jueves, 24 de julio de 2025

"Escoria", de Isaac Bashevis Singer.

  Escribo esta entrada, casualidades de la vida, el aniversario de la muerte de Singer (24 de julio de 1991). En estos treinta y cuatro años desde su desaparición de este mundo su fama entre los lectores de verdad sigue creciendo (la gentuza que lee basura editorial no sabe ni quién es, claro); y, en buena medida, esa fama aumenta precisamente por eso, porque lo que se publica hoy es (salvo honrosas excepciones) de tan ínfima calidad, que parece que cualquier tiempo pasado fue mejor, o, al menos, cualquier autor pasado fue mejor. En fin, no quiero seguir despotricando sobre el mundo actual; me congratulo de poder distinguir la calidad literaria para no gastar mi tiempo en basuras de moda y, sobre todo, para disfrutar con la crème de la crème. Lo malo es que se me está acabando la obra de Isaac Bashevis Singer traducida al castellano, llevo más de veinte novelas y, por lo que se puede deducir de la página de Wikipedia, no hay más; como quiera que las editoriales quieren ganar dinero a toda costa, estos autores "clásicos" están un tanto olvidados, y las pocas obras que siguen en yidis o en inglés no serán traducidas a nuestra lengua.
 Eso sí, las novelas de Isaac Bashevis Singer son todas muy parecidas en cuanto a los argumentos, los personajes y la estructuración narrativa. En Escoria, por ejemplo, el protagonista, Max Barabander, se debate entre la rendición a los instintos más bajos y el "afán de santidad" al que todo creyente es llamado. Todas las novelas de Singer son dramas, sin embargo traslucen una cierta comicidad irónica; principalmente porque es cómicamente trágico los esfuerzos de sus personajes, sus reflexiones, sus sentimientos de culpa y arrepentimiento, que sin embargo se traicionan en cuanto se cruzan con unas faldas.
 Max Barabander es un judío polaco que "hizo las Américas" en Buenos Aires con su mujer y su hijo Arturo. En lo material le fue muy bien con la venta de casas y fincas, ahorrando una pequeña fortuna, pero no en lo personal, con la súbita muerte de su hijo y la locura depresiva de su mujer. Vuelve a Varsovia con la excusa de visitar la tumba de sus padres, pero en cuanto llega a la capital polaca comienza a relacionarse con gente de los bajos fondos: prostitutas, proxenetas, busconas y delincuentes de la famosa calle Krochmalna (calle varsoviana que sale recurrentemente en las novelas de Singer). Pretende vivir de acuerdo a los principios de la religión de sus padres, pero mantiene relaciones con varias mujeres a la vez, además de su legítima esposa que sigue en Argentina. Cada día de su  estancia en Varsovia piensa en visitar el cementerio y volver a Buenos Aires, pero también cada día le surge una nueva posibilidad de relación, ya sea con la adolescente hija de un rabino, una prostituta mayor con afán de convertirse en madama, o una sirvienta a la que quieren prostituir. Barabander no renuncia a ninguna de ellas pero sólo para sufrir terribles remordimientos instantes después. Su final es, como había soñado tantas veces, la cárcel, cuando, accidentalmente, dispara a una de sus amantes.
 Como otras novelas de Isaac Bashevis Singer, Escoria se publicó por entregas en una publicación de temática judía editada en Estados Unidos, Forverts, escrita en yidis. Supongo que la sección de Singer sería de las más jugosas del periódico, devorada más que leída por una multitud de lectores de clase media, estadounidenses de pro pero que quieren seguir manteniendo la lengua de sus antepasados, que se divertían con historias de tipos normales y corrientes con una incapacidad crónica para mantener calmada la bragueta. Por eso decía antes que, bajo la forma de drama, las novelas de Singer son muy cómicas, o, al menos tragicómicas; pero desde luego, el morbo juega un papel importante a la hora de leerlo y, tal vez, alguien se vería reflejado.

sábado, 19 de julio de 2025

"Los apuñaladores", de Leonardo Sciascia.

