Escribo esta entrada, casualidades de la vida, el aniversario de la muerte de Singer (24 de julio de 1991). En estos treinta y cuatro años desde su desaparición de este mundo su fama entre los lectores de verdad sigue creciendo (la gentuza que lee basura editorial no sabe ni quién es, claro); y, en buena medida, esa fama aumenta precisamente por eso, porque lo que se publica hoy es (salvo honrosas excepciones) de tan ínfima calidad, que parece que cualquier tiempo pasado fue mejor, o, al menos, cualquier autor pasado fue mejor. En fin, no quiero seguir despotricando sobre el mundo actual; me congratulo de poder distinguir la calidad literaria para no gastar mi tiempo en basuras de moda y, sobre todo, para disfrutar con la crème de la crème. Lo malo es que se me está acabando la obra de Isaac Bashevis Singer traducida al castellano, llevo más de veinte novelas y, por lo que se puede deducir de la página de Wikipedia, no hay más; como quiera que las editoriales quieren ganar dinero a toda costa, estos autores "clásicos" están un tanto olvidados, y las pocas obras que siguen en yidis o en inglés no serán traducidas a nuestra lengua.
Eso sí, las novelas de Isaac Bashevis Singer son todas muy parecidas en cuanto a los argumentos, los personajes y la estructuración narrativa. En Escoria, por ejemplo, el protagonista, Max Barabander, se debate entre la rendición a los instintos más bajos y el "afán de santidad" al que todo creyente es llamado. Todas las novelas de Singer son dramas, sin embargo traslucen una cierta comicidad irónica; principalmente porque es cómicamente trágico los esfuerzos de sus personajes, sus reflexiones, sus sentimientos de culpa y arrepentimiento, que sin embargo se traicionan en cuanto se cruzan con unas faldas.
Max Barabander es un judío polaco que "hizo las Américas" en Buenos Aires con su mujer y su hijo Arturo. En lo material le fue muy bien con la venta de casas y fincas, ahorrando una pequeña fortuna, pero no en lo personal, con la súbita muerte de su hijo y la locura depresiva de su mujer. Vuelve a Varsovia con la excusa de visitar la tumba de sus padres, pero en cuanto llega a la capital polaca comienza a relacionarse con gente de los bajos fondos: prostitutas, proxenetas, busconas y delincuentes de la famosa calle Krochmalna (calle varsoviana que sale recurrentemente en las novelas de Singer). Pretende vivir de acuerdo a los principios de la religión de sus padres, pero mantiene relaciones con varias mujeres a la vez, además de su legítima esposa que sigue en Argentina. Cada día de su estancia en Varsovia piensa en visitar el cementerio y volver a Buenos Aires, pero también cada día le surge una nueva posibilidad de relación, ya sea con la adolescente hija de un rabino, una prostituta mayor con afán de convertirse en madama, o una sirvienta a la que quieren prostituir. Barabander no renuncia a ninguna de ellas pero sólo para sufrir terribles remordimientos instantes después. Su final es, como había soñado tantas veces, la cárcel, cuando, accidentalmente, dispara a una de sus amantes.
Como otras novelas de Isaac Bashevis Singer, Escoria se publicó por entregas en una publicación de temática judía editada en Estados Unidos, Forverts, escrita en yidis. Supongo que la sección de Singer sería de las más jugosas del periódico, devorada más que leída por una multitud de lectores de clase media, estadounidenses de pro pero que quieren seguir manteniendo la lengua de sus antepasados, que se divertían con historias de tipos normales y corrientes con una incapacidad crónica para mantener calmada la bragueta. Por eso decía antes que, bajo la forma de drama, las novelas de Singer son muy cómicas, o, al menos tragicómicas; pero desde luego, el morbo juega un papel importante a la hora de leerlo y, tal vez, alguien se vería reflejado.












