put in your Notebook", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the site www.incidentalcomics.com

"El maestro del Juicio Final", de Leo Perutz.

 Segunda novela de Perutz que leo, segunda sorpresa. Si De noche, bajo el puente de piedra es un estupendo conjunto de relatos, desordenados cronológicamente, eso sí, sobre personajes reales y ficticios de la corte del rey bohemio Rodolfo II, El maestro del Juicio Final  es una narración mitad fantástica, mitad policiaca. Lo común a ambas novelas es la extraordinaria capacidad de Perutz para imaginar mundos fantásticos dentro del mundo real, valga el contrasentido. Su originalidad radica en la normalidad con la que, en un relato perfectamente realista, con personajes de carne y hueso, va colando de rondón sucesos y personajes irreales, fantasmagóricos o feéricos. Además, la calidad prosística del escritor austriaco está en unas cotas no frecuentemente alcanzadas. Esto es más notable en De noche, bajo el puente de piedra, que a mí me recordaba constantemente a obras de Isaac Bashevis Singer, uno de los próceres literarios por excelencia. En ese sentido, El maestro del Juicio Final, quizá por su temática cuasi policiaca, tiene un ritmo más apresurado, con un texto menos florido y adjetivado.
  El argumento, grosso modo, es el siguiente: un conocido actor, Bischoff, se suicida en su casa mientras está dando una fiesta. Uno de los invitados, el barón von Yosch es acusado de asesinato o, al menos, de incitar al suicidio, pues desaparece sospechosamente durante el fatal hecho y es sabida su relación previa con la esposa del actor, relación que se presume no terminada. La familia de Bischoff le presenta la disyuntiva de entregarse a la policía o suicidarse él mismo, pero decide investigar las razones últimas de la muerte del actor. No será el único, otros dos invitados a la fiesta, un ingeniero y un médico, ayudarán al barón a deshacer el entuerto. Es entonces cuando la novela toma un giro hacia lo fantástico, pues se insinúa la existencia de un ser sobrenatural, un monstruo que está provocando suicidios en personas creativas (actores, músicos, escritores...), y cómo éstos  mientan el Juicio Final en sus últimos instantes de vida. Tras unas pesquisas (aquí lo típicamente policial de la novela), tras las inmolaciones de otros, llegan a descubrir ese monstruo, que no es otra cosa que un grimorio medieval, que contiene una fórmula de una sustancia que, fumada como tabaco, provoca alucinaciones (cada una adaptada al individuo en cuestión) que generan una angustia tan aguda que no pueden sino quitarse la vida.
 La novela es de una originalidad sobresaliente, tiene la intriga de la novela policial y lo deslumbrante de la literatura fantástica. Extraordinario descubrimiento reciente, el de Leo Perutz.

lunes, 7 de julio de 2025

"En el valle", de Paolo Cognetti.

  Séptima novela de siete que se han publicado en castellano del autor milanés.  Mismos temas (la soledad, la identidad individual, las relaciones familiares, todo en unos parámetros naturales extraordinarios), misma prosa periodística pero cuidada y con calidad, mismos personajes solitarios y perdidos. Es una suerte, en este mundo editorial marcado por la búsqueda del beneficio rápido y cuantioso, que autores jóvenes como Paolo Cognetti publiquen con éxito tanto de crítica como de público. Principalmente porque Cognetti es un rara avis en la mediocridad monocroma de la actualidad; diría que tiene más de asceta que de simple admirador de la naturaleza, y eso, en esta sociedad mercantilizada de usar y tirar, es una excepción. Por supuesto, su prosa no podía ser la propia del siglo XIX, es un hombre nacido a finales del XX y tiene que rendir pleitesía a su época, pero mantiene esa calidad que facilita su lectura a quien busca algo más que basura comercial.
 En el valle es la historia de dos hermanos, Alfredo y Luigi, que vuelven a retomar la relación tras el suicidio de su padre. Son, claro, antítesis el uno del otro: Alfredo "huyó" a Canadá donde sobrevive conduciendo camiones para una empresa maderera, es pendenciero y conflictivo; Luigi permaneció en Valsesia (en los Alpes italianos) donde se convirtió en  agente forestal y espera un bebé. La razón por la que el primero ha vuelto a Italia es que su hermano quiere quedarse con la cabaña (baita en dialecto lombardo) que fue de su padre. Parece ser que los agentes forestales italianos tienen algún tipo de competencia policial, a diferencia de los de aquí, porque cuando Alfredo, en una alocada noche de bebida y apuestas, descalabra a un tipo con su hacha será su hermano Luigi quien tenga que detenerlo.
 Pero el argumento es secundario. Paolo Cognetti tiene una narrativa límpida, pulcra y poética, tanto que casi cabría clasificarla como prosa poética. La naturaleza inalcanzable en su belleza atemporal, como contrapunto a la cotidianeidad apresurada de los hombres se siente en cada párrafo del escritor italiano. 
 A la vez que narra la difícil relación de los dos hermanos, se cuenta la existencia en el valle de un animal que está matando a los perros. Se trata de un híbrido de perro y lobo que mantiene la apariencia del animal domesticado y el comportamiento del salvaje. La dualidad siempre está presente, pues.
 En esta ocasión, Cognetti incluye una nota en la que explica cómo le influyeron determinados autores estadounidenses, principalmente Raymond Carver, así como músicos que adaptaron sus textos. Sin embargo, aunque reconozco que he leído poco de Carver (y lo que leí no me gustó nada) encuentro muchas diferencias entre ambos: Carver es un narrador de submundos de clase obrera, frecuentemente empapada en alcohol, gentes sin futuro, sin miras y sin ambiciones, lo que se ha dado en llamar "realismo sucio", frente a ello, las novelas de Cognetti presentan el marco natural de la montaña como una redención de todos los defectos y miserias humanas.