  Comienzo esta breve recensión haciendo una referencia al título, Los apuñaladores, palabra esta última que no existe en español. Buscando en el Dizionario Olivetti, la palabra original de Sciascia, "pugnalatori" tampoco existe en italiano. Supongo que es una libertad creativa del escritor siciliano, que, aunque siempre fue muy ortodoxo en el uso de la lengua italiana, no dudaba en incluir localismos sicilianos y del resto de la Italia meridional. 
 Los apuñaladores tiene muchas semejanzas a otras obras de Sciascia: en primer lugar, es una novela policíaca, o, al menos, trata de crímenes y delitos; está ambientada, claro, en Sicilia, en Palermo concretamente; uno de los personajes, el investigador, es venido del norte del país, en este caso el fiscal Giacosa, turinés. Pero también tiene diferencias, como que se trata de un caso real, (aunque los otros casos narrados no lo sean, son muy verosímiles, desde luego); y, quizá la más notable, Los apuñaladores está escrita como una crónica periodística y judicial, no como una novela habitual. Esto último no es de extrañar, toda vez que Sciascia se "ganó la vida" durante mucho tiempo como periodista para distintos medios de comunicación. En todo caso, es una crónica periodística muy exhaustiva, con constantes referencias textuales a periódicos de la época. Esto, en mi opinión, no es una idea feliz, pues acaba degenerando en un texto farragoso y pesado, a pesar de ser una novela de apenas ciento veinte páginas. En fin... Según una nota final del autor, los hechos acontecieron realmente y escribió esta crónica a instancias de una nieta del fiscal turinés al que antes hacía referencia, personaje del relato.
  Los hechos narrados en la novela sucedieron en 1862, cuando, sin razón aparente, trece personas de distinto origen socioeconómico son apuñaladas por otros tantos agresores en el centro de Palermo. La policía detiene rápidamente a uno de ellos, el cual, bajo tortura, delata a los otros doce criminales, que son arrestados inmediatamente. Ellos, también bajo "labor policial", delatan a dos nobles sicilianos, entre ellos el príncipe Sant'Elia, importante preboste local. Para investigar y juzgar los actos criminales, llega a Palermo procedente de Turín el fiscal Giacosa. Lo irracional de las agresiones, alguna de las cuales acaba siendo fatal, es que no hay el más mínimo punto en común entre los agredidos, así como tampoco tiene mucho sentido que un rico de alta posición política como Sant'Elia se involucre en ello. Por supuesto, en cualquier sitio pero más en Sicilia, la justicia no es igual para todos, por lo que los "apuñaladores", pobres delincuentes comunes, serán juzgados con severidad y, algunos de ellos, condenados a muerte, mientras que los instigadores adinerados ni siquiera son arrestados. Para más inri, mientras se producen los interrogatorios, esto es, mientras están los criminales detenidos, se producen más apuñalamientos aleatorios. Se hipotetiza con que la única razón posible para que un noble como Sant'Elia se meta en esos embrollos es que pretenda crear un caos social que acabe por derribar al gobierno, por pura nostalgia del régimen borbónico imperante en Sicilia antes de la Unificación italiana bajo el reinado de Víctor Manuel II. 
 El resto de la novela es la crónica periodística y judicial, como decía antes, de las publicaciones de medios de comunicación, de declaraciones de unos y otros (entre ellos, del propio Sant'Elia). Finalmente, Giacosa retorna al Piamonte, harto de la idiosincrasia siciliana, tan prona al silencio ante el delito (omertà) y de la falta de colaboración general con la autoridad.
 Ya digo, la relación de hechos, declaraciones y citas textuales es tan exhaustiva que la lectura se hace un tanto pesada y farragosa, algo que no había encontrado hasta el momento en Sciascia. Esa nota final del autor aclara todo, se trata más de una labor periodística que literaria.

jueves, 17 de julio de 2025

"El estandarte", de Alexander Lernet-Holenia.

  Gran novela de Lernet-Holenia. No tiene giros argumentales espectaculares del El barón Bagge, ni digresiones filosóficas como El conde Luna, las otras dos novelas que he leído del austriaco; de hecho, cabe decir que, en sentido estilístico, El estandarte es bastante clásica, muy lineal, tanto en el avance cronológico como en la ausencia de elementos mágicos o sobrenaturales (como en El conde Luna).  Supongo que desde un punto de vista comercial se podría clasificar como "novela bélica" o "de aventuras", y, en mi opinión, quien así la clasificara se equivocaba de lado a lado. Porque El estandarte es una novela sutilmente antibelicista, en el sentido de que de forma implícita se denuncia la guerra como actividad brutal que destruye sociedades e individuos.
 Es bien conocida la pléyade de escritores salidos de ese Imperio Austrohúngaro que periclitó en la Primera Guerra Mundial. Entre ellos están Stefan Zweig, Joseph Roth, Leo Perutz, Ödön von Horváth o el propio Lernet-Holenia; en todos ellos se aprecia esa nostalgia de un tiempo pasado mejor, más estable y, al menos para ellos, más favorable en lo económico. Y eso que había grandes diferencias entre ellos: de los judíos Zweig, Roth y Perutz (judíos desde un punto de vista étnico, no religioso ni cultural), al húngaro von Horváth o al noble austriaco Lernet-Holenia. Entre ellos, por cierto, hubo amistad e incluso colaboración profesional, y todos ellos perdieron personalmente con la desaparición del Imperio.
 El estandarte narra la vida del alférez Menis, recién llegado al servicio activo cuando la guerra ya está casi perdida para los austriacos. Será destinado a Belgrado, donde conocerá y se enamorará de una joven dama de compañía de la archiduquesa, Resa Lang; con ella, a pesar de su condición de mujer, correrá bélicas aventuras. El alférez es asignado a un regimiento a las afueras de la capital serbia, con la intención de enfrentarse a las tropas aliadas, mezcla de franceses e ingleses que se aprestan a conquistar toda Serbia.
 Lernet-Holenia narra de forma espléndida cómo el ejército austrohúngaro, reflejo del carácter multiétnico del Imperio, está ya en plena disolución, principalmente porque los componentes de origen no austriaco ni húngaro, es decir, los serbios, bosnios, ucranianos, polacos, checos, eslovacos, rumanos y demás no tenían la más mínima intención de derramar su propia sangre en beneficio del imperio de los Habsburgo. Así, la oficialidad está formada por esas dos etnias que mantenían la lealtad al emperador y la tropa por el resto de nacionalidades. Como consecuencia, cuando en el plano militar pintan bastos, se producen motines y deserciones masivas que acentúan la sensación de derrota. Tanto es así, que cuando el regimiento de Menis está para cruzar el puente de pontones que atraviesa el Danubio, la tropa se amotina, y los oficiales, tras varias advertencias, acaban por disparar contra sus propios soldados.
 En esas circunstancias, el alférez Menis se convierte en portaestandarte del regimiento, algo que para un joven de veintipocos años supone un honor extraordinario. Cuando las cosas se pongan especialmente mal, el alférez guardará el estandarte, separado del asta, entre sus ropajes. El estandarte es, claro está, el símbolo del país que desaparece, también de cambio de vida y de mentalidad. 
 Ya en Belgrado, Menis y otros pocos oficiales se encontrarán con Resa, pero están rodeados de enemigos, concretamente ingleses, que ya han tomado la ciudad. Desde la fortaleza de la ciudad conseguirán salir a través de sótanos y pasadizos ancestrales hasta llegar a la orilla del Danubio. Conseguir cruzar el gran río hasta la orilla libre de enemigos constituirá otra aventura en sí misma. De esa orilla, hasta Viena, viajando en trenes atestados, con controles de soldados amotinados, con escaramuzas que provocarán la muerte de alguno de los protagonistas...
 En Viena, la situación no es mejor. Se describe la caída del Imperio en todos los estamentos sociales, incluso la familia imperial, que ya ha eximido a sus súbditos del juramento de lealtad prestado, está para huir del país (Carlos I de Austria y IV de Hungría, el último emperador, se exiliaría en Suiza y moriría en 1922 en Madeira, a los 34 años, de una neumonía). En plena disolución y desbandada, los oficiales están quemando todas las banderas y estandartes en los patios del palacio de Schönnbrunn. Menis arroja en la pira el estandarte de su regimiento, que lo acompañó en las últimas semanas dentro de su casaca. La quema de los estandartes es otro símbolo de la desaparición del país y de sus sociedades.
 Todo esto es narrado con un ritmo frenético, reforzando la idea de precariedad y de cambios sin posibilidad de reversión, por eso, como decía antes, podría ser catalogada como "novela de aventuras", pero sabiendo la importancia personal y social que tuvo en estos escritores la caída del Imperio Austrohúngaro, hay una lectura social más interesante, al menos por sus consecuencias literarias.

jueves, 10 de julio de 2025

"What to Put in your Notebook", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the site www.incidentalcomics.com

"El maestro del Juicio Final", de Leo Perutz.

 Segunda novela de Perutz que leo, segunda sorpresa. Si De noche, bajo el puente de piedra es un estupendo conjunto de relatos, desordenados cronológicamente, eso sí, sobre personajes reales y ficticios de la corte del rey bohemio Rodolfo II, El maestro del Juicio Final  es una narración mitad fantástica, mitad policiaca. Lo común a ambas novelas es la extraordinaria capacidad de Perutz para imaginar mundos fantásticos dentro del mundo real, valga el contrasentido. Su originalidad radica en la normalidad con la que, en un relato perfectamente realista, con personajes de carne y hueso, va colando de rondón sucesos y personajes irreales, fantasmagóricos o feéricos. Además, la calidad prosística del escritor austriaco está en unas cotas no frecuentemente alcanzadas. Esto es más notable en De noche, bajo el puente de piedra, que a mí me recordaba constantemente a obras de Isaac Bashevis Singer, uno de los próceres literarios por excelencia. En ese sentido, El maestro del Juicio Final, quizá por su temática cuasi policiaca, tiene un ritmo más apresurado, con un texto menos florido y adjetivado.
  El argumento, grosso modo, es el siguiente: un conocido actor, Bischoff, se suicida en su casa mientras está dando una fiesta. Uno de los invitados, el barón von Yosch es acusado de asesinato o, al menos, de incitar al suicidio, pues desaparece sospechosamente durante el fatal hecho y es sabida su relación previa con la esposa del actor, relación que se presume no terminada. La familia de Bischoff le presenta la disyuntiva de entregarse a la policía o suicidarse él mismo, pero decide investigar las razones últimas de la muerte del actor. No será el único, otros dos invitados a la fiesta, un ingeniero y un médico, ayudarán al barón a deshacer el entuerto. Es entonces cuando la novela toma un giro hacia lo fantástico, pues se insinúa la existencia de un ser sobrenatural, un monstruo que está provocando suicidios en personas creativas (actores, músicos, escritores...), y cómo éstos  mientan el Juicio Final en sus últimos instantes de vida. Tras unas pesquisas (aquí lo típicamente policial de la novela), tras las inmolaciones de otros, llegan a descubrir ese monstruo, que no es otra cosa que un grimorio medieval, que contiene una fórmula de una sustancia que, fumada como tabaco, provoca alucinaciones (cada una adaptada al individuo en cuestión) que generan una angustia tan aguda que no pueden sino quitarse la vida.
 La novela es de una originalidad sobresaliente, tiene la intriga de la novela policial y lo deslumbrante de la literatura fantástica. Extraordinario descubrimiento reciente, el de Leo Perutz.

lunes, 7 de julio de 2025

"En el valle", de Paolo Cognetti.

  Séptima novela de siete que se han publicado en castellano del autor milanés.  Mismos temas (la soledad, la identidad individual, las relaciones familiares, todo en unos parámetros naturales extraordinarios), misma prosa periodística pero cuidada y con calidad, mismos personajes solitarios y perdidos. Es una suerte, en este mundo editorial marcado por la búsqueda del beneficio rápido y cuantioso, que autores jóvenes como Paolo Cognetti publiquen con éxito tanto de crítica como de público. Principalmente porque Cognetti es un rara avis en la mediocridad monocroma de la actualidad; diría que tiene más de asceta que de simple admirador de la naturaleza, y eso, en esta sociedad mercantilizada de usar y tirar, es una excepción. Por supuesto, su prosa no podía ser la propia del siglo XIX, es un hombre nacido a finales del XX y tiene que rendir pleitesía a su época, pero mantiene esa calidad que facilita su lectura a quien busca algo más que basura comercial.
 En el valle es la historia de dos hermanos, Alfredo y Luigi, que vuelven a retomar la relación tras el suicidio de su padre. Son, claro, antítesis el uno del otro: Alfredo "huyó" a Canadá donde sobrevive conduciendo camiones para una empresa maderera, es pendenciero y conflictivo; Luigi permaneció en Valsesia (en los Alpes italianos) donde se convirtió en  agente forestal y espera un bebé. La razón por la que el primero ha vuelto a Italia es que su hermano quiere quedarse con la cabaña (baita en dialecto lombardo) que fue de su padre. Parece ser que los agentes forestales italianos tienen algún tipo de competencia policial, a diferencia de los de aquí, porque cuando Alfredo, en una alocada noche de bebida y apuestas, descalabra a un tipo con su hacha será su hermano Luigi quien tenga que detenerlo.
 Pero el argumento es secundario. Paolo Cognetti tiene una narrativa límpida, pulcra y poética, tanto que casi cabría clasificarla como prosa poética. La naturaleza inalcanzable en su belleza atemporal, como contrapunto a la cotidianeidad apresurada de los hombres se siente en cada párrafo del escritor italiano. 
 A la vez que narra la difícil relación de los dos hermanos, se cuenta la existencia en el valle de un animal que está matando a los perros. Se trata de un híbrido de perro y lobo que mantiene la apariencia del animal domesticado y el comportamiento del salvaje. La dualidad siempre está presente, pues.
 En esta ocasión, Cognetti incluye una nota en la que explica cómo le influyeron determinados autores estadounidenses, principalmente Raymond Carver, así como músicos que adaptaron sus textos. Sin embargo, aunque reconozco que he leído poco de Carver (y lo que leí no me gustó nada) encuentro muchas diferencias entre ambos: Carver es un narrador de submundos de clase obrera, frecuentemente empapada en alcohol, gentes sin futuro, sin miras y sin ambiciones, lo que se ha dado en llamar "realismo sucio", frente a ello, las novelas de Cognetti presentan el marco natural de la montaña como una redención de todos los defectos y miserias humanas.

martes, 1 de julio de 2025

"Recuerdos durmientes", de Patrick Modiano.

  Otra novela breve (brevísima, casi un relato) del Premio Nobel de literatura de 2014. Concretamente, éste fue el primer texto que publicó tras el premio; supongo que esto concitaría una gran atención mediática y editorial, que se vería defraudada, pues es una de las obras más flojas que he leído de Modiano.
 Pero, en todo caso, es una típica novela del autor francés: personajes evanescentes que no están bien delineados; acción en dos o tres momentos temporales, lo que obliga a continuas analepsis y prolepsis; acción de jóvenes en un entorno cuasi marginal y delincuencial; París como eterno paisaje literario, llegando a ser casi otro protagonista más... En fin, siendo justo, he de decir que Modiano no merece el Nobel (o, como siempre digo, si lo merece él lo merecen miles más), pues su narrativa es floja, muy floja. ¿Por qué sigo leyendo entonces a Patrick Modiano? No tengo ni idea, pero lo cierto es que esa narrativa floja engancha. Nunca defenderé que Patrick Modiano sea un gran escritor, no lo es, pero he de admitir que, como se puede comprobar en este humilde blog, he leído ya la mayor parte de su obra.
 Como es habitual, la novela está redactada en primera persona del singular. Un hombre de avanzada edad rememora los encuentros con seis mujeres en su primera juventud; cincuenta años después intenta encontrar retazos de esas personas y relaciones, bien con visitas a los lugares de encuentro o repasando sus propias notas. En dos casos concretos llega a encontrar a esas mujeres, que han cambiado radicalmente de vida, porque la que llevaban todos en su juventud era, ya lo he dicho antes, claramente marginal y delincuencial, tanto que hay un muerto (un criminal tiroteado en un piso parisino, quizá por una mujer que pide ayuda al narrador para salir de ese atolladero). Y todo lo demás es la clásica exposición "modianesca" de personajes amnésicos que no encuentran su lugar en el mundo. Lo cierto es que el autor nunca remata la faena, quiero decir, que esa narración en la que los personajes tienen tantas lagunas de memoria podrían irse solventando para llegar a un final en que todo encaja sorprendentemente, típico del subgénero policíaco, pero no, Modiano nunca remata nata, queda todo igual de inconsistente que siempre.
 Vuelvo a decir: no entiendo por qué leo a este tipo, pero creo que seguiré cogiendo algún libro más de la biblioteca, ¡quién me entiende